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No entendieron

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas

Pareciera que no aprendieron la lección: al PRI no lo mataron los militantes, lo mataron las malas mañas de sus dirigentes, esas por las que ayer votaron por otros hasta sus militantes…

Francisco Torre Rivas ganó la contienda interna por la dirigencia del PRI y el pasado miércoles recibió su constancia de triunfo. Está claro que será una posición que apenas logró y que su margen de triunfo no evidencia en realidad el peso, poder y apoyo que tuvo. Torres Rivas ganó las votaciones del pasado domingo, con un resultado de 14,096 mil votos favor. Su contendiente Diego Lugo Interián obtuvo 13,499 votos.

Alguien tiene que reflexionar y no creo que sea Diego Lugo Interian quien acreditó que no sólo tiene una fortaleza que nadie midió sino que al demeritarlo, sobajarlo y tratar de evitar su triunfo haciendo trampa el que ganó en realidad perdió y exhibió a quienes lo ayudaron.

¿Alguien podría presumir que tuvo el apoyo de Ivonne Ortega, o de Rolando Zapata, o de Jorge Carlos Ramírez Marín con ese resultado?

De entrada, la contienda al interior del PRI tuvo muchas buenas intenciones: se usó un padrón propio, se instalaron urnas propias, la papelería fue del mismo partido y sólo pidieron ayuda al INE para lo indispensable y dinero a su Comité Ejecutivo Nacional para la tinta indeleble.

Quizá lo más destacable que el PRI, sus dirigentes, no entendieron es que hubo gente disponible para ser funcionarios, secretarios y escrutadores para estar ahí en las casillas sufragando y que además hubo gente que fue a votar.
Gente que no le importó exhibir su priismo cuando hoy hay un gobierno estatal y municipal del PAN en Mérida, cuando hay gobiernos de otros partidos en sus municipios, cuando el gobierno federal es de Morena y, aunque no lo vieron, eso tiene un valor que quizá hayan perdido cuando sacaron a votar a Tiburcio Cauich o a Virgilio Durán o a Eufemo Osorio, que ya no estaban vivos.
Sin embargo, la peor afrenta para los priistas no se dio con esas trampas sino con aquella reunión de Sonora Grill en marzo pasado cuando a Diego Lugo le quedó claro que su partido no es de todos, que su osadía de aspirar no sólo tenía adversarios enfrente sino que había muchos otros emboscados y algunos más prejuiciados y que, como pasa siempre, creen que el PRI les pertenece y secuestran las decisiones.

¿Cómo se le ocurrió a él, a un indio, huiro y pobre pretender que representaría a Ivonne Ortega, a Jorge Carlos Ramírez Marín o a Rolando Zapata?

Inconcebible su audacia, pero ahí le quedó claro que ellos, todos, estaban de lado no de Francisco Torre, su oponente que salió a declararse ganador al día siguiente, sino de esos intereses creados que fueron la causa por la que el PRI perdió, otra vez, la gubernatura.

Empero, la diferencia de votos acredita que el apoyo de los dueños del PRI no le dieron a Torre para aplastar a Lugo, no les alcanzó para acreditar que ellos tienen la mayoría, ni juntos y eso que llevaba a Ivonne Ortega, la ex gobernadora que piensa que aquí aún pesa, que no se le conoce y no hay reclamos a su gestión, que cree que le alcanzará para presidir en todo el país a su partido, ese que allá dice que hay que acercarlo a la militancia.

Rolando Zapata pierde también porque acredita que su labor política está en declive y que si hizo un gobierno bien calificado, la gente quiere que su partido se lo regresen porque ya lo usufructuaron suficiente.

Paradójicamente el que más pierde es el que más presume: Jorge Carlos Ramírez Marín, el senador que ganó por mayoría su elección no tuvo suficiente capital para catapultar a Panchito, como le dicen.

Tres pesos pesados de la política local no lograron convencer a más de 1,407 personas, no sabemos si todos vivos, para sostener su poderío, ese que dicen que todavía tienen.

Panchito, como le dicen, tendrá ahora que acreditar que es más que un nombre pegajoso, que no recibe línea de los poderosos y con humildad deberá lograr que esa mitad que no lo eligió lo vea con legitimidad, eso sin contar los resucitados que llenaron de flores las Casa del Pueblo la mañana del miércoles.

Ahora a esperar que le validen el éxito de su campaña, de la elección. Esperar a que tome posición y que veamos que tan hábil es para repartir posiciones, para llegarle a esos 58 alcaldes que no vimos operaran para hacerlo ganar.

El nuevo líder del PRI también deberá demostrar que las mañas que se vieron en su elección no se repetirán, que lo bueno de una elección que debió ser ejemplar puede rescatarse. Sin embargo, no podrá borrar la idea de que por él votaron hasta los muertos y, así, tampoco la imagen de que en su partido no entendieron el mensaje de su derrota de 2018 e hicieron trampa como siempre, sin importarles ni el prestigio, ni el buen nombre y muchos menos la fama pública.

Panchito tendrá su oportunidad en 2021 cuando le ratificarán lo que hoy pareciera un aviso: ya no convencen, pero eso sólo lo sabremos entonces y con cada acto, con cada hecho y con cada acción del nuevo presidente del PRI.

Pareciera que no aprendieron la lección: al PRI no lo mataron los militantes, lo mataron las malas mañas de sus dirigentes, esas por las que ayer votaron por otros hasta sus militantes…

José Francisco Lopez Vargas
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