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Las promesas de campaña y la realidad como gobernante

Editorial La Revista Peninsular
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Antes de ser gobernantes, quienes aspiran a cargos
públicos primero son aspirantes, luego candidatos y después gobernantes
electos. Aunque se trata de la misma persona, su comportamiento es distinto
durante estas etapas, en lo que propone y lo que eventualmente hace. El tema de
la Guardia Nacional es útil para entender estos cambios pues -el hoy presidente-,
apuesta por la militarización cuando como aspirante era uno de los principales
promotores de la desmilitarización en el país.

En primer lugar, quien busca gobernar debe ser
aspirante. Esta etapa comienza antes de que inicien los procesos electorales
cuando una persona externa su interés de competir por una candidatura. Si lo
hace desde la oposición, buscará criticar lo que hace el gobierno en turno para
tratar de apelar a las necesidades e intereses del electorado. Si lo hace desde
el partido gobernante, lo más probable es que busque enaltecer los logros de la
administración en turno para ganar el respaldo de quienes ostentan el poder y
también para dar una idea de continuidad al proyecto gubernamental.

En ambos casos, el aspirante habla de lo que se hace y
evita hablar de lo que hará.

Cuando inician los procesos electorales y los partidos
definen candidaturas, el aspirante se convierte en candidato… si tiene suerte.
En esta etapa, el candidato continúa criticando o enalteciendo como cuándo era
aspirante, pero ahora tiene la carga de explicar qué haría distinto o cómo
daría continuidad al proyecto actual. Sus posturas tienen que ser específicas y
bien construidas pues durante la campaña es cuestionado repetidamente sobre
ellas; ser vago en sus posturas le podría representar costos políticos por
parecer indeciso o contradictorio.

Es cierto que el candidato usualmente prometerá todo
lo que tenga que prometer para apelar a la mayor cantidad de gente, pero esto
será dentro de una ideología específica cuando se trate de temas importantes
como seguridad, salud o educación.

Si logró ganar en las urnas, el candidato se convierte
en gobernante electo mientras asume su cargo. Durante este tiempo, baja la
intensidad con la que sostenía sus propuestas y enfoca su narrativa hacia los
procesos de transición pacífica. Quienes fueron candidatos opositores
normalmente dejan el discurso hostil en contra del gobierno en turno para pasar
a uno institucional.

El idealismo de las propuestas comienza a chocar con
el realismo del ejercicio público.

Finalmente, llega el día en el que se vuelve
gobernante quien alguna vez fue aspirante. El gobernante ya no propone, sino
que planea y hace. Es probable que su visión sea distinta a cuando era
aspirante y candidato pues en ese entonces prometía con base en lo que quería
que pasase. Ahora, como gobernante, debe tomar decisiones con base en lo que es
posible.

Ante esta dificultad para cumplir lo prometido, el
gobernante puede simular un esfuerzo de cambio y al final de su administración
sostener que lo intentó, puede ignorar sus propuestas o puede llevar a cabo un
cambio paradigmático en el ejercicio público. Usualmente se ve mucho lo primero
y lo segundo, pero rara vez lo tercero.

El tema de la Guardia Nacional es un ejemplo útil para
mostrar este cambio de aspirante a gobernante.

Cuando aspiraba a ser presidente, Andrés Manuel López
Obrador destacaba por ser un promotor de la desmilitarización en el país. Sus
duras críticas en contra de las estrategias de seguridad de Felipe Calderón y
Enrique Peña Nieto hicieron que millones lo vieran como una opción de cambio.
De candidato, llegó a proponer la legalización de las drogas como una medida
para combatir la seguridad desde raíz, así como también prometió formar una
guardia civil.

Sus posturas comenzaron a cambiar cuando fue electo
pues se observaban inclinaciones hacia la militarización. Hoy, como gobierno,
podemos ver la mayor intención de militarizar la seguridad y administración
pública del país en la historia reciente.

De igual manera, la supuesta guardia civil terminó absorbida
por las Fuerzas Armadas y la postura presidencial se ha definido en contra de
la legalización de las drogas, incluso lo que refiere a la mariguana y el
mandato constitucional que avala su uso.

Si bien, es necesario hacer señalamientos sobre la
importancia de ser congruente en la política, también hay que reconocer que los
gobernantes y sus acciones están acotadas por marcos normativos y dinámicas de
poderes establecidas; ir en contra de estas podría generar inestabilidad. Los
aspirantes deben procurar ser personas éticas y no prometer cosas imposibles,
mientras que los gobernantes deben ser realistas y dar prioridad a la
estabilidad de la población.

Esto no se trata de absolutos. Particularmente en el
tema de la Guardia Nacional, hay espacio para reprochar que el presidente
admita haber cambiado de opinión sobre una postura que le ganó millones de
votos cuando fue candidato pues la desmilitarización era una de sus propuestas
más atractivas. Al mismo tiempo, hay espacio para debatir si la militarización
de la seguridad pública puede dar frutos dados los preocupantes índices de
violencia en el país.

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