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Monarca

David Moreno
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Entretenimiento,por: David Moreno

Los orígenes del drama de una familia acaudalada nos tienen que remitir forzosamente a los años 80 y a series como Dinastía, Falcon Crest o Dallas. Sobre todo la última en la que los acontecimientos que rodeaban a la familia Ewing se convirtieron en uno de los éxitos más grandes de la televisión mundial. Estos programas estaban sustentados en dos cosas: mostrar a núcleos familiares inmensamente ricos y en cuyo interior se daban encarnizadas y fratricidas luchas por el poder y el control de los negocios familiares; y en presentar el enfrentamiento entre las antípodas familiares, es decir, personas cegadas por la ambición y el dinero y que no tenían empacho alguno en utilizar cualquier medio para conseguir sus fines y en contraparte a miembros de la familia que buscaban conducirse con comportamientos éticos y morales en círculos en donde ello es prácticamente una hazaña, y claro, existían subtextos en la trama en los que el romance, las relaciones y los sueños y frustraciones personales que pretendían mostrar que no importaba cuanto dinero se tenía los problemas sentimentales igualaban a todos los seres humanos. Una visión un tanto ingenua y que inclinaba la balanza del contenido hacía el melodrama pero que en el contexto de la época funcionaba perfectamente.

Monarca, la nueva apuesta mexicana de Netflix, es heredera directa de las series que he mencionado en el párrafo anterior. Cuenta la historia de la acaudalada familia Carranza cuyo inmenso patrimonio se ha forjado a la luz de negocios limpios, de otros realizados con la corrupta complicidad gubernamental y el cobijo del narcotráfico. La muerte del patriarca familiar generará un conflicto entre los herederos por asumir el trono del emporio empresarial, una guerra cuyas consecuencias no solamente afectarán a la familia sino en general a todos aquellos que dependen del éxito de Grupo Monarca. La historia va a seguir a Ana María Carranza, la única hija mujer de Don Fausto Carranza, quien después de 20 años de vivir en el exilio familiar es invitada por su padre a regresar al seno de la familia y colaborar con la empresa para tratar de darle un giro a la misma y revitalizarla en el medio del lodo en el que el padre y su hermano Joaquín la han enterrado. Dudosa al principio, Ana María aceptará el reto de involucrarse directamente para preservar el legado de su familia a partir de una manera ética, diferente y centrada en la lucha contra la corrupción empresarial, de llevar los diversos negocios en los que el grupo está envuelto. Ello la llevará a enfrentarse directamente con su ambicioso, frustrado, envidioso e inescrupuloso hermano Joaquín. Andrés, el tercer hermano en discordia, por momentos será la balanza que trate de mediar en un conflicto que amenazará con arrastrar pero estará limitado por sus propios fantasmas personales que no le permiten asumir quien es realmente.

Lo que sigue es un estupendo drama, escrito con mucha inteligencia y enclavado en un México con maravillosos escenarios naturales y cuya arquitectura forma parte de un paisaje que muestra una superficie ideal pero que bajo la misma esconde una serie de problemas que le desangran, que le van matando lentamente. Es ese México de contrastes retratado sin muchas complacencias y el que los personajes de la serie se moverán para tratar de resarcir sus vidas y quizá, al formar parte del poder económico, a una parte del país. Todo en el medio de un complicado engranaje familiar en el que los miembros del mismo tendrán que enfrentarse a sus propios infiernos personales y tratar de salir lo suficientemente ilesos de ellos para entrar a un campo de batalla más amplio y en donde lo que se juegan será prácticamente la vida.

La magnífica Irene Azuela, Juan Manuel Bernal, Osvaldo Benavides, Rosa María Bianchi y Gabriela de la Garza, son parte de un elenco de actores mexicanos de primer nivel que entienden perfectamente el tono de la serie y constituyen un ensamble de mucho peso para interpretar un drama que se aleja de lo que se ha producido tradicionalmente en México para ingresar al competido mundo de las producciones internacionales con un producto que tiene todas las características para triunfar en cualquier parte del mundo, pues su discurso trasciende a lo meramente mexicano para insertarse en un nivel global pues las pugnas que se presentan a lo largo de los 10 episodios de la serie, cuentan problemas morales que no son exclusivos de nuestro país sino que representan en buena medida a lo que se vive en gran parte del globo, es decir Monarca es todo lo que la televisión mexicana tiene que hacer si quiere ingresar al competido mundo de la ficción televisiva en el que las fronteras han sido rebasadas por historias que si bien son producidas en el tenor propio de un país deben generar empatía con una audiencia que ya no se restringe a un territorio sino que está encadenada por un lenguaje que es cada vez más universal: el audiovisual.

Un logro.

David Moreno
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