Por: Aída María López Sosa.
“Aquella maldita frase publicitaria: El animal más hermoso del mundo, seguro me perseguirá hasta el fin de los tiempos”. Ava Gardner
“Menudo regalo de Navidad debí de ser para mis padres, que ya tenían cuatro hijas y dos hijos. Yo les hacía tanta falta como un disparo en la cabeza”, repetía con sorna Ava Lavinia Gardner por haber llegado al mundo el 24 de diciembre, en un hogar de Carolina del Norte nada bien avenido económicamente. Fecha que marcó de manera significativa, momentos trascedentes en su vida personal y profesional. El 25 de enero se cumplen 32 años de la partida de la estrella hollywoodense a otro firmamento, dejando para la posteridad una estela de filmes y anécdotas que a más de tres décadas, sus admiradores continúan recreando.
Con el cuento El animal más hermoso del mundo, Mauricio Carrera se erigió como ganador del Concurso Nacional de Cuento Beatriz Espejo en 2020. El escritor ficciona un viaje a Acapulco de la estrella con quien fuera uno de sus maridos, Frank Sinatra. Ambientada en los años cincuenta, en el bar La perla del hotel El mirador mientras esperaban el salto de los clavadistas en la Quebrada, el esposo suspicaz cuestiona una supuesta infidelidad -“los celos son tercos fantasmas que acompañan a los que se aman”-, motivación del viaje a la playa mexicana para alejarse de todo a petición de ella: “Un lugar para ti y para mí”.
En el cuento de Carrera, un espía del millonario Howard Hughes obsesionado por Ava en la vida real, hace presencia, elevando la tensión de ella que apacigua con daiquirís. Tras una larga discusión -“Su matrimonio consistía en pleitos, tragos, muchos celos, mucho sexo”-, el marido ofendido la abandona dejándola a merced de los latin lovers, sin embargo, será un personaje inesperado quien cambiará el tono de “la noche, que tanto la atraía. Su vida era bailar, beber, fumar, hacer el amor”. Ataviado de Smoking y el riguroso calzado de charol, el músico poeta acariciaba las teclas del piano en el bar del hotel en compañía de un bouquet de rosas rojas y una botella de coñac que él mismo se servía. Agustín Lara será el tercero en discordia en el relato: “Igual o más flaco que Frank”. ¿El fin del cuento? Será el lector quien lo descubra.
El magnetismo que ejercía Ava en los hombres redituó en tres matrimonios, amantes y cuantiosos admiradores obsesionados. Si bien Mauricio recrea la historia en Acapulco, una playa alterna a Puerto Vallarta donde la estrella protagonizó en 1964 La noche de la iguana, una historia similar vivió durante su estancia en Madrid con el torero Luis Miguel Dominguín, precisamente en la Navidad de 1953, cuando su relación con Sinatra había fracasado tras dos años de infructuosos intentos por salvarlo; aún continuaron cuatro más casados.
Nominada en varias ocasiones a distintos premios, incluso al Óscar que nunca ganó, fue con la película La noche de la iguana basada en la obra de Tennessee Williams, que conquistó el Premio Zulueta de Interpretación Femenina como Mejor Actriz en el “Festival Internacional de Cine de San Sebastián”. Sin embargo, fue con “La condesa descalza” que protagonizó en 1954 con Humphrey Bogart -de las últimas películas del galán antes de morir en 1957-, que le valió el mote que toda su vida detestó: “El animal más hermoso del mundo, este con mejor augurio que el título del filme con que también se le nombraba por su costumbre de caminar descalza, nada ajeno a su infancia transcurrida en el campo donde su padre se dedicaba a la ganadería y a la agricultura; la misma Ava sabía ordeñar, lo que llamó la atención de los productores y directores de la pantalla grande.
Cristina Morató en su libro “Diosas de Hollywood”, incluye a Ava, la describe como la morena más incendiaria de Hollywood, capaz de enamorar a un hombre con solo mirarlo, demostrando que los caballeros no siempre las prefieren rubias. “Hermosa y sensual que nadie escapaba a su hechizo”, reafirma. De su larga lista de hombres poderosos que la pretendieron, su amor fue Frank Sinatra: “La voz”, sus biógrafos cuentan que después de años de divorciados en las navidades le daba por escuchar sus discos y amó el primer perro de raza Corgi que él le regaló para esas fechas; a partir de entonces siempre tuvo uno hasta el día de su muerte a los sesenta y siete años en Inglaterra.
Más allá del glamour y toda la tinta que corrió en la segunda mitad del siglo XX por sus escándalos amorosos, Ava murió enferma en un país ajeno, lejos de los suyos, en compañía únicamente de quienes estaban a su cuidado. Ninguno de sus amores la vio exhalar el último suspiro, quizá uno que se guardó del más querido.