Era un concurso. Uno de esos certámenes que se celebran en verano en las playas. Rápido! Y consistía en escribir un texto que empezara con “Y el ojo negro…” y rematara con “naturalmente”… El adolescente se sentò en la arena y comenzò a garabatear en su cuaderno…
“Y el ojo negro era puro, azabache intenso en piel blanca, infinitamente blanca. Un ojo al lado de otro, y los dos formando parte de un ser con cuerpo de junco, con figura de torero. Un tipo que pudiera ser torero de cualquier época, un Maestro.
Era una mirada de esencia en una plática de verdad. Alguien que tiene dentro palabras, y con esas palabras construye cosas que significan algo. Igual que en la plaza. Torero de quietud y magia, cientos de años de historia en una piel menor de tres décadas de vida…
Un tipo capaz de enamorar cielo y albero, tan único como lo que es auténtico, tan mago como los hechizos de su seda, tan él, tan sí, tan musical en alma y toreo… Alejandro Talavante en danza bella sobre una arena embriagada de aroma, naturalmente!”
Carlos ganò el concurso…
Dedicado a mi mago
Dedicado a Carlos
Dedicado a mi Luisito
Dedicado a mis amigos en Màlaga y a Marta, Pablo, Bruno y Lukas
Dedicado a la familia de mi mago
Y a las personas que saben escribir, algo distinto a juntar palabras
Y a ti, Iván Fandiño, hoy Bilbao te hubiera aplaudido