Reflexiones en voz alta, por: Carlos Capetillo Campos.
carlos_capetillo@hotmail.com / @capetillo campos
En uno de los tantos libros sobre
anécdotas de los políticos mexicanos que se han publicado, encontré una que
todos los funcionarios deben de aprenderse de memoria y tenerla muy presente.
En alguna ocasión hace años relaté esta
anécdota y la uso mucho cuando me invitan a platicar con jóvenes ya sean
funcionarios o estudiantes:
Antonio Carrillo Flores, cuya cara no lo
ayudaba mucho a mostrar lo muy hábil que era, o a lo mejor era su mejor ayuda,
ya había sido Secretario de Relaciones Exteriores, había colocado a su hijo
como Director General de Teléfonos de México, cuando esta empresa era de los
mexicanos administrada por el gobierno, y se desempeñaba como Secretario de
Hacienda en el tiempo de la anécdota.
Pues bien, un empresario contratista del
gobierno lo visitaba todos los días y le llevaba un presente, una pluma, una
corbata, un libro, algo que le recordara su presencia.
Y un día le dijo más o menos: señor Secretario, usted trabaja mucho, no
descansa y realmente debe descansar, relajarse. Mire yo tengo una casa en
Acapulco, un avión y un yate. Los pongo a su disposición, cuando quiera, sobre
todo los fines de semana, en mi avión le llevan a Acapulco, mi limusina le
espera en el Aeropuerto y lo llevan a la casa.
Ahí tendrá servicio para hacerle tranquila
su estancia y el yate siempre listo para que cuando usted lo desee, salga al
mar a pescar o simplemente a disfrutar la brisa marina en alta mar.
El señor Secretario aceptó más rápido que
pronto y se convirtió en usuario constante de esos placeres.
Pero un día, el licenciado Carrillo Flores
dejó de ser Secretario de Hacienda y no volvió a ver a su amigo el empresario.
Pero pasado algún tiempo se encontraron
estos dos personajes en un elevador con destino al Club de Industriales en la
Ciudad de México y el Licenciado Carrillo Flores le dice al empresario: amigo
como ha cambiado usted, cuando era Secretario de Hacienda todos los días me
visitaba, me llevaba un regalo, ponía a mi disposición su avión, su limusina,
su casa, su yate y desde que deje de ser el Secretario de Hacienda no lo he
vuelto a ver. Como ha cambiado.
Ante esto el empresario le contestó:
disculpe licenciado, yo no he cambiado, yo sigo visitando al Secretario de
Hacienda, le llevo todos los días un presente, el Secretario usa mi avión, mi
limusina, mi casa, mi yate, yo no he cambiado.
El que cambió fue usted. Usted ya no es el
Secretario de Hacienda.
Y consideré oportuno comentar una vez más
esta anécdota, ante el cambio de gobierno federal y de muchos Estados y
Municipios que se avecinan, para que muchos funcionarios que eran objeto de muchas
atenciones por parte de diversos personajes y después de que entreguen su
cargo, no reciban ni un saludo, sobre todo aquellos que se distinguieron por no
recibir a los ciudadanos que acudieron a su oficina en busca de una atención o
respuesta a sus problemas y necesidades.
Por eso no hay que olvidar a los amigos de
siempre, a los de la escuela desde la primaria, ellos siempre estarán presente.
Muchos tendrán nuevas oportunidades en la
administración pública, aun cuando el gobierno que llega sea de un partido
distinto, otros habrán fomentado algún negocio que les permita lo más
importante, que es ocuparse y ganar el sustento familiar, otros tomaran un
descanso, pero todos extrañaran las atenciones que por el cargo que tenían,
recibían.
Muy pocos escapan de esta sensación, ahora
tendrán tiempo para reflexionar.
Te
saludo cordialmente.