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Medalla “Oswaldo Baqueiro López”, una medalla agraviada

Ariel Aviles Marin
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Por: Ariel Avilés Marín.

En el año 2008, por un decreto del Ejecutivo del Estado, se instituye la Medalla “Oswaldo Baqueiro López”. Esta medalla, vino a llenar un vacío en el panorama de los reconocimientos que se otorgan en Yucatán. Nuestro estado, tiene una de las tradiciones en el periodismo más antiguas y más sólidas del país. La imprenta llega a Yucatán a inicios del S. XIX, y con ella, casi de inmediato, surge el periodismo en su forma impresa. Los integrantes del progresista grupo de “Los Sanjuanistas”, se encuentran entre los primeros periodistas yucatecos. José Francisco Bates y Manuel Jiménez Solís, son los precursores del periodismo en nuestra tierra. El 3 de marzo de 1813, ve la luz el primer periódico yucateco, “El Misceláneo”. Durante el S. XIX, van surgiendo diferentes periódicos que fueron haciendo la labor que les correspondió, cada uno en su momento. Justo Sierra O’Reilly o Vicente Gabriel Gahona “Picheta”, van marcando el rumbo del periodismo yucateco en ese tiempo. La migración cubana, a consecuencia de la derrota de los patriotas en la Guerra de los Diez Años, trajo a nuestra tierra personajes como los hermanos Menéndez de la Peña, que van a catapultar el periodismo a niveles de una calidad de excelencia sin precedentes. Por estos antecedentes, la erección de la Medalla “Oswaldo Baqueiro López”, vino a consumar un acto de justicia en Yucatán, para esta actividad de tanta trascendencia social.

Cuando la presea se instituye, tiene dos vertientes, el periodismo cultural y el periodismo de espectáculos; en esas condiciones, ambos reconocimientos se otorgaron por diez años. En el año 2019, se modifica el decreto y se unifica el premio en una sola medalla, cosa que contó con una aprobación casi general. En 2008, la reciben, Miguel Ángel Orilla, en el campo de la cultura, y Enrique Vidal Herrera, en el de espectáculos, con una trayectoria de más de sesenta años con su Revista Guía Cinematográfica, hoy Guía del Espectáculo de México. En 2009, comparten Don Romeo Frías Bobadilla, decano del periodismo nacional, con una extraordinaria e inigualable trayectoria de ochenta años en el periodismo, con Gonzalo Manzanilla, de también amplísima trayectoria en la crónica de espectáculos. En 2010, comparten Roberto López Méndez y Martha E. López. En 2011, Juan José Morales Barbosa con Jorge Iván Ortiz Rubio. En 2012, la genial periodista gráfica Socorro Chablé comparte con Roberto Mc Swiney, promotor de la trova yucateca a nivel internacional. 2013, nos marca una diferencia, en cultura, se le otorga a Faulo Sánchez Novelo, con una brillante trayectoria en varios rotativos, y se declara desierta la de espectáculos. En 2014, sucede lo contario, la cultura se declara desierta, y espectáculos es para Addy Pérez Echeverría. En 2015, la reciben, con una larga trayectoria Valerio Buenfil Méndez, y en espectáculos es para Santiago Carlos Pérez. En 2016, dividen honores Hiram García Acosta y Elena Martín López. En 2017, son Ivi May Dzib y Teresa Chan Pool los recipiendarios. En 2018, un señor de la labor de investigación en los archivos fotográficos, el Profr. Antonio Novelo Medina, recibe la de cultura, y queda desierta espectáculos. Se unifica la presea en una sola, y en 2019, la recibe el Mtro. Jorge H. Álvarez Rendón, con una reconocida calidad y autoridad en la materia, y una trayectoria de cuarenta y siete años de carrera.

Es indispensable hacer una reflexión sobre la medalla en cuestión y quiénes han sido sus recipiendarios. Hay que señalar también que, originalmente, se entregaba en condiciones diferentes a las que normaron la entrega del año pasado, y la del actual. Sin embargo, aun en esta circunstancia de duplicidad, hay un factor común entre todos los recipiendarios de una y otra categoría de la medalla; todos ellos son poseedores de una trayectoria reconocida públicamente. Efectivamente, si revisamos el historial de cada uno de los recipiendarios, encontraremos trayectorias largas, brillantes, reconocidas, las cuales justifican plenamente su otorgamiento por parte del jurado calificador que ejerció sus funciones en cada caso. Ninguno de los premiados, lo fue gratuitamente, por recomendación o por compadrazgo alguno; en todos los casos, la medalla fue ganada por el postulado, por sus propios méritos, su trabajo y, por sobre todas las cosas, su trayectoria.

Estamos viviendo un momento en el que, las comunicaciones se han revolucionado en una forma sin precedente alguno; la incorporación de la gran red, el internet, a la vida diaria, el acceso irrestricto a ella, por toda clase de gente, implica un reto cuyas consecuencias estamos viviendo, y cuyos efectos estamos empezando a percibir con toda su fuerza. La presencia más sensible del uso de la red, la constituyen las llamadas redes sociales, y éstas, pueden tener influencias imprevisibles y alcances inconmensurables. Las redes sociales, en este momento, se han convertido en un arma de doble filo y, mal utilizadas, y sobre todo, con mala intención, llegan a constituir un poder negativo que puede ejercer consecuencias no deseadas sobre las personas, su prestigio, su honra, y no sabemos que otros aspectos más. Lo más grave, es que, siendo las redes sociales un medio de comunicación basado en la palabra, si analizamos con cuidado, vamos a encontrar algo muy grave: ¡La gente no lee! O, cuando menos, no analiza lo que lee. Y eso, créanme, es muy grave.

Veo con pena cómo en una página de historia, se plantea una interrogación sobre un edificio histórico o un monumento o una plaza pública; llueven las respuestas, algunas totalmente erradas; de repente, alguien, con toda certeza y precisión, deja esclarecido el tema con una claridad diáfana; cómo si la respuesta no estuviera ahí, sigue lloviendo la acumulación de errores y hasta disparates; la conclusión es contundente: La gente responde sin leer lo que ya ha sido publicado; y con ello, la red social, como medio de comunicación, ha sido ineficaz, no cumplió su objetivo, perdió su calidad de ser una red social. Y también sucede que, se publica una cosa total y evidentemente falsa, y la gente que la lee, sin criterio propio, se apodera de la afirmación y la hace suya sin la menor actitud crítica. De repente, nos encontramos que, las redes han convertido en una verdad inobjetable, un verdadero disparate, pero un disparate que debería ser muy obvio, que debiera ser rechazado por cada uno de los que lo leen, pero no, se lo apropian como verdad absoluta, y además van por ahí replicándolo y hasta defendiéndolo con argumentos.

Pero, ¿a qué viene esta reflexión sobre las redes? ¿Qué relación guardan éstas con la presea de periodismo de nuestro estado, que estamos reseñando? Pues bien, la concesión de la Medalla “Oswaldo Baqueiro López”, este año, a últimas fechas, ha sufrido un tironeo, un desaseado manoseo, por quien sabe qué intereses, filias o fobias, que han pringado de cieno el brillo de esta presea, que, parecía, que ya estaba consolidada en el seno de nuestra sociedad. En una forma por demás lamentable, la medalla ha sido llevada de aquí para allá, sin recato alguno, se han emitido afirmaciones temerarias sobre su otorgamiento, llegando a caer en la difamación. Nada bueno se ha hecho con esto a la presea, nada se abonó a su prestigio ganado en años; más bien, se ha logado agraviarla y, en este momento, es un dudoso honor que le sea otorgada a quien fuere. El atrevimiento que han exhibido los unos y los otros, ha hecho por hoy, que la Medalla “Oswaldo Baqueiro López”, sea una medalla agraviada.

Hay que trabajar en el futuro para hacer de la labor periodística cultural, una disculpa a la memoria del íntegro y vertical periodista cuyo nombre se honra con ella. Hay que hacer labor para ofrecer una disculpa también a la familia del homenajeado. Desde aquí, ofrecemos una disculpa a Doña Olga María Brito Villanueva, a nombre de quienes practicamos regularmente esta labor, y que sabemos que, lo hacemos por convicción, por amor a esta profesión digna. Que será nuestra trayectoria, y no otra cosa, la que lleve nuestro nombre a ser recodado, o merezca ser olvidado en la ignominia.- Mérida, Yuc., a 18 de septiembre de 2020.

Ariel Aviles Marin
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