Por: Cristina Padín
Llegó Noviembre. Tan oscuro. De tardes tan cortas. Y llegó,
también, con esa luz tan pálida y tan llena de nostalgia. Dorada.. tan tenue y
apagada.. a la vez tan repleta de ese calor de chimenea. Calor de hogar, de leña,
de lo que se cobija en el alma. Con sabor a infancia, a meriendas de pan y
chocolate, a peonzas en los caminos, y rayuelas.. y el frío que llega, y las
medias y los abrigos.
A los niños no les gustaba ese mes. No hace calor y no hay
toros ni verbenas, dijo la mayor. No se puede ir a la playa ni quedarse hasta tarde
en el parque, dijo el mediano. No son largas las tardes ni se pueden llevar
vestidos livianos y blancos, dijo la pequeña, y no se come sandía. Mamá explicó
que la lluvia es necesaria. Que noviembre es recogimiento. Es claridad y afecto
para los que ya no están.
Noviembre trae la luz que hace falta para dar caricias a los
que se han ido..
Y los niños comenzaron a mirar con mayor simpatía a
noviembre (aunque ojalá fuera junio)…
A noviembre
A los que ya no están.. a mi querida abuela y a mi padre
A los gallegos.. que sabrán entender las peonzas en los
caminos
A los relatos
A mi querida amiga Mariló, que tanto me ha cuidado siempre
A Carlos, que adora noviembre
A mi querido Luis
A valientes, como MT, A, y mi querida I
Al toreo
A las verbenas
Y a mi querido junio