La Revista

Los mosquitos y el Obispo

Manuel Triay Peniche
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QUEJA CONTRA EL PAPA

Por Manuel Triay Peniche


Buen día amigo Francisco, permite que te llame así porque sigo tu trayectoria desde que el Sacro Colegio Cardenalicio de eligió Papa. Soy testigo de cómo has abierto las puertas del Vaticano a todo aquel que quiera trasponerlas, has dado mayor espacio a las mujeres y abrazaste a los homosexuales, castigaste a tu personal porque metió mano a las finanzas, y un largo etcétera, pero tengo una queja en tu contra: no has renovado la liturgia de tu Iglesia, relegada desde hace más de 2000 años.
Anoche fui a misa, aunque de nada sirvió porque entre los miles de mosquitos y tu Obispo perdí la concentración. Fue una misa de Confirmación, había una veintena de jóvenes vestidos de blanco y los fieles rebasamos la capacidad del tempo, rodeado de yerba: La segunda lectura fue del Libro de los Reyes, y el Evangelio, de San Juan; ambos refirieron pasajes sobre alimentación a la gente, y tu celebrante comenzó su homilía hablando de un hombre de Baal Salisá que llevó pan para dar de comer a 100 profetas.
Hasta dejé de matar mosquitos cuando escuché al Obispo. Amigo Francisco, ¿tú sí sabes qué es o donde queda Baal Salisá? Allá terminó mi devoción y mi mente comenzó una cacería de sacerdotes retrógados que siguen predicando con parábolas como hace 20 siglos, que le siguen hablando al pueblo judío cuando ya somos casi 8 mil millones de personas en este planeta Tierra.
¿Y sabes qué, amigo Panchito? Era una “misa de Confirmación” a la que acudimos cientos de feligreses. Qué tal si tu Obispo aterrizaba un poco aquellas lecturas y nos enseñaba, o recordaba en su caso, que la Confirmación es un “sacramento de iniciación”, instituido para que aquellos jóvenes presentes aceptaran por voluntad propia las disposiciones de tu Iglesia que en el bautizo aceptaron por ellos sus papás.
Que tal, Santo Padre, si tu Obispo les explicaba el significado del Santo Crisma, ese óleo con el que ungió a los jóvenes confirmantes y que, precisamente, fue el mismo con el que fueron ungidos en su bautismo cuando eran bebés y no se podía defender. Yo creo, amigo Pancho, que todos hubiéramos salido más conscientes del significado de esa ceremonia.
Pero si, como siempre, la liturgia de tu Iglesia me repite que Dios nuestro Señor con siete panes y dos peces dio de comer a más de cinco mil personas y sombraron 12 canastos llenos, yo me digo: y qué chiste, claro que sí, él era Dios. ¿Por qué, Papa Francisco, no nos actualizamos un poco, y tus obispos nos hablan de la obligación de tu Iglesia de combatir la desigualdad, de la generosidad que no debe ser una virtud sino una norma de vida?
Lástima amigo Francisco que no podemos explayarnos en esta plática, pero, en serio, o modernizas tu Iglesia o cada día los católicos seremos menos. Que tus obispos no sigan hablando de Baal Salisá que sólo aparece en la Biblia y nos hablen de este México sangriento donde nos matamos entre hermanos, que nos hablen de darles de comer pescado, o aunque sea Sabritas, a esos miles de hambrientos que huyen de sus países, que convivamos en una Iglesia generosa donde seamos igual a pesar de nuestras diferencias de sexo e incluso de religión.
Ah, bendíceme en lugar de castigarme por lo que dije, pues en el fondo sabes que en este tema nos sales debiendo.

Manuel Triay Peniche
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