Por: José Zenteno Dávila.
Muchos nos sentimos extrañados por la manera en que se toman
algunas decisiones en el gobierno federal. Más allá de un estilo de gobernar
diferente al que estuvimos acostumbrados, la realidad es que el país va sin
rumbo en la mayoría de los temas y en aquellos que tiene un sentido, todo
indica que este gobierno optó por soluciones del pasado que no van a contribuir
al progreso social ni material de México.
Se queja el presidente López Obrador de que no hay columnas
ni artículos que apoyen su proyecto de gobierno, “no están de acuerdo con nada
de lo que estamos haciendo”. Se victimiza ante los analistas que -según él-
“añoran el pasado”, sin detenerse a cuestionar las carencias, las
insuficiencias y las incoherencias de su proyecto de gobierno. Como en el cuento
de Blancanieves, el presidente vive atrapado por el espejo mágico de la reina
Grimhilde, víctima de su soberbia, de su ambición de trascendencia histórica y
de una corte de aduladores que no le ayudan a gobernar.
Andrés Manuel López Obrador no se detiene a reflexionar en
nada de lo que decimos los columnistas y analistas independientes. Nos tiene
por enemigos de su proyecto y así nos estigmatiza ante su pueblo, temeroso
quizá de que algunos de sus fieles seguidores sí escuchen las razones y
comiencen a cuestionar “el proyecto cuatroteísta”.
Existe una pléyade de opinadores al servicio del gobierno
que en nada contribuyen al debate público de las ideas y tampoco logran
explicar el sentido estratégico de la actuación gubernamental. A lo sumo llenan
de calificativos sus textos como verdaderos panegiristas incapaces de
sustanciar con argumentos y razones, son simples mercenarios al servicio de la
corte.
Ante el peso de las evidencias y la fuerza de los medios
independientes como las revistas NEXOS y LETRAS LIBRES, el nuevo régimen que
camina en reversa optó por perseguirles, al estilo del viejo que no toleraba la
crítica y menos la crítica inteligente. El cuatroteísmo es cada vez más
descarado en su verdadera vocación autoritaria.
Habría que recordarles al presidente López Obrador y a sus
fieles escuderos revestidos de una imaginaria superioridad moral, que el
sentido común no se puede coartar, que el pensamiento libre es fuente de
progreso y que la oposición es necesaria para evitar los excesos y los abusos. Quienes
cuestionamos las decisiones de política pública emprendidas por este o por
cualquier gobierno, no somos enemigos de México ni emisarios de nadie, somos
ciudadanos en pleno goce de nuestras libertades.
La corrupción del pasado es el recurso político más
utilizado para salvar al régimen. Ante la incapacidad manifiesta para
entregarle resultados a la sociedad, la respuesta oficial es desestimar los
indicadores y utilizar distractores para evadir la responsabilidad. Es más
fácil estigmatizar a los analistas que desmentirles con argumentos, trabajo y
resultados. Es más fácil lanzar un escándalo para distraer a la opinión pública
que enfrentarla con información veraz y objetiva.
No sería justo que le exijamos al presidente que escuche y
sea empático si nosotros no hacemos lo propio. Por ello, en esta ocasión haré
el intento de pensar como alguien que respalda al López Obrador y procuraré
justificaré su posición. Sé que la adhesión al régimen es un fenómeno que para
algunos parecería el síndrome de Estocolmo (término utilizado para describir
una experiencia psicológica paradójica en la cual se desarrolla un vínculo
afectivo entre los rehenes y sus captores), aunque para otros es una posición
política cargada de sentido y significado.
Ante la pregunta de por qué la gente sigue apoyando al
presidente López Obrador si el gobierno no tiene pies ni cabeza. Hay varias
explicaciones dependiendo del segmento del que se trate. Los más fieles son los
que se sentían excluidos del poder político en los gobiernos del PRIAN y que
hoy creen formar parte de un gobierno que trabaja para ellos. Otro grupo que
apoya al presidente está conformado por los eternos beneficiarios de programas
sociales, esos que se ponían la gorra del PRI, luego la del PAN y ahora usan la
de MORENA. Un tercer grupo se integra por aquellos que disfrutan el espectáculo
justiciero de López Obrador, sienten enorme placer ante lo que consideran la
justicia popular que actúa en contra de quienes les robaron.
Existe un factor común en los 3 grupos de simpatizantes y es
la esperanza. La retórica de las campañas durante 18 años entrenó a millones de
mexicanos a pensar la realidad política en términos del binomio amigo enemigo.
Dicha dualidad le resuelve a esos mexicanos una crisis existencial que tiene
dos caras; la de conciencia y la de sobrevivencia. La crisis de conciencia se
resuelve porque ya hay un enemigo culpable de su desgracia y en esa medida se
descarga de la propia responsabilidad por el fracaso material, moral y
cultural. La crisis de sobrevivencia se resuelve mediante las transferencias de
dinero a cambio de nada o mejor dicho, a cambio del apoyo al régimen. Entonces,
el amigo es el que libera de la responsabilidad individual y regala dinero
disfrazado de acto de justicia, lo que conduce a una renovación de la esperanza
en esos ciudadanos.
Podrán estar equivocados los millones que creen en la
política de buenos contra malos y los que viven una fantasía que renueva su
esperanza de ser más y tener más sin pagar el precio del trabajo, la
responsabilidad y la constancia. Sin duda que un día despertarán de su quimera,
al igual que nuestros padres despertaron de la suya en la década de los
setenta. Lo único que podemos decirles desde este lado de la conciencia es que
el fracaso está garantizado pero tienen derecho a soñar y a experimentar la
frustración; la libertad alcanza para eso.
Lamentablemente la libertad regulada desde el gobierno cada
vez se estrecha más para quienes no concordamos con él. El presidente tiene
miedo de las razones, huye al debate de las ideas, siempre tiene otros datos, y
cuando la evidencia es incontrovertible opta por la represión y la persecución.
El cuatroteísmo tiene sus cimientos en la esperanza de la gente, por esa razón
el presidente se esfuerza en dibujar una realidad alterna que alimente a esa
esperanza.
La ventaja del gobierno y del presidente en contra de su
oposición política, es que ellos sí saben dónde está su línea de flotación y la
cuidan como la niña de sus ojos, mientras que los opositores no atinan a
construir un discurso capaz de mover la esperanza de millones de mexicanos. La
oportunidad para la oposición, inmerecida hasta ahora, es que la terca realidad
se va imponiendo a la retórica, las cajas chinas y las cortinas de humo.