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La contienda por la dirigencia nacional de Morena se encuentra en la recta final. Los dos aspirantes restantes se han descalificado mutuamente en las últimas semanas, pues quien resulte vencedor tendrá un rol importante en la designación del próximo candidato a la presidencia en el 2024. Si bien, el desencuentro ha generado fracturas al interior del partido, existe el escenario para el desarrollo de una nueva dinámica política con el potencial de beneficiar al país.

A finales de septiembre se realizó un primer ejercicio para acotar los perfiles que habrían de disputar el liderazgo del partido. Se definieron cinco candidatos a la dirigencia y se llevó a cabo una segunda encuesta del 2 al 8 de octubre. Esta última tuvo como resultado un empate técnico entre Porfirio Muñoz Ledo (25.34%) y Mario Delgado (25.29%), motivo por el cual se tuvo que programar una tercera encuesta definitiva a mediados de octubre.

Tras el anuncio de la tercera encuesta, el proceso ha sido todo menos afable. Los dos finalistas se han tundido con duros ataques en los últimos días, los cuales han provocado que los militantes de Morena se dividan en tribus. A pesar del evidente daño que se hace a la institución, ninguna de las partes parece querer bajar de tono, pues quien gane probablemente definirá al próximo presidente de México.

Por un lado, tenemos al experimentado político Porfirio Muñoz Ledo, quien ha sido legislador en múltiples ocasiones, secretario de Estado, diplomático, presidente nacional del PRI y PRD, y fue miembro fundador del partido que hoy busca dirigir. Él es considerado el “candidato oficial” al estar respaldado por la actual dirigencia, además de ser apoyado por una de los dos presidenciables en Morena a cuatro años de las próximas elecciones, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum.

Muñoz Ledo expresó su inconformidad por la realización de una tercera encuesta, ya que consideraba que él debía ganar por haber obtenido más votos en las dos realizadas con anterioridad. De hecho, organizó un intento por tomar las oficinas del partido para autoproclamarse dirigente nacional, pero detuvo la pretensión por un grupo feminista que clausuró las instalaciones como protesta, la cual era apoyada por Mario Delgado según señaló Porfirio Muñoz.

El conflicto escaló luego que Muñoz Ledo interpusiera una denuncia penal contra Delgado ante la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales por el presunto desvío de recursos con fines políticos-electorales. Según acusó, Mario Delgado habría utilizado su posición en San Lázaro para promocionar su imagen en todo el país.

Ahora bien, por el otro lado tenemos al presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, el ya mencionado Mario Delgado, quien antes fue senador y secretario en órganos públicos de la capital. Su currículo podrá ser menos extenso a comparación de su contrincante, pero el cargo que desempeña actualmente le ha permitido afianzar su liderazgo en un número importante de militantes morenistas.

No menos importante, Delgado es apoyado por el otro presidenciable de Morena, el Canciller Marcelo Ebrard. Estos dos tienen una relación cercana, ya que el primero colaboró de cerca con el segundo cuando este fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México, entonces Distrito Federal.

Mario Delgado le reprochó a Muñoz Ledo su intención de tomar la sede de Morena para autoproclamarse dirigente, y lo llamó golpista. Asimismo, reiteradamente menciona el riesgo que implicaría la victoria de su contrincante, pues sostiene que Porfirio Muñoz instauraría una dirigencia contraria al proyecto de Andrés Manuel López Obrador.

Esta renovación ha ocasionado daños a Morena pues legisladores de su partido se decantaron por alguno de los aspirantes, lo que podría representar complicaciones en las próximas votaciones en cámaras. Sin embargo, al tomar en consideración que hablamos de un partido joven, se puede inferir que estamos ante la consolidación de identidad del mismo.

Desde su inicio, el Movimiento de Regeneración Nacional tuvo como imagen y discurso a López Obrador. Hoy que el presidente ya no tiene una injerencia cercana a su partido, los militantes se encuentran en pugna por definir el rumbo.

Si hubo exceso de agresividad fue por intereses electorales de quienes apoyan a los aspirantes. Estos entienden que el próximo dirigente nacional tendrá la facultad de “darle chancha” a personas para hacer viables sus candidaturas, y quien ose ir en su contra será tachado de indisciplinado, rebelde o separatista.

Lo óptimo sería que pudiesen escuchar las distintas posturas e intereses de sus simpatizantes, y logren negociar para generar acuerdos encaminados a garantizar la unidad partidista. Esto solo podría representar beneficios, pues Morena se consolidaría como una opción política viable a futuro al dejar de basarse en un proyecto individual para arroparse en los ideales de un grupo. De igual forma, les permitiría presentarse como un partido abierto al diálogo, la participación y el crecimiento; conceptos esenciales para una democracia.

Finalmente, salir unidos de este episodio representaría que son un partido plural, característica la cual les convendría buscar después de las declaraciones de Andrés Manuel respecto a la “lealtad ciega”. Esto traería tranquilidad a distintos sectores de la población que se alarmaron con las palabras del presidente, pues ese mensaje ha sido usado a lo largo de la historia en distintas naciones para justificar actos inhumanos contra la población.

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