Por Francisco López Vargas
En días en los que la claridad y el análisis ni deberían nublarse, los ciudadanos puedo asegurar que no están confundidos y deberían estarlo porque políticos de todos los signos, sin importar su trayectoria, signo y actuación, son invitados por Andrés Manuel López Obrador para sumarse a su proyecto.
Debo decirlo claro: no creo en ese proyecto, soy de las personas que han visto con desencanto como la gente cambia cuando tiene poder. Pocas excepciones me han ratificado que esos cambios tienen que ver con la calidad de la persona, con su educación y formación humanística.
Me parece un exceso que alguien venga a decirnos que él perdona a todos con la única premisa de que le despliegue pleitesía y le jure apoyo. No, eso no es de gente humilde. Todo lo contrario y más cuando se cree que él tiene la potestad de definir a pecadores y a impíos pero también es la redención para ellos.
Cuidado: la gente que se auto alaba y auto promueve es precisamente porque necesita ese reconocimiento ya que carece de él.
El proyecto de Andrés no me gusta porque ha llevado con él el más puro priismo decadente y corrupto: Layda Sansores, privilegiada de Carlos Salinas; Manuel Bartlett, operador del gran fraude de 1988; Porfirio Muñoz Ledo, que lo mismo va con Fox que con él; Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Gobernación de Zedillo, representante de Teve Azteca; y de perredistas nefastos como René Bejarano y Dolores Padierna, dos corruptos manipuladores de las clientelas perredistas del DF y receptores de dinero sucio no sólo de Ahumada sino de los giros negros de la Zona Rosa capitalina y de los ambulantes.
No creo tampoco tener la vara que mide la rectitud de los políticos, sólo soy una persona que se lleva más por la conducta de quienes son entes públicos y le pagamos con nuestros impuestos que por sus dichos. Los actos siempre definen a las personas, sus palabras sólo la desenmascaran y no dejan dudan de sus ideas, pero si las opacan. Los actos, me decía mi abuela, son una radiografía que mira hasta los huesos.
Andrés ha acreditado que no es demócrata: no sabe perder; ha acreditado que no tiene calidad moral: repudia a Salinas, pero tiene cerca a Bartlett; habla del Fobaproa y censura a Zedillo pero tiene a Moctezuma y hasta a Romo que se benefició con ese fondo que tanta ignominia le merece como parte de su equipo.
Es un mentiroso porque decía que nadie que fuera de la mafia del poder entraría en su proyecto y suma al suegro de Azcárraga Jean, al consuegro de Carlos Slim, beneficiado por Salinas. Dos varas y dos medidas, pues. Todo sea por ganar.
Las encuestas que veremos estos días tienen resultados que son normales cuando se trata de alguien que la gente ya conoce: dos campañas presidenciales, dos derrotas y dos campañas en Tabasco, sus años de jefe de gobierno capitalino y de presidente del PRD lo hacen un sujeto prácticamente conocido por todos.
Un personaje que lo mismo se caracteriza como un intolerante que como un demócrata, que como un ser cristiano y católico pero evita hablar del aborto y de la homosexualidad. Todo un pez en el agua: es resbaladizo.
Sin embargo, creo que para pocos hay alguna duda cuando vemos al hijo de un amigo, o de un familiar comportarse porque sus actos descubren cómo fue educado, cómo creció y lo que vio en su casa. Los hijos de Andrés son exactamente lo opuesto a él: no tienen humildad y saben que ellos están exculpados no sólo por su padre sino también por los adoradores de él.
No me da miedo que gane la presidencia, pero me aterra el retroceso que tendrá el país y la anarquía que precederá a todos los males que ya habíamos superado. No me imagino a México sin rumbo y menos cuando la mayor parte del presupuesto se iría a gente que no trabaja, que no estudia. Clientelas electorales.
Para nadie es un secreto que Andrés hará lo que sea para ahora sí llegar, para no equivocarse, pero en verdad ¿podrá ganar la elección?
Al tiempo, ojalá que en pocos años no tengamos que lamentarnos.
