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Navidad, mito, leyenda o pretexto

Francisco Solís Peón
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Cultura, por: Francisco Solís Peón

Uno de los problemas de los Evangelios para el hombre de hoy es la credibilidad histórica de su mensaje. BENEDICTO XVI.

Al menos dos libros sobre la Navidad cristiana y su significado, aparecidos en versión española en el lapso de un año, plantean una interesante cuestión al creyente reflexivo sobre su religión, o simplemente al hombre culto que es también «creyente cultural cristiano»: ¿en qué grado podemos fiarnos hoy de los Evangelios como documentos que transmiten datos históricos? Los Evangelios en su conjunto, como piezas básicas del Nuevo Testamento, son sin duda uno de los grandes monumentos del espíritu humano. Sus desconocidos autores, aunque los nombremos convencionalmente como Mateo, Marcos, Lucas y Juan, generaron una obra cuádruple que puede calificarse como la perla de la literatura judía del siglo I de nuestra era, y una de las mejores piezas de la historia literaria del judaísmo de todos los tiempos. Su grandeza se percibe más nítidamente cuando se la contempla dentro del complejo arco del pensamiento religioso de ese siglo crucial que sentó las bases de lo que, con el tiempo, serían las tres grandes religiones «del Libro»: el cristianismo, el judaísmo y el islam.

Pero uno de los problemas de los Evangelios para el hombre de hoy es la credibilidad histórica de su mensaje. Rudolf Bultmann lo planteó con crudeza hace unos cien años cuando afirmó que el Nuevo Testamento, y los Evangelios en particular, compuesto hace cerca de dos milenios, estaba redactado en el lenguaje y la mentalidad de la época, pleno de mitos y leyendas, imposibles de aceptar en la actualidad. Bultmann, que seguía el impulso crítico de la teología alemana del siglo XIX, planteó así la necesidad de «desmitologizar» el mensaje evangélico si es que la Iglesia pretendía en serio que tal mensaje llegara al hombre moderno. Como teólogo luterano, esta pretensión no comportaba problema alguno, porque la fe del creyente no depende de la figura del «Jesús de la historia». Lo crucial para ella es el Cristo exaltado, no el Jesús terreno, cuya figura es inalcanzable con los métodos de investigación de los textos de la antigüedad. Ese Cristo resucitado es el que plantea al hombre la exigencia de Dios sobre él, a la que debe responder necesariamente.

A mediados del siglo pasado, otro teólogo notable, de la escuela de Bultmann, Günther Bornkamm, volvió a plantear la cuestión con enorme claridad en su obra Jesús de Nazaret (trad. de Santiago Pablos, Salamanca, Sigueme, 1996), en la que sostenía: «No poseemos ni una sola “sentencia”, ni un solo relato sobre Jesús –aunque sean indiscutiblemente auténticos–, que no contenga al mismo tiempo la confesión de fe de la comunidad creyente, o que al menos no la implique. Esto hace difícil o incluso lleva al fracaso la búsqueda de los hechos brutos de la historia». Esta cuestión de fondo –la veracidad histórica de los Evangelios– es la que está presente por doquier, aunque a veces de modo subyacente, en los dos libros sobre la Navidad cristiana aquí comentados…

El primero es un escrito notable en su conjunto, de dos especialistas norteamericanos sobre la figura del Jesús de la historia y del cristianismo primitivo, Marcus J. Borg y John Dominic Crossan. Después de haber leído minuciosamente el libro de Raymond E. Brown, El nacimiento del Mesías: comentario a los relatos de la infancia (trad. de Teodoro Arriba, Madrid, Cristiandad, 1982), y algunas de sus secciones más de una vez, pensaba que apenas podría decirse nada sustancialmente nuevo sobre estos dos primeros capítulos de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Pero me equivocaba. Al leer el libro de Borg y Crossan caí en la cuenta de que sí pueden ofrecerse nuevas perspectivas a cuestiones ya añejas, y sobre todo que es posible presentarlas al público de una manera pedagógica, entretenida, clara y amena. No en vano los dos autores son miembros conspicuos del Jesus Seminar californiano, y saben muy bien cómo llegar a las gentes. Es notorio cómo las decisiones estrictamente académicas acerca de la historicidad de las palabras de Jesús, sobre las que votaban los miembros de ese seminario, adquirieron gracias a una notable labor mediática rango de noticia pública de interés.

Francisco Solís Peón
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