Por: Cristina Padín.
Mi abuela se llamaba y se llama Amelia, y es lo que tan sabiamente dijo el sacerdote de Brión ayer: el regalo que Dios le hace a los niños, y a los que crecen y siguen con el corazón infantil en cuerpo adulto. Mi abuela fue un regalo de Dios, y lo sigue siendo. Mi abuela me enseñó a leer y escribir, tenía yo tres años, y tal vez por ello me fascine la lectura y me apasione escribir. Me encantan los cuentos.. tan tiernos y a la vez sinceros..
Si mi abuela protagonizara un cuento sería el Hada buena que está en cada página. La mujer cuidadora de flores que haría florecer la más dura de las piedras. La señora delgadita con cabello blanco y ojos muy azules de manos tan arrugadas como dulces y cariñosas. La que adoraba a Santa Minia y no siempre iba a misa. La abuela clásica: noble, generosa, pura, con mandil, con tos, más fuerte que los robles..
Sería un cuento con Galicia, mi abuela era gallega. Y lo es, en el cielo. Con su voz, sus gafas, dulcera. Amante del café. Sabia: la sabiduría de una vida de más de cien años. En su cuerpo menudo igual todo era corazón, tan dulce como las orejas de Carnaval que hacía. Tan trabajadora, trabajó un siglo de vida. Con la verdad, la mentira no le gustaba, la egolatría menos. Aborrecía a los presumidos (yo también)..
Mi abuela: un tesoro. Una joya. Un regalo..
Dedicado a mi abuela. Adorable! Se te echa tanto de menos
A mi maravillosa familia
A Galicia
A todo aquel que ha tenido un segundo para recordar a mi abuela
A los cuentos
A Luis
Y a la verdad