La Revista

Matamoros, el microcosmos de la crisis

Jorge Fernández Menéndez
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Razones, por: Jorge Fernández Menéndez. 

En medio de la crisis por el secuestro de
estadunidenses en Matamoros, dos de los cuales fueron asesinados; de presiones
de todo tipo para declarar a los cárteles de la droga en México como
terroristas y de visitas urgentes de funcionarios de áreas de seguridad de la
Casa Blanca y el Departamento de la Defensa, precisamente cuando estamos
llegando ya a la cifra de los 150 mil muertos en lo que va del sexenio y cuando
la epidemia de fentanilo parece sobrepasar en la Unión Americana a las propias
autoridades estadunidenses y se ha colocado ya como uno de los temas centrales
de la campaña electoral, el presidente López Obrador decidió visitar el que fuera
llamado Búnker de la Policía Federal, dar desde allí su mañanera y seguir
hablando de Genaro García Luna.

El miércoles estuvo en México, reunida con el fiscal
Gertz Manero, Elizabeth Sherwood-Randall, que es la asesora de Seguridad
Nacional del presidente Biden, y ayer estuvo la subsecretaria de Defensa
Nacional y Asuntos Hemisféricos, Melissa Dalton, para reunirse con el general
Luis Cresencio Sandoval. No vinieron a hablar sólo de Matamoros: lo de esa
ciudad fronteriza es quizá la gota que derramó el vaso, pero el verdadero tema
está en el tráfico de fentanilo y la desarticulación de las bandas del
narcotráfico en México. Eso es de lo que vinieron a hablar, eso es lo que
exigen.

Lo de Matamoros tendría que ser un ejemplo de todo lo
que falta y de todo lo que no hay que hacer en el ámbito de seguridad. No es
verdad que las fuerzas de seguridad actuaron “bien y rápido” ante el secuestro
y el asesinato de los estadunidenses. Fueron agredidos el viernes cerca de las
12 del día en una zona muy transitada, cerca del puente internacional; las
imágenes donde se ve incluso cómo cargan los cuerpos en una camioneta
estuvieron disponibles en tiempo real y no pasó nada porque no sabían que eran
estadunidenses. Ahora sabemos que muertos y sobrevivientes fueron llevados a
una clínica en pleno Matamoros, donde estuvieron hasta que el domingo el FBI
dio la voz de alerta y demandó el rescate de los secuestrados. De allí los
trasladaron a la finca donde fueron encontrados y todo indica que fueron
entregados por los traficantes. Incluso, la pequeña casucha tenía estacionada
junto a ella la camioneta que, se supone, se estaba buscando desde el viernes.

Para aumentar la confusión, cinco personajes
encadenados fueron entregados por el Cártel del Golfo, argumentando que eran
parte del Grupo Escorpión y que eran los que habían secuestrado a los
estadunidenses. Se supo también que tres de los secuestrados tenían
antecedentes por delitos relacionados con drogas en Carolina del Sur y se ha
especulado sobre las verdaderas causas de su visita a Matamoros.

Lo cierto, lo que queda después de todo esto, es una
exhibición de la vulnerabilidad del Estado mexicano ante el control territorial
de los grupos criminales, que deciden a quién y cómo secuestrar a plena luz del
día, cómo y cuándo entregar, desde las víctimas hasta los victimarios.

Muchas veces hemos dicho que las autoridades sólo
reaccionan ante los avances de los grupos criminales y les dejan a éstos la
iniciativa. Ésa es la causa de que, más allá de algunos golpes y detenciones,
los grupos criminales se hayan ido empoderando cada vez más, atreviéndose a
realizar acciones que nunca antes habían realizado y menos aún con tanta
impunidad. Lo sucedido en Matamoros resulta una suerte de microcosmos de todo
ello y es lo que exhibe a las autoridades más allá de cualquier discurso.

EL
BÚNKER

Siempre he pensado que el Estado mexicano tiene que
mostrar, exhibir, sus potencialidades, su infraestructura, su capacidad.

En el búnker de la desaparecida Policía Federal, desde
donde el presidente López Obrador trasmitió su mañanera, estuve, por primera
vez, en el 2009. Era y así debería seguir siendo, considerada una obra de
infraestructura notable para la seguridad: la más importante que se había
construido en muchos años y adelantándose a las exigencias informáticas que
entonces se vislumbraban y ahora se han impuesto. No es verdad, como se dijo,
que fue una obra realizada para “apantallar” y que “se inspiró en la
escenografía de una serie de televisión”. Era una obra diseñada para poder
conectar en tiempo real todo tipo de dependencias y, sobre todo, los C3, C4 y
C5, que entonces comenzaban a surgir y que requerían ser monitoreados y
coordinados desde el ámbito federal. Había áreas de reacción, de inteligencia,
de comunicaciones, y todas ellas funcionaban en torno a dos salas de juntas que
se podían usar, incluso, ante crisis, como un terremoto, sin perder
comunicaciones (por eso había un túnel). En ese sentido se basaban también en
estándares internacionales.

Cuando recorrí por primera vez esas instalaciones me
quedé con una impresión: eran tan poderosas y podían utilizarse de tantas
formas que trascendían la seguridad pública, hasta incursionar en la seguridad
nacional. Cuando llegó la administración Peña Nieto alguien pensó que ése era
demasiado poder, y todo lo que era Plataforma México y que se concentraba en
esas instalaciones terminó dividido entre varias dependencias de seguridad. Se
debilitó una infraestructura que hubiera sido muy importante, más allá de los
nombres de los funcionarios en turno, no sólo mantenerla, sino hacerla crecer
para el futuro. Ahora se recupera para la Guardia Nacional. Está muy bien, así
debe ser. Entonces, ¿por qué intentar ridiculizar una infraestructura
estratégica?

Jorge Fernández Menéndez
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