El pasado 19 de febrero del 2024, el país lamentó la pérdida de un destacado académico y político, Carlos Urzúa. Con una carrera impresionante que abarcó la matemática, economía, política y academia, Urzúa se convirtió en una figura respetada y reconocida en los círculos intelectuales, políticos y sociales de México.
Carlos Manuel Urzúa Macías fue el primer secretario de Hacienda y Crédito Público del actual sexenio, pero en el 2019, aproximadamente un año después de asumir el cargo, anunció su renuncia debido a inconformidades con la política económica propuesta por el presidente López Obrador. Hace unas semanas, había dado a conocer que se incorporaría al Frente Amplio por México para apoyar a Xóchitl Gálvez.
Según los informes, su fallecimiento fue el resultado de un accidente en su hogar, una trágica caída que le cobró la vida a sus 68 años. Sin embargo, lo que debería haber sido un momento de reflexión y duelo para la nación se ha visto empañado por la sombra de la especulación y la polarización política.
Algunos sectores de la sociedad han optado por usar su muerte como combustible para alimentar la maquinaria de la conspiración y la desinformación. Es alarmante escuchar voces irresponsables que sugieren que el gobierno tuvo algo que ver con la muerte de Urzúa. Estas afirmaciones infundadas son producto de una peligrosa polarización que ha permeado nuestra sociedad. No podemos permitirnos caer en el juego de la especulación sin pruebas concretas.
Es comprensible que en un país donde la desconfianza en las instituciones es alta, surjan sospechas ante la muerte de una figura pública como Urzúa. No obstante, acusar al gobierno sin pruebas solo sirve para socavar la confianza en nuestras instituciones y alimentar la división que tanto daño le hace a nuestro país.
En lugar de buscar culpables donde no los hay, debemos centrarnos en honrar la memoria de Carlos Urzúa y su legado. Recordemos su contribución al debate político y económico en México, y aprendamos de su ejemplo de integridad y dedicación al servicio público.
En tiempos de polarización y desconfianza, es más importante que nunca mantener la calma y la objetividad. Exijamos transparencia en las investigaciones sobre la muerte de Urzúa, pero evitemos caer en la trampa de la conspiración y la difamación. Nuestro país merece un debate político fundamentado en la verdad y el respeto mutuo, no en la especulación y el sensacionalismo.
