La Revista

Los siempre aislados

Manuel H. Gutiérrez Martínez "Hache"
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Por Manuel H. Gutiérrez Martínez “Hache”.

Correo: gutmar1@hotmail.com / @Hache_Gutierrez

Escribo esto mientras hago un recuento de las noticias de los últimos días referentes al Coronavirus, de cómo una enfermedad que parecía lejana hoy es una realidad en nuestro país, en nuestro estado. Escucho y leo asombrado -y con tristeza- los reportes que nos llegan de países como Italia, China o España, al fondo los de México y cómo parece que las cifras van en aumento.

Vienen a mi mente con preocupación -no sé si exagerada, pero sí creo válida- el riesgo que todos corremos cuando una pandemia que pareciera de un guion de Hollywood como la que estamos atravesando, llega. Es inevitable pensar en los nuestros, en las familias, en los amigos, en los compañeros de trabajo, en nosotros mismos y en lo que mejor debemos hacer para salir bien librados de todo. Pero también recuerdo a quienes la vida, el sistema y la sociedad los tienen desde hace mucho “aislados”, viviendo al día, luchando con carencias por salir adelante; algunos con información, otros sin ella, pero lo más doloroso -con o sin ella- que poco pueden hacer o cambiar para tener menores riesgos que muchos otros “privilegiados” en este país y el mundo mismo.

Pienso en las mujeres que venden periódicos en las avenidas, en las personas de la tercera edad que piden “caridad” en las calles, en los hombres del campo, en las trabajadoras que buscan su sustento y el de su familia limpiando casas o vendiendo en los mercados, en los olvidados que caminan por las ciudades o los que por su condición están solos y abandonados. Todos y todas ellos, los cuales -insisto- se encuentran de mucho atrás -sino es que de siempre- en algo que me atrevo a llamar “aislamiento social”, el cual, sin duda, los pone en una lamentable desventaja ante situaciones como las que estamos pasando.

Nos dicen que debemos cumplir con las medidas preventivas: no salir de casa, a otros les otorgan facilidades para no ir a su empleo, varios más, desde distancia, pueden seguir laborando. Nos piden no hacer compras de pánico y salir lo menos posible a sitios con mucha gente, lavarnos las manos varias veces al día y usar gel antibacterial y que si tenemos fiebre y/o tos permanezcamos en casa o vayamos al médico -nos lo dicen acertadamente y lo aplaudo-.

Entonces hago un alto en esta reflexión y me planteo varias preguntas: ¿Y qué pasa con el hombre que tiene que salir a limpiar jardines o lavar autos para llevar el alimento a sus hijos? ¿Y las mujeres que venden antojitos en el mercado para pagar la medicina de un hijo enfermo o comprarle la leche a su recién nacido? ¿Y con el abuelito que diario camina bajo el sol con un bastón para extender la mano y recibir las monedas que le harán comprar el pan del día? ¿Qué hacemos como sociedad con todos y cada uno de estos “aislados” -no sólo en México, sino en el mundo- a los que hoy podemos recomendar pero que tienen pocas oportunidades de aplicar esas recomendaciones?

Podríamos entrar en un debate sobre el sistema, sobre lo hecho y dejado de hacer, de las razones de la desigualdad, de la labor de los gobiernos de ayer y hoy, pero creo, no es momento; por el contrario, considero que como sociedad la empatía debe prevalecer también al tomarlos en cuenta y encontrar soluciones inmediatas -por pequeñas que parezcan- para subirlos al mismo barco de oportunidades de los que tenemos la bendición de contar con algún ingreso fijo y luchar en igualdad para salir bien librados de esta crisis de salud.

El México en el que vivimos que concentra grandes porcentajes de población en estado de pobreza requiere ante contingencias como la que vivimos del esfuerzo de todos y de demostrar de nueva cuenta el corazón solidario que nos ha caracterizado a lo largo de la historia ante catástrofes y grandes problemas. Las y los mexicanos como hermanos debemos de colaborar con el gobierno y los expertos, pero también ser solidarios con aquellos y aquellas que necesitan de nosotros para enfrentar la crisis sin estar en mayor riesgo.

¿Qué hacemos entonces cómo sociedad? -creo yo- iniciar desde nuestro entorno, con los que tengamos a la mano y con pequeñas acciones que pueden ayudar mucho. Por ejemplo, si tenemos en nuestros hogares alguien que nos ayude con la limpieza, pedirle que no vayan y ver la forma de hacerle llegar el pago correspondiente; si sabemos de alguien que sale a vender algún producto o a ofrecer un servicio a las calles, compremos parte o todo lo que ofrecen o apoyemos con algo de nuestros recursos para que se regresen con su familia. Si eres de los que realizaron compras de pánico de manera innecesaria, toma algo de lo mucho que tienes en la alacena y compártelo con alguna familia de escasos recursos para que por uno o dos días -por lo menos- no tengan que salir a buscar el sustento. Así podría ir poniendo ejemplos de pequeñas grandes acciones, ustedes, los que hacen favor de leer esto, seguro tendrán muchas otras y mejores.

Hagamos una cadena de buenas obras, de empatía, de solidaridad, de demostrar que podemos ser un solo corazón en este México que de nuevo estará a prueba y dónde su pueblo deberá con obligación moral ayudarse y ayudar a todos, sobre todo, a los “aislados sociales” que poco pueden pensar en darse el “lujo” de prevenir una enfermedad de la manera correcta por terrible que parezca porque el hambre y la necesidad es lo la primera pandemia que viven todos los días.

Y tú ¿Cómo vas a ayudar?…

Manuel H. Gutiérrez Martínez "Hache"
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