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Meade: la corrupción y la percepción

Jorge Fernández Menéndez
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Por Jorge Fernández Menéndez

José Antonio Meade volvió a colocar en la mesa una propuesta que debe ser considerada y debatida. De la mano con la que presentó lunes y martes en Durango y Tamaulipas, sobre seguridad pública, dio a conocer una propuesta anticorrupción que, además, entregó a los coordinadores parlamentarios del PRI para que, a su vez, la presenten como iniciativa de ley (la Ley Meade le llamaron) ante el Congreso en el próximo periodo ordinario.
La propuesta tiene el mérito de enlazar las medidas contra la corrupción con las de la inseguridad y giran, ambas, en torno al dinero: quitarle el dinero a los narcos y quitarle el dinero a los corruptos. En el caso de la corrupción de funcionarios, propone recuperar los bienes de los corruptos para canalizarlos a un fondo nacional de becas para niños y mujeres, aumentar las penas a los funcionarios públicos deshonestos y volver obligatoria la certificación patrimonial de altos funcionarios y legisladores.
Pero el tema central es modificar las leyes de extinción de dominio. De la misma forma en que se debe quitar dinero a los narcotraficantes, porque si se quedan ellos, sus familias o socios con los recursos, la detención jamás detendrá el negocio criminal, también hay que quitarle el dinero y los recursos a los corruptos, porque de poco sirve que pasen, en el peor de los casos, unos años en la cárcel si, finalmente, se quedan con el dinero que se robaron.
Son dos buenas propuestas, entrelazadas, de Meade que no han generado reacción alguna de sus adversarios, y que demuestran que el exsecretario está apostando a las propuestas para diferenciarse de López Obrador y Anaya. Y hace bien porque ése es su fuerte, no la confrontación. Por eso, también, han gustado los spots en los que se aparta tanto de las descalificaciones como de las declaraciones y promesas vacías o incumplibles.
Ésos son los claros de la campaña de Meade, pero también hay oscuros. Desaseos como el que se produjo en Chiapas con la designación del candidato a gobernador por la alianza PRI-Verde son incomprensibles y tienen costo mediático y, lo que es más importante, también en votos.
Existe una percepción de que en la campaña de Meade hay demasiados generales y pocos operadores. Quizás no sea, necesariamente, así, pero en política la percepción es la realidad. Y esa percepción se alimenta de sucesos como los de Chiapas.
La situación de Meade es difícil porque debe mantener su perfil ciudadano, pero debe ser reconocido por los priistas, debe mantener la alianza con el Verde y el Panal, pero acercar el voto no partidista. Debe compatibilizar posiciones y ser un candidato que muestre nuevas opciones porque no puede ser continuista, pero tampoco puede ser un candidato de ruptura.
Por eso se deben cuidar los equilibrios. Un ejemplo. La integración de Julio Di-Bella al equipo de José Antonio Meade es importante, tanto que la dirigencia panista se apresuró a decir que Di-Bella nunca había sido militante de ese partido, lo que era falso. Además de candidato en Irapuato, Di-Bella fue parte de los equipos de Vicente Fox y de Felipe Calderón, además del de Josefina Vázquez Mota, en la campaña presidencial del 2012 y la del Estado de México el año pasado. Pero hay priistas que se preguntan por qué no tienen un recibimiento o un reconocimiento similar en la campaña. Recibir muy bien a los que estaban afuera es muy importante, pero hay que cuidar a los de adentro.
Algunos dirán que López Obrador recibe en Morena a los que vienen de otros lados con bombos y platillos y nadie ve en estos días a Martí Batres o, incluso, a sus hijos, que manejan en muchos sentidos el partido, quejarse. Pero se olvida que Morena se creó a imagen y semejanza de Andrés Manuel y que en el PRI, en el Verde o en Nueva Alianza se mueven muchos intereses, muchos factores de poder, muchos grupos diferentes que requieren de un equilibrio diferente, distinto al que está obligado, por ejemplo, Morena.
La apuesta de Meade debe pasar por las propuestas para demostrar no que puede ser el mejor candidato, sino el mejor Presidente. Pero para eso debe cuidar de los equilibrios internos y, por sobre todas las cosas, que dentro y fuera de su coalición se tenga claro que el que toma las decisiones en ese ámbito es el propio Meade y Chiapas es una muy buena oportunidad para demostrarlo.

Las llantas de López
En Chiapas a López Obrador le poncharon las llantas de su camioneta, pero los responsables no fueron sus adversarios políticos. El candidato de Morena se topó con un retén en la comunidad de Las Canchas que le pidió 50 pesos por dejarlos pasar. Cuando se fueron, descubrieron dos llantas ponchadas que podrían haber provocado un accidente. López Obrador justificó el hecho por la pobreza en la zona, pero en realidad se trata de grupos políticos radicales, que cometen actos delincuenciales para sostenerse y deben ser condenados. No es un problema de pobreza.
Andrés Manuel ha rechazado la seguridad del Estado Mayor Presidencial, pero hechos como éstos demuestran que su protección es muy débil. Rechazar la seguridad es una irresponsabilidad en un candidato tan competitivo.

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