La Revista

La violencia, la justicia, la impunidad

Jorge Fernández Menéndez
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Por Jorge Fernández Menéndez

Van cien mil muertes en el sexenio y la violencia y
la inseguridad siguen imparables. Este lunes pasado fue uno de los días con
mayor número de asesinatos en el país: se cometieron 100, poco más de cuatro
por hora, una muerte cada 14 minutos. El martes 7 de septiembre hubo 105
asesinatos y en los primeros trece días del mes, los homicidios sumaron mil 75.
A nivel federal ya estamos en cien mil asesinatos, aproximadamente unos 100
diarios promedio durante cada día de lo que va del sexenio. Muchos más que en
el mismo periodo en los gobiernos de Fox, Calderón o Peña Nieto.

Con todo, ése no es el mayor problema: mucho mayor
que esta ola incontenible de crímenes es la impunidad con la que se cometen.
Casi ninguno de los autores de esos cien mil asesinatos o de los 300 mil que se
sumaron entre los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto, o de los autores de
decenas de miles de desapariciones, ha sido detenido y condenado. Nunca antes
en la historia del país, matar había salido tan barato. Aquello de que la vida
no vale nada, nunca ha estado tan vigente como hoy en día.

Mientras persista la impunidad se impone el
empoderamiento de los grupos criminales. Y si la impunidad va acompañada de una
política de contención y de no enfrentamiento, el empoderamiento criminal es
mucho más notorio aún.

En este escenario se comenzó a aplicar, desde el
miércoles pasado, la amnistía que ha otorgado el gobierno federal a cientos de
personas encarceladas, unas 625 aproximadamente en todo el país. Entre los
liberados no estuvo el secuestrador Israel Vallarta, líder de la banda de Los
Zodiaco, porque no se demostró que haya sido torturado y tiene varios procesos
abiertos en su contra, acusado de distintos delitos. Vallarta, célebre por
haber sido la pareja de Florence Cassez (liberada por fallas al debido proceso
y por la fuerte presión diplomática del gobierno francés, no porque fuera
inocente de los delitos de los que se la acusaba), como otros delincuentes,
incluyendo algunos de los que cometieron los mayores crímenes década y media
atrás, trató de liberarse argumentando, también, que ha pasado tanto tiempo de
su detención y que aún no tiene condena.

Y es verdad, lo mismo que en muchos otros casos,
pero lo cierto es que ésa es una estrategia legal a la que han optado muchos de
estos personajes para tratar de así evadir la acción de la ley. El secretario
de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, anunció que Vallarta seguiría en
la cárcel, dando así un giro de 180 grados a la tendencia que se había
impulsado en Gobernación para la liberación de éste y otros personajes acusados
de graves secuestros argumentando tortura o falta de condena judicial. Ojalá
éesta comience a ser la norma y no la excepción.

Cuando se ejerce la justicia, las penas para estos
sujetos pueden ser durísimas, por eso tratan de retrasarla todo lo posible.
Esta misma semana uno de los responsables del secuestro y muerte de Fernando
Martí, hijo del empresario Alejandro Martí, fue condenado a 542 años de
prisión, por la pena acumulada de varios secuestros y asesinatos.

Otro caso en el que se brindó sentencia esta semana
fue el del narcotraficante Vicente Carrillo Fuentes, condenado a 28 años de
prisión. Había sido detenido desde el 2014. Apenas ahora se dictó sentencia.
Vicente es el hermano de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, el más
importante capo del narcotráfico hasta su muerte, en 1997, asesinado durante
una operación estética por sus propios médicos, en una conjura interna del
cártel que Amado encabezaba.

La sucesión de Amado Carrillo dividió a lo que era
entonces el cártel hegemónico, con epicentro en Ciudad Juárez. El control se lo
quedaron El Chapo Guzmán; El Azul Esparragoza y El Mayo Zambada. Hubo dos
grupos que exigieron su lugar en la mesa de dirección de esa organización
criminal. Unos fueron los Beltrán Leyva, los otros los hermanos de El Señor de
los Cielos. La ruptura fue inevitable después de que uno de los hermanos
Beltrán Leyva, apodado El Mochomo (cuyo hijo, por cierto, acaba de obtener una
liberación anticipada) fue detenido por fuerzas federales (los Beltrán Leyva
siempre dijeron que fue delatado por la gente de El Chapo) y que Rodolfo, el
hermano menor de los Carrillo Fuentes, fuera asesinado junto con su esposa en
un centro comercial en Culiacán. Los Beltrán, Vicente Carrillo y Los Zetas se
unieron en una alianza para desafiar al Cártel de Sinaloa. Desde entonces, el
proceso comenzó en 2004, la violencia desatada por la guerra entre cárteles ha
sido incontenible.

¿Podría cambiar esto con una justicia mucho más
rápida y expedita, con sentencias más duras como las que se aplicaron al
secuestrador de Fernando o a Vicente Carrillo? Por supuesto que sí, en buena
medida el que existan condenas y se haga justicia reduce el empoderamiento
criminal y aumenta la percepción ciudadana de que se combate al crimen: los
grupos se podrán fragmentar y seguir ejerciendo violencia, pero también es
verdad que se debilitan. Hoy ni los Beltrán Leyva ni Los Zetas ni el Cártel de
Juárez de los Carrillo Fuente son lo que eran, quedan remanentes de todos
ellos, pero están lejos de ser cárteles tan poderosos como lo fueron en el
pasado. Combatirlos y aplicar la justicia es imprescindible para hacerle frente
al crimen, organizado o no.

Jorge Fernández Menéndez
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