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Los que se dicen puros

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

“Eso si calienta”, dice López Obrador cuando se le señala que muchas de sus actitudes nos recuerdan a ese gobierno autocrático y grosero del que apenas nos libramos los mexicanos.

Quizá el más exitoso opositor contemporáneo, López Obrador se desnuda siendo presidente, cargo por el que luchó 18 años hasta que 30 millones de mexicanos lo eligieron, al fin, para serlo.

Atrás quedó el ridículo de autonombrarse presidente legítimo alegando un fraude que no pudo probar, atrás quedo el papelón de haber cerrado Paseo de la Reforma el 15 de agosto del 2006 que a tan sólo 16 días de haberse iniciado ya registraba pérdidas de cerca de 3 mil millones de pesos para varios comercios, hoteles y restaurantes, así como el despido de 809 empleados registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social, según la iniciativa privada.

El plantón y cierre duró 45 días y tanto sólo en restaurantes la afectación fue de 900 de nueve mil que también resintieron la protesta.

En mayo de 2013, cuando López Obrador ya no pertenecía al PRD, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ratificó la sentencia de un Tribunal Colegiado que obligaba al sol azteca a pagar un monto total de 25 millones 134 mil 634 pesos para pagar facturas de gastos de insumos y logística por el bloqueo de 2006 en el entonces Distrito Federal.

Dieciocho años después, ya como presidente, López Obrador está muy lejos de sus principales promesas de campaña: meter al Ejército a los cuarteles no es una realidad, por el contrario, le dio tareas para las que no está preparado y sacó a miles de elementos para convertirlos en una guardia nacional que lo mismo cuida migrantes, que hace rondines por las ciudades o acredita falta de preparación en operativos contra el narcotráfico.

Tampoco ha cumplido con su promesa de crecer ya no al 6 ni al 4% toda vez que el país está en franco estancamiento y la contracción de diferentes sectores económicos son más que evidentes.

Canceló las guarderias infantiles que ofreció mantener, redujo medicamentos para seropositivos y niños con cáncer y el desabasto de medicamentos se ha extendido por todo el país a todas las instituciones de salud. No se ha fumigado, no se ha promovido la inversión y canceló desde el aeropuerto de Texcoco hasta el Consejo Turístico Nacional además de desaparecer el Cisen y el Estado Mayor Presidencial. El avión presidencial tampoco se ha vendido aunque Los Pinos si dejó de ser residencia oficial y Palacio Nacional lo convirtió en su domicilio presidencial.

A punto de cumplir un año, López Obrador ha enfrentado varios temas polémicos, pero quizá el parteaguas de su gestión será el fracaso que significó la aprehensión del hijo del Chapo Guzmán, operativo que ya provocó siete versiones de su administración, todas ellas contradictorias.

En su gestión, que presume como de combate a la corrupción, López Obrador no sólo consintió que Jaime Bonilla violara la Constitución al promover ante el Congreso de Baja California una extensión del mandato que consiguió en las urnas, sino que tampoco censuró que su subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, operara el cohecho a los legisladores para darle curso a la afrenta constitucional.

Y como colofón, la mayor ofensa a los mexicanos la vimos en las redes sociales en un vídeo donde la secretaria de Gobernación acude a la toma de protesta de Bonilla y presume de haber hecho una declaración muy importante donde señala que la trampa del candidato de Morena para quedarse cinco años “previvirá”.

Después de ese dicho, de las esquivas declaraciones presidenciales, de la nula reprobación del acto de Bonilla de querer quedarse cinco años en lugar de dos para los que fue electo, el gobierno de López Obrador ha dejado muy en claro que, en efecto, es un gobierno de cuarta que es capaz de buscar en recovecos para salirse con la suya, de hurgar entre “tinterillos” y “abogansters” para torcer la ley y para darnos certeza de lo que en Campeche se practicó durante el sexenio 1997-2003 desde el Tribunal Superior de Justicia: “la ley es como un chicle, se puede estirar para un lado o para el otro, como se requiera”, decía su presidente cuando se ensañaba con el hijo de un exgobernador que lo había sorprendido infraganti en un caso de corrupción.

Hoy, el cinismo del regimen de López Obrador sólo sirve para acreditarnos lo que decía Aldouo Huxley: “cuanto más siniestros son los planes de un político, más pomposa, en lo general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”.

Doña Olga, la ministra propuesta por Ernesto Zedillo, para ministro de la Corte, la presidenta de la Comisión Nacional de Garatías y Vigilancia del Partido de la Revolución Democrática, con Rosario Robles, traicionó sus propios argumentos porque nadie le avisó que estaban transmitiendo en vivo.

Ella, la encargada de desestimar el desafuero del entonces jefe de gobierno hoy nos da una muestra de que tienen el mismo interés: acabar con la democracia, extinguir las elecciones y mantenerse en el poder vía los congresos en los que tienen mayoría. Simple.

¿Cómo creerle hoy a ese discurso que habla de combatir a la corrupción, de “calentarse” cuando se les compara con lo peor de los políticos de este país, cómo acreditar que son ejemplo, cómo recuperar la confianza de quienes no votaron por ellos si las bajezas son ahora hasta peores?

¿Peores? Se preguntará usted y tendrá razón. Dígame: ¿qué presidente o gobernador del PRI, PRD o PAN compraron a sus diputados, de todos los partidos, para, sin recato, aprobar una reforma a la ley para extender el mandato de un periodo de gobierno ganado en las urnas?

Es verdad que los congresos de los estados son una hoguera de vanidades que a veces se apaga exhibiendo a la cónyuge del diputado más encumbrado para aquietar sus aspiraciones; es verdad que casi todos los legisladores reciben “bonos” por aprobar equis o ye ley, pero ¿que se hayan exhibido en intentonas reeleccionistas de facto? Eso es un experimiento que ahora sabemos que condujo un subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, por instrucciones de la secretaria de Gobernación y con el aval del propio López Obrador que aseguró, sin embargo, que él “no se mete”.

Pero los temas se siguen acumulando y en el caso de Culiacán, las contradicciones han llegado al extremo de causar malestar entre los miembros del ejército, quienes no han dudado en exponerlo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que la transformación que encabeza cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad que no permitirá otro golpe de Estado, publica El Universal.

“Ahora es distinto. Aunque son otras realidades y no debe caerse en la simplicidad de las comparaciones, la transformación que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado en nuestro país”, escribió.

El tema lo están desviando junto con la legalidad. Los afanes golpistas son una exageración desde el gobierno precisamente para acallar las voces críticas que denuncian no sólo las limitaciones operativas que hoy tienen los militares sino los excesos a los que los fuerzan, al hacerlos responsables de tareas migratorias, de construcción y hasta de vejación de su investidura por parte de delincuentes a los que no pueden contestar las agresiones.

Mal empieza noviembre. Las evidencias de que el gobierno que nos vendieron como el que combatía a la corrupción hoy la permite con distingos: Manuel Bartlett, Jaime Bonilla, compras sin concurso, reparto de dinero sin reglas, caprichos en obras que no tienen permisos ni proyectos… Y eso que apenas vamos a cumplir un año.

José Francisco Lopez Vargas
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