Un texto excepcional. Muy duro tu comentario de “Engañaron a tu capitán con el canto de las sirenas y estrelló la nave”, quizá un poco injusto, mucho ha cambiado la forma de generar y consumir información…. así textual, me escribió un cercano amigo en referencia a mi último artículo cuando te dí las gracias por aceptarme en tu periódico don Carlos Menéndez.
Estoy seguro jefe que a ti tampoco te habrá gustado mucho, que para ti no fue duro sino durísimo, pero, como te conozco bién, no dirás que fui injusto porque sabes a qué me refería. Que hubieras preferido no escucharlo, claro, pero tú tampoco cerrabas la boca cuando tenías algo que decir.
Sí, tú y quienes conocen la historia dirán que sangro por la herida y, pues lo acepto, soy humano, pero tengo sobradas razones para decir que guiados por el canto de las sirenas chocaron tu nave, porque tu periódico, don Carlos, se vino abajo antes de la pandemia y, lo adelanto, sí influyeron las redes sociales como en los periódicos del mundo entero, pero esto enfermó a tu Diario, no lo mató. Fue el cambiar su línea de opositor a jilguero lo que cavó su tumba.
Era un día como hoy, martes 23 de enero de 1968 cuando me diste mi primera comisión como reportero: la fuente de Aeropuerto. Fue un viernes, 44 años después, cuando me acompañaste hasta la escalera para despedir mi visita, luego de que, así lo pensé, te dejé claro que a ti no tenía nada que reclamarte por el despojo que me hizo tu periódico. Legal, sí; moral, no.
Si eso influye en mí, claro, soy un ser humano, pero tú me enseñaste a ser honesto, a decir lo que consideramos importante y justo, y yo, don Carlos, trato de seguir tus pasos y con altas y bajas me conduzco en la vida, pero con tu divisa por delante: la verdad. Y puedo, como tú, estar muy equivocado, pero defiendo lo que creo.
En estos tiempos del internet los medios escritos tienen que superar la oportunidad y la inmediatez de las redes sociales o, de otra manera, publicar historias, no noticias. La adversidad hace grandes a los hombres y los periodistas no son la excepción, tienen que superarse y no concretarse a informar del hecho sino hablar de los porqués y sus consecuencias, entre otras cosas. Claro, eso cuesta y da trabajo, como bien nos enseñaste jefe durante toda tu vida.
Pero, en mi opinión, que no cambiará salvo me demuestren lo contrario, el Diario se vino abajo cuando aceptó el primer convenio del Gobierno del Estado. ¿Si sabes de qué hablo, verdad don Carlos? Claro que sí, porque tú superaste las tentaciones hasta cuando “Caín y Abel” se llevaron el dinero de tu empresa y yo llegué con un cheque en blanco de un político que te ofrecía liquidez: Dale las gracias, me dijiste, para eso están los bancos ¿Lo recuerdas?
Te ví rechazar publicidad oficial y en varias ocasiones fui tu conducto para hacerlo, cuando eran desplegados en favor del PRI, porque los demás partidos estaban en desventaja y era dinero del erario al que se le daba mal uso; te ví publicar notas con las que tus clientes frecuentes suspendían su publicidad porque se sentían afectados. ¿Recuerdas el “caso Medina”?, te costó si mál no recuerdo el 7% de tu publicidad.
No hay espacio jefe para narrar tantas cosas sobre el tema. Y, según nos enseñaste, el Diario tenía que conservar su línea editorial ante viento y marea, y ser fiel a su papel de oposición, porque un gobierno sin oposición hace lo que se le pegue la gana, no lo que es mejor para la comunidad y, en la medida que la oposición es fuerte, el gobierno también lo es.
Y por si fuera poco, lo que nos hacía fuertes y diferentes, lo que pagaban tus anunciantes y tus lectores, lo que nos daba credibilidad, nos convirtió en líderes del mercado y nos colocó entre las empresas más sólidas de Yucatán fue precisamente eso: que éramos oposición. Y los convenios de los gobiernos con los medios, lo hemos dicho y que me perdonan mis colegas, pagan el silencio, no el espacio. El que es igual a todos no es nadie.
Por si nadie te lo dijo, don Carlos, desde la administración estatal anterior tu periódico suscribió convenio con el señor Zapata y si alguien me preguntara ¿y qué? Pues resulta, contestaría, que de acuerdo con fuentes internas fidedignas, el Gobierno revisaba las notas y las fotos y decía que iba y que no, y cómo iba; además, el Diario cobraba por publicar entrevistas con funcionarios y de esa manera engañaba a sus lectores. No, no hay forma de que hoy te pruebe lo que digo, pero sé de qué te estoy hablando. Tú te hubieras muerto de un ataque al miocardio a la primera, estoy seguro.
Y no quiero continuar, jefe, porque no te estará haciendo gracia mi desahogo, pero un día como hoy, 23 de enero de 1968, dí el primer paso en un camino que cambió mi vida, que gracias a ti recorrí y espero seguir, si la pandemia lo permite, e insistir una y otra vez “en la misma noble palestra y por el mismo hermoso ideal”.