Por Carlos Bojórquez Urzaiz
Claudio Meex
Contaba el doctor Eduardo Urzaiz Rodríguez, empleando su seudónimo Claudio Meex, que cuando el céntrico mercado García Rejón aún era suficiente para satisfacer el abasto de la ciudad de Mérida, un hombre mayor de apellido Gorocica, estableció en su interior el comercio más sencillo que uno puede imaginarse. El negocio constaba de una simple mesa de pino sin pintar, cuatro vasos de vidrio corriente y dos cubos de agua lluvia hervida.
Con elegancia el establecimiento fue bautizado El Manantial, y el producto que ofrecía se anunciaba a través de la inspirada estrofa siguiente, obra del propietario:
Seres humanos que a luz del día,
Este mercado visitáis de paso,
Aquí hallareis agua fría de lluvia a centavo el vaso.
Aquella precaria industria de agua, en la actualidad se ha vuelto el pujante y casi indefectible comercio de agua purificada de diversas compañías locales y extranjeras, consumida en miles de hogares que paradójicamente no tendría por qué consumirla, puesto que mayor parte de la ciudad cuenta con servicio de agua potable al alcance muchísimos de los meridanos, mediante una extensa red de suministro.
Muchos yucatecos guardamos recuerdos de aquellos carretones tirados por mulas que cargados de un tinaco de madera relleno de agua de lluvia, pasaban por las calles ofreciéndola en venta, para los hogares que carecían de aljibe. Se recuerda por igual, que numerosas casas en
San Cosme-barrio donde crecí contaban con un sistema de recolección con una suerte de tuberías de lata en los alrededores de las azoteas, destinado a recoger y dirigir el agua en temporada de lluvias, colectada en un enorme tinaco de concreto-o en el aljibe, si fuera el caso- que suministraba agua durante el año para beber y cocinar, previamente hervida.
Nunca se olvidarán tampoco los incomodos trabajos de introducción del agua potable a la ciudad, que demoró mucho a causa del subsuelo rocoso que hizo más lento este proceso. Por suerte, para los amantes de la historia, existe un excelente estudio de Ricardo Escamilla Peraza, intitulado: Una historia de la industrialización de la gestión del agua: el caso de la ciudad de Mérida en el cambio de los siglos XIX y XX que le valió para obtener el grado de Doctor en Historia. En sus páginas se repasan las etapas por las que ha transcurrido la gestión del agua en la capital yucateca y otras poblaciones.
Por lo demás, vale la pena recordar que la preocupación por el consumo del agua potabilizada ha sido constante en Yucatán, y que desde siempre se buscaron medios para salvar los problemas que puede ocasionar el consumo de aguas insalubres. El 15 de noviembre de 1911, por ejemplo, La Revista de Especialidades Médicas, que editaban Eduardo Urzaiz, Narciso Souza, Alonso Ávila y otros médicos, dieron a conocer una interesante nota denominada ¿Qué le falta a Mérida? en cuyas líneas iniciales dice:
“La bella ciudad de Mérida, que es bella por sus preciosos jardines elogiados con entusiasmo por los extranjeros que la visitan; por sus calles todas pavimentas, rectas y siempre limpias; por sus preciosos alrededores y sus nuevos edificios; es a pesar del clima caluroso, una ciudad sana. Tiene la alegría de sus habitantes… inmensas riquezas, mujeres hermosas… ¿Qué le falta? ¡Agua ¡Su agua es mala, pésima! Los pozos son impotables, pues no resisten análisis, la de lluvia como permanece estancada mucho tiempo resulta cargada de miles de microbios. ¿Cómo beber esa agua? De allí dimanan casi todas las enfermedades…Y bien sabido es que quien tiene un estómago que digiere bien, vive muchos años y vive saludable. La ciencia acaba de descubrir un sistema para purificar el agua sin necesidad de hervirla, destilarla ni tratarla químicamente. LA PURIFICA POR MEDIO DE LA ELECTRICIDA…A esta agua se le llama Electropura.”
En breve comenzó a venderse agua Electropura de la empresa de don Adolfo G. Gual, cuyo establecimiento denominado Compañía ELECTROPURA, se localizaba en la calle 61 número 547, donde la ofrecía al público, e incluso la distribuía en los hogares, en garrafones de 20 litros.
Esta empresa de vanguardia, sin embargo, convivió con El Manantial del viejo Gorocica del García Rejón y con decenas de aguadores que en sus carretas distribuían agua de lluvia hasta bien entrados los años 60 de siglo pasado. En la actualidad el predomino de las compañías de agua purificada supera con creces la confianza en el consumo de agua potable que entubada llega a los hogares, sin conquistar la confianza de todos los consumidores que como en 1911, continúan diciendo que lo malo de Mérida es el agua. ¿Estaremos en lo cierto?.

Ilustración: Paloma Milla


