Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
Uno diría que nunca jamás habíamos visto a lo que hoy asistimos en el caso Lozoya: se fuga, lo persiguen, se entrega, negocia y lo dejan en libertad a pesar de aceptar que cometió los delitos de los que le acusan, aunque se dice presionado y hasta instrumentalizado para cometerlos.
Uno diría que nunca jamás habíamos visto lo que las cifras del INEGI nos ofrecen: México perdió casi 20 por ciento de su producto interno bruto y con ello pasa a la historia no sólo como país sino López Obrador como el presidente que peor ha manejado la pandemia y su indiferencia y negativa a instrumentar un plan de contingencia que sumió al país en una crisis que no se veía ni en tiempos de la revolución mexicana.
Hoy, 69 millones de mexicanos no tienen para comprar la canasta básica alimentaria y el Inegi estima que más de 12 millones de mexicanos han perdido su empleo a raíz del COVID-19 y al menos 10 mil empresas bajaron la cortina de manera permanente en todo el país.
La cifras han llevado al presidente López Obrador a la historia. Él preferirá que se le recuerde por su combate a la corrupción y su intento, hasta hoy, de regresarnos a tiempos de la presidencia imperial, pero la realidad es que desde ahora, a 18 meses de gestión, pasó a la historia como el peor gobierno que ha tenido el país a pesar de que ha sido también el presidente más legítimo, con el mayor número de votos obtenido en una elección libre y validada legalmente.
México, decía, es el país de nunca jamás. Es el lugar donde los cocodrilos vuela, aunque sea bajito, donde las horas se miden en función del interés y ánimo del presidente, dónde la realidad se amolda al discurso del presidente y donde todos asienten con la cabeza a la instrucción del prohombre, ese que no falla, que no engaña, que no roba y que no traiciona, pero que tampoco cumple nada de lo que ofreció en campaña.
¿Hay algo que haya cambiado en el México que vive mi generación?, ¿hay alguna diferencia del ejercicio del poder que sea novedoso?, ¿hay una oferta política que no hayamos escuchado en otras campañas? Por desgracia todo es lo mismo: cambiemos todo para seguir como estábamos…
Los que prometieron ser honestos, no lo son: el 83 por ciento de las compras las hacen directamente, sin rendir cuentas, sin hacer concursos, sin comparar precios y menos contrastar propuestas.
Los que prometieron que serían diferentes hoy están armando su cochinito para las elecciones: no sólo no han reactivado la economía inyectando recursos al país sino que el austericidio siguió y se agravó con 1,200 millones de pesos menos que le quitaron a Salud en medio de la peor pandemia de que tengamos historia.
Las venganzas son el fuerte del nuevo gobierno: cómo las farmacéuticas no se doblegaron, pues hicieron una ley a modo para comprar todas las medicinas en el extranjero y pusieron a 600 mil trabajadores en riesgo en un país que ya tiene 15 millones de desempleados.
Por donde se vea, el país no resiste. El dinero no le alcanza a este gobierno para cumplir sus tres caprichos: las obras faraónicas de Santa Lucía, el Tren Maya y la Dos bocas; repartir dinero a manos llenas sin reestricciones y sin que haya un padrón confiable, y el manejo y manipulación de la justicia para tener rating electoral ante unos comicios de 2021 que se antoja, por decir lo menos, incierta y en riesgo para su partido y su gobierno.
Así, con ese panorama, los estados tienen que rascarse con sus propias uñas porque el gobierno federal los ha dejado solos incluso en temas de desastres naturales como sucedió en Campeche, Yucatán, Nuevo León y Coahuila en las últimas semanas afectados por inundaciones y lluvias atípicas que dejaron miles de damnificados. Todo ello con la posibilidad de desaparecer los fideicomisos, incluido el Fonden, que servía para financiar el rescate por desastres naturales.
El surrealismo mexicano, similar a una novela de Kafka, no ha cambiado gran cosa a pesar de la transición democrática que se suponía significaría un gran cambio en la vida política del país.
Quizá lo que nunca se consideró, y hoy lo vemos con más claridad, es que las cosas no pueden cambiar si no cambiamos antes a una sociedad que, como se ve, está dispuesta a perdonar las corrupciones más espantosas siempre y cuando las cometan quienes ellos decidan.
En eso estamos en estos días. A López Obrador le conceden no dar resultados, no saber qué hacer con Pemex y la economía, el desprecio con que se atendió la pandemia y para ello se recurre a un diagnóstico a priori: el país estaba tan mal que llevará años corregirlo.
Así, cuando los mexicanos teníamos mejores resultados pero la corrupción estaba a todo lo que daba, la insatisfacción llevó a votar por quien hoy no sólo protege a su propia corrupción, sino que aplauden exhiban la de los otros.
Los otros lo hacían peor y no te quejabas, con eso se justifica todo. Al tiempo…