Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
La queja recurrente de los militantes en todos los partidos políticos es que sólo alcanzan lo cargos públicos quienes son amigos de los candidatos o de los dirigentes. El problema es que muchos de esos dirigentes no han entendido o las experiencias que han vivido no les ha servido para reflexionar y darse cuenta de que la gente que hace el trabajo, esos líderes y quienes han hecho una labor diaria no son tomados en cuenta.
La magia hoy no sólo se trata de ser opositores sólidos sino también de involucrar a la gente que por años ha esperado con paciencia la oportunidad para ser tomados en cuenta y que todos sepan que al llegar a los cargos sus candidatos sabrán ser capaces de darles el espacio y la importancia que se merecen.
La queja durante muchos años, en los partidos más viejos y sólidos hasta que la crisis los golpeó, es que las militancias eran aquellos bloques sólidos y monolíticos que escogían a sus amigos y éstos a los de ellos cuando llegaban a ser candidatos.
Así, la distancia de quienes militaban y sus dirigentes se fue haciendo cada vez más larga, más difícil de remolcar y el desánimo cundió a muchos que encontraron en voltear a ver a la oposición una lección para sus propios partidos.
La crisis de los partidos tiene como principal ingrediente que la gente que se inscribía en el padrón no sólo lo hacían por un sentido de pertenencia sino para ocupar cargos y compartir, aunque sólo fuera por tres o seis años, las bondades que da ser gobierno.
Los candidatos a alcaldes formaban sus planillas con sus incondicionales, con gente que les tenía lealtad y prácticamente obedecían porque en esa obediencia mal entendida estaba la certeza de poder seguir escalando posiciones.
Los candidatos a gobernadores incluían también a sus amigos, los cuates que muchas veces no conocían ni el estatuto del partido y que se sentían poderosos sin haber caminado ni atendido a la gente.
Los ejemplos puede ser muchos y en prácticamente todos los partidos. Hoy, sin embargo, si esa gente no es tomada en cuenta y siente que en verdad la están tomando en cuenta no participará o lo hará por algún candidato que los haya visitado y les ofrezca participar, pero sobre todo aportar no sólo a su comunidad sino también a sus conciudadanos.
El resultados electoral de 2018 ha tenido una característica que muchos no pensaron ver: gente sin militancia llegó a las cámaras, ascendió a los cargos públicos y sin la experiencia ni la adecuada preparación han tomado decisiones que han dañado más su entorno en lugar de beneficiarlo.
La idea central de un militante político no sólo es participar sino ser tomado en cuenta. Hoy, esos militantes parecieran que se posicionarían mejor y harían una labor más efectiva de convencimiento si supieran que su partido los tomará en cuenta y se dejará a un lado la elección de cuates, de amigos e incondicionales para postular a gente que se identifique con las necesidades reales de la población a la que aspira liderar.
Pero la crisis de partidos también ha tocado a Morena al extremo que en la elección de su dirigencia se marginó a los militantes y se recurrió a un procedimiento por encuestas que los afectados pueden impugnar precisamente porque el estatuto del partido habla de cómo debe elegirse a sus dirigentes.
En Morena, como nadie se había atrevido, se pusieron nombres en una tómbola y desde ahí se decidió quienes irían y por qué cargos de elección popular. ¿Y los militantes y los fundadores del partido?
Si la crisis de partidos que vemos hoy en el país no es capaz de sacar del marasmo a los dirigentes y a los militantes, sería absurdo pensar que podrían representa algo para el elector cansado de políticos profesionales que han visto en la política su modus vivendi.
Hoy, cuando en Campeche se modificará no sólo la gubernatura sino también el Congreso local, las 13 alcaldías y las juntas municipales la obligación de los partidos y sus militantes no sólo es convencer a los electores sino dejarles muy claro que el ejercicio de gobierno tiene sus límites y que un cambio sin rumbo no sólo terminaría con arruinar lo que ya está en decadencia sino que el costo sería años de crisis en su tierra natal.
En Yucatán el frágil margen que logró el PAN y por el que perdió el PRI hace aún más compleja la decisión final de entre quienes estarán las candidaturas.
Los resultados, hay que decirlo, también contarán y jugarán un factor decisivo entre muchos de los militantes de esos partidos.
En Morena quizá haya un reacomodo y muchos de los que votaron por su candidato a gobernador hoy se sientan frustrados y arrepentidos por los malos números que presenta hoy el gobierno federal y el talante autoritario del propio presidente.
La gente sabe que el país no está en las mejores manos a dos años de la toma de posesión del presidente López Obrador. Los números y las estadísticas dejan claro que quienes estaban mal antes ahora lo están peor, pero además servicios muy bien vistos y mejor aceptados han desaparecido sin que haya otros que operen y funcionen mejor o igual de mal.
Ojalá que el peligro de desaparecer o de perder la elección despierte en los militantes ese sentido de pertenencia, que los lleve a ser mejores y que los ciudadanos, hartos y cansados como están, reflexionen bien su voto porque lo más fácil es brindar esperanzas pero no dar resultados.
En el caso de Campeche donde se renuevan todos los órdenes de gobierno, necesita hoy, más que nunca, resurgir y volver a convertirse en lo que alguna vez fue: el ejemplo en pesca, en el campeón exportador de camarón, y que haya quienes tengan propuestas para encontrar que el Estado genere más atracción de inversiones, porque depender sólo del gobierno y de la economía de quincena nos tiene hundidos en la tabla de desarrollo del país disputando los deshonores con Tabasco, Chiapas o Guerrero. A darle, ahora será el momento.
