Por: Cristina Padín
Ser la nieta de Amelia. Nosotras somos nietas de Amelia.
Alguna otra cosa.. y esa cosa. Esa cosa tan importante. Para nuestro corazón.
Amelia es la abuela en mayúsculas. Así me gusta pensarlo.. ese regalo que Dios le
da a los niños. Amelia fue una mujer fuerte. Muy fuerte. Trabajadora. Firme. Una
roca de verdad y templanza.
En el delgado y hermoso cuerpo de la abuela Amelia cabían
centenas de miles de tazas de café (café negro le llamaba); mil consejos con
palabras sabias; una vida vivida y trabajada; cuentos de la lareira (nunca agradeceré
lo suficiente ser gallega de leyendas y relatos); un amor infinito y profundo;
su creencia y su fe y su afecto a Santa Minia.. cabía la verdad.
En los ojos azules de la abuela Amelia entraban mil
refranes, su sonrisa, esa firmeza de una mujer gallega centenaria que sigue
trabajando a su edad, la humildad. Mi abuela aborrecía a las personas engreídas..
y yo también, cada día más. En las manos calentitas de mi abuela estaba el amor
sincero.
Ojalá volviera a casa.. media hora al menos..
A mi abuela a los tres años de su muerte. Sé y noto que
sigue aquí
A cada centenario gallego. Sois la fuerza
A los abuelos
A Galicia
A mi familia
A todo el que quiso a mi abuela (sois muchos)
A Luis
A Santa Minia