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Los tratamientos con cloroquina se abren camino en el sistema sanitario público de Brasil

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“¡La cloroquina ha vuelto!”, celebró el presidente brasileño Jair Bolsonaro en la última semana, después del culebrón repleto de giros en los estudios sobre la eficacia del uso de este fármaco para tratar a pacientes con la covid-19. La revista The Lancet ha retirado de su plataforma, a instancias de sus autores, el estudio mundial que concluía que la cloroquina y la hidroxicloroquina no ofrecían ningún beneficio a los pacientes con coronavirus, y que incluso podían aumentar el riesgo de muerte en un 30% de los casos. Algunos días después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que reanudará los ensayos con estos medicamentos, que se habían interrumpido tras la publicación del estudio.

Fue la gloria para Bolsonaro que desafió la lógica científica y ordenó a finales de mayo que el Ministerio de Salud emitiera nuevas directrices para la aplicación de la cloroquina y la hidroxicloroquina en pacientes no solo graves —como ya se admitía—, sino también en personas con síntomas leves de la enfermedad, siempre con previo consentimiento del médico y del paciente. El nuevo protocolo fue firmado por el ministro interino, el general Eduardo Pazzuello, el tercero que ocupa esta cartera durante la pandemia —los dos primeros se retiraron por no estar de acuerdo con la receta del fármaco como remedio para la covid-19.

El joven cocinero Lucas Bittencourt, de Porto Feliz, una pequeña ciudad a 118 kilómetros de São Paulo, fue uno de los pacientes del sistema público que se medicó con la cloroquina. Trabaja en una residencia y se sometió al test PCR, que detecta la presencia del virus, a petición de su jefa, que pertenece al grupo de riesgo. Para su sorpresa, puesto que no presentaba ningún síntoma, dio positivo. “Nada más saberlo me fui a un centro de salud. Solo me pidieron que hiciera cuarentena y me dieron los medicamentos”, afirma. Bittencourt recibió un kit con siete fármacos que obedecen al protocolo de tratamiento precoz de la ciudad para los casos con sospecha de covid-19, entre ellos, la hidroxicloroquina. Al tomar el cóctel, el cocinero asegura haber sentido náuseas, dolor de barriga y diarrea, pero respeta las instrucciones que le dieron en el centro de salud: “Si me la recomiendan, es porque saben lo que hacen”.

El Ayuntamiento de Porto Feliz asegura que el protocolo de prescripción del fármaco solo se realiza para los pacientes con síntomas tras realizarles pruebas como análisis de la función renal y hepática, tomografía computarizada de tórax y electrocardiograma ratificado por un cardiólogo, y con la “autorización formal de cada paciente”. Solo después, el médico decide “si se puede indicar o no con seguridad el uso de la hidroxicloroquina y de las demás medicaciones que componen el protocolo”.

El uso de estos fármacos desprecia el hecho de que los estudios sobre su uso aún son inconcluyentes. El protocolo también va en contra de lo que arroja el único estudio brasileño sobre la medicación. El 18 de abril, la Fundação Oswaldo Cruz (Fiocruz) emitió un comunicado en el que afirmaba que dosis altas de cloroquina no eran indicadas para el tratamiento de pacientes graves de covid-19 y que aún no era posible probar la eficacia de su tratamiento en la enfermedad. Los resultados, todavía iniciales, no han avanzado hasta la fecha y no hay una conclusión sobre el estudio. Por eso, el Tribunal de Cuentas brasileño pidió explicaciones acerca de la fundamentación técnica y jurídica que llevó al nuevo protocolo emitido en mayo.

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