Por: Manuel Triay Peniche.
Y no hubo sorpresa alguna… Como pudimos suponer desde la última asamblea nacional cuando el PRI suprimió de sus estatutos la militancia para su candidatura a la presidencia de la República, el nombre de José Antonio Meade se inscribió en la boleta electoral de julio de 2018.
Académico con doctorado en Yale, de clase media alta, cinco veces secretario en gabinetes presidenciales del PAN y del PRI, sin Partido alguno manifiesto, José Antonio podría vender en el mercado electoral una cara nueva: experiencia y juventud –tiene 48 años-, curriculum sin mancha, posición social, reconocimiento internacional, etc.
Sin embargo, él o sus asesores parece no piensan igual, nos lo presentaron en un escenario del siglo pasado, con la parafernalia más manida del viejo PRI: matracas y vítores en las Confederaciones, abrazos y fotos con el gordo de la CTM, la misma gente, la misma postura, la misma pose, la misma imagen.
Si miramos hacia los veinte y tantos años de funcionario público, podríamos decir que Meade no dejó huella a su paso por el Gobierno, mas en su descargo diré que fue Secretario y no el responsable de las políticas públicas o económicas del país y que, con las riendas en la mano, podría darle el golpe de timón que requiere México para frenar el galopante incremento de su pobreza y cimentar su riqueza.
Pero para eso deberá rodearse de gente nueva, limpia de manos y sin compromisos ni ataduras políticas, como él presume de sí mismo, sin Videgarayes ni Atlatomulcos, sin mirar al pasado ni devolver favores, ser Meade y no la prolongación de Peña ni de Salinas.
Don Enrique jugó muy bien sus cartas, José Antonio llega como candidato de unidad, aparentemente sin sombras ni rencores, sin heridas que suturar y quizá sin compromisos. Hasta doña Ivonne que parecía levantada en armas luce calmada, quizá alguien le dijo al oído “calladita te ves más bonita” y tal vez hasta le enseñó un expediente: el suyo.
Así pues, el candidato Meade tiene todo para convencer y ganar votos, tanto entre panistas y priistas como entre quienes no comulgamos con partido alguno y, para nosotros, repetimos, su principal oferta en su independencia política y partidista, ojalá no la eche por la borda convirtiéndose en uno más de los que nos enamoran cada sexenio.