Cinco años y medio después de que un devastador incendio destruyera gran parte de la emblemática catedral de Notre Dame, el presidente Emmanuel Macron cumplirá su promesa de devolverle a París una de sus joyas arquitectónicas más preciadas. El próximo 7 de diciembre, la catedral reabrirá sus puertas al público, marcando el fin de un arduo proceso de restauración que ha implicado a miles de trabajadores y una significativa movilización nacional.
El incendio, ocurrido en abril de 2019, arrasó con el techo de la catedral y destruyó la aguja histórica, lo que provocó una conmoción mundial. A pesar de las difíciles circunstancias, el presidente Macron había asegurado que la catedral estaría lista en cinco años, una promesa que muchos consideraron imposible en ese momento. Aunque no se logró abrir para los Juegos Olímpicos de París en 2024 como se había esperado, los trabajos de restauración han avanzado considerablemente y la reapertura será una realidad este diciembre.
Este viernes, Macron visitó la catedral para revelar el resultado final de las obras, cuyo interior ha sido restaurado a un nivel que, según los expertos, es “espectacular”. Hugh Schofield, corresponsal de la BBC en París, describió la nueva claridad y luminosidad del interior, que ahora resplandece con una blancura inmaculada de la piedra tallada. La restauración no solo ha implicado la reconstrucción del techo y la aguja, sino también una profunda limpieza del interior, eliminando tanto los restos del incendio como la suciedad acumulada durante décadas.
Macron expresó su agradecimiento a los cerca de 1.300 obreros presentes en la visita, destacando su dedicación al proyecto y su contribución a lo que definió como “la obra más bella del siglo”. Además, reconoció que, aunque el proceso fue largo y desafiante, el esfuerzo conjunto de los trabajadores ha permitido salvar y restaurar uno de los patrimonios más importantes de la humanidad.
El incendio, que ocurrió en la noche del 15 de abril de 2019, dejó devastada la estructura de la catedral, pero la rapidez con la que se actuó evitó mayores daños. La aguja, el techo de madera y parte de la nave central fueron destruidos, pero muchas piezas fundamentales, como las vidrieras, las estatuas y la reliquia de la Corona de Espinas, fueron salvadas.
El proyecto de restauración, que involucró a alrededor de 2.000 trabajadores de diversas disciplinas, ha sido un ejemplo de la habilidad artesanal francesa, con una importante inversión en la restauración de oficios tradicionales como la talla de piedra y la carpintería. A pesar de las dificultades, como la limpieza del plomo fundido y los debates sobre los nuevos diseños para la catedral, la reconstrucción ha mantenido un enfoque fiel al diseño original.
La reapertura de Notre Dame no solo es un triunfo para el patrimonio francés, sino también para la figura de Macron, quien se ha implicado personalmente en el proyecto. En un momento en que su popularidad política está en baja, la culminación de esta restauración representa un éxito significativo y una inyección de moral para su gobierno.
Así, después de años de trabajo, la catedral de Notre Dame se prepara para abrir nuevamente sus puertas, un símbolo de la resistencia y la voluntad colectiva de la nación francesa frente a la adversidad.