Después de la Guerra Fría, el mundo se acopló al emergente paradigma de la globalización, y todo cambió.
La globalización es un concepto amplio que implica diversos ámbitos. Si tuviéramos que definirlo en concreto, diríamos que es el fenómeno económico, cultural, político y social que implica la facilidad de comunicación entre las personas, sin importar en qué parte del globo se encuentren, y la interdependencia entre los mercados; sin embargo, es mucho más que eso. Gracias a la globalización se han difundido los ideales liberales, democráticos, y de derechos humanos; se ha consolidado el concepto de entretenimiento que tenemos ahora; y se han desarrollado los conceptos de cooperación internacional, por mencionar algunas bondades.
Por otro lado, la globalización también ha propiciado situaciones negativas en el mundo como el agrandamiento de la brecha social o el terrorismo.
Un problema propio de la globalización que ha afectado gravemente a la estabilidad global, son las crisis económicas. Como ya mencionamos, la globalización implica la interdependencia de mercados, eso no solo significa que es prácticamente imposible para una nación desarrollar una economía exclusivamente local, también quiere decir que lo que ocurra en un país determinado afectará de alguna manera al mundo. Todos los mercados están conectados, por lo que todos dependen los unos de los otros; cuando uno entra en recesión, desestabiliza a los demás. La crisis de Chile en el 82, el “Lunes Negro” en el 87, el “Efecto Tequila” del 94, la crisis asiática del 97, o la “Gran Recesión” del 2008 son algunas de las más recordadas crisis de las últimas décadas.
Con el fin de prevenir y, en su caso, solventar estos desequilibrios económicos, en el año de 1999 se dispuso un foro internacional integrado por las diecinueve economías más importantes del mundo y la Unión Europea, el G20 o Grupo de los 20. A lo largo de los años se ha abierto el foro, tanto a representantes de instituciones internacionales, como a diversos temas relacionados con la estabilidad global.
El pasado 29 de junio culminó la catorceava edición del foro, el cual tuvo lugar en Osaka, Japón. Dentro de la cumbre se discutieron ocho temas con el fin de asegurar el desarrollo sustentable global: Economía global, intercambios e inversiones, innovación, medio ambiente y energía, trabajo, empoderamiento de la mujer, desarrollo, y salud.
Una cumbre de esta magnitud no podría concluir sin sucesos qué mencionar, y ésta en particular, tuvo varios.
El personaje que se robó los reflectores fue el presidente norteamericano, Donald Trump. Desde el inicio de la cumbre dio de qué hablar al bromear con su homólogo ruso, Vladimir Putin, sobre interferir en las próximas elecciones estadounidenses. Esto es digno de mencionarse, pues Trump afronta una investigación por nexos con el gobierno ruso y fraude electoral. Igual robó encabezados al mandar a sentar al primer ministro español, Pedro Sánchez; y tuvo notable difusión, especialmente en redes, la participación de su hija, Ivanka Trump, en la cumbre, ya que además de ser un acto de descarado nepotismo, no tiene fundamento alguno, pues Ivanka Trump no tiene ni las credenciales ni la formación para desenvolverse en este foro.
Donald Trump igual figuró por motivos más trascendentales, como lo fue la plática con el presidente chino, Xi Jinping, la cual resultó en una tregua respecto a la guerra comercial que entrababa Estados Unidos y China. Esta es una buena noticia para el mundo, pues contribuye a la estabilidad global. También, figuró en medios por anunciar que aprovecharía el viaje para saludar al mandatario norcoreano, Kim Jong-un, en la frontera militarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur. Este fue un momento histórico para la diplomacia americana y asiática. Finalmente, el mandatario robó reflectores una vez más al adoptar la alarmante postura de no ratificar los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París contra el cambio climático. De hecho, este fue un tema crítico para la resolución final, pues ponía en riesgo que se alcanzara algún acuerdo. Al final, diecinueve países ratificaron los compromisos a excepción de Estados Unidos.
Trump no fue el único en dar de qué hablar. Vladimir Putin causó disgusto entre algunos de los mandatarios presentes al declarar que el liberalismo era un modelo obsoleto.
De igual forma, la presencia del príncipe de Arabia Saudita, Mohammad bin Salman, provocó comentarios negativos, debido a las acusaciones en su contra por el asesinato del reportero Jamal Khashoggi.
Finalmente, se celebró el acuerdo comercial alcanzado entre Mercosur y la Unión Europea después de veinte años de negociaciones.
Así culminó la catorceava cumbre del G20,
¿Y México?
Lo único que hizo sobresalir a México en la cumbre de Osaka fue la inasistencia del presidente al ser el único mandatario en faltar. Está demás ponderar las razones. Desde que anunció que no asistiría hace unas semanas, nos dimos cuenta de la larga lista de razones que tenía Andrés Manuel de no ir; desde su renuencia a participar en un espacio sin la capacidad de imponer, hasta el hecho que no existe línea comercial que se atrevería a transportarlo por los riesgos que esto implica.
Anunció que asistirían en su lugar el Secretario de Relaciones Exteriores y el de Hacienda, cuyo desempeño se resumió en: entregar una carta simplona e inmemorable a los líderes que asistieron a la cumbre de parte de AMLO, tomarse una foto (el Canciller) con Donald Trump, y agregar una propuesta al documento final. La carta del presidente carece de toda profundidad, y su anunciada reflexión, es una simple mención de un compromiso de la Agenda 2030, no plantea ninguna reflexión real. Tanto Ebrard como Trump compartieron en redes la misma foto juntos, el primero mencionando que dieron seguimiento a las charlas entabladas semanas pasadas, y el segundo felicitando al primero por el trabajo en materia de migración que se ha hecho; sin embargo, a falta de más fondo de ambas partes es claro que el encuentro se limitó a un saludo y una foto. Por último, respecto a la propuesta del Canciller que se anexó al documento final, no se mencionó cual fue la propuesta, solo que fue en materia de migración.
El presidente dijo que ahora se le respeta más a México en el mundo, pero no se requiere mucho para darse cuenta que es otra frase de su discurso populachero. El desempeño de México en esta edición pasó desapercibido, y por lo único que será recordado, como ya mencioné, es por la inasistencia de López Obrador. Es una lástima que nuestro presidente tenga una visión limitada del potencial diplomático que tiene México, ya que por años consolidamos una imagen de profesionales de la diplomacia ante el concierto de las naciones. Y es que nuestro presidente no tiene cabeza para estas cosas (a menos que sean ineludibles cómo la amenaza de aranceles por Estados Unidos), y siempre ha dicho que la mejor política exterior es una fuerte política interior. Nuestro presidente se quedó sesenta años atrás.
Con un poco más de confianza, Andrés Manuel pudo usar el foro del G20 para conseguir alternativas comerciales ante la inestabilidad con Estados Unidos; pudo buscar aliados congruentes con su mensaje antiliberalista (afortunadamente esto no sucedió); pudo obtener protagonismo en el tema de corrupción por ser un eje de su discurso; pudo hacer mucho trabajo, pero se quedó a bailar con Margarita “La Diosa de la Cumbia”.
A simple vista, puede parecer buena idea mandar a Marcelo Ebrard a este foro pues, claramente, cuenta con más recursos que el presidente para desenvolverse en este escenario, pero el mensaje que se manda a la comunidad internacional no es bueno pues denota falta de interés. Aunado a que calificadoras internacionales (como Moody´s) están modificando el estatus de las empresas productivas mexicanas y a que la expectativa de crecimiento económico del país disminuye, surge el miedo de ser removido de este grupo de potencias.
México tiene una posición privilegiada en el mundo globalizado. Tenemos nuestro lugar entre las veinte economías más importantes del mundo, y con ello la posibilidad de ser protagonistas en el devenir global, pero sobresalir en este ámbito es sumamente exigente. Es necesario dejar a un lado la mentalidad de “no tiene mucha ciencia gobernar” para adoptar la mentalidad de “la ciencia de gobernar”.