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Orígenes y raíces

Jordy R. Abraham Martínez
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Sobran los motivos, por: Jordy R. Abraham.

JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham

México ha tenido la dicha de conservar hasta la actualidad muchos de los rasgos culturales propios de los pueblos indígenas. Precisamente este valioso privilegio es el que hace del país un territorio tan diverso en el mejor de los sentidos. La extensión vasta del suelo nacional da cabida a una convergencia significativa de comunidades sumamente distintas entre sí, pero con una identidad poderosa que les brinda riqueza a sus lugares de origen.

Cada estado de la República se identifica con un determinado grupo indígena y esto se refleja en su gastronomía, en sus costumbres e incluso en su léxico. Ahí tenemos a los mayas en la Península de Yucatán y por otro lado a los tarahumaras de Chihuahua, solo por mencionar dos ejemplos que son separados por una amplia distancia y, no obstante, ambos forman parte trascendental del patrimonio inmaterial mexicano que nos hace sentir tan orgullosos.

El mestizaje y la fusión de dos mundos, se refleja hoy en día en las tradiciones en las cuales florece el patriotismo. No se puede entender este país, sin sus comunidades indígenas, por lo cual es indispensable trabajar con responsabilidad para procurar su preservación. La dinámica intercultural debe ser provechosa y generar cohesión social. En consecuencia, la segregación es inadmisible, puesto que únicamente produce una brecha injusta que lesiona y merma la sana convivencia. Han sido ya varias décadas en las que se ha pasado por alto el deber cívico que representa el proteger a los pueblos indígenas por ser un pilar clave sobre el cual se ha construido esta nación.

El primer paso para lograr tal cometido sería revalorizar la importancia de la cultura prehispánica. Es inaudito que exista discriminación hacia las personas indígenas en un país cuya principal fortaleza es, justamente, la pluralidad. Resulta lamentable observar que una gran parte de la población rural se halla en situación de pobreza, ya que con frecuencia reciben pocas oportunidades, y en el peor de los caos, se les da un trato discriminatorio.

La Constitución, en su artículo segundo, estipula el debido respeto a la población indígena y va más allá al reconocer los usos y costumbres de estos pueblos. Empero, sigue habiendo un limitado acceso a la educación en múltiples zonas rurales, de igual forma es preocupante la precaria disponibilidad de centros de impartición de justicia. En estos dos supuestos, el problema radica en el poco aprecio hacia las lenguas indígenas. Por consiguiente, son pocos los traductores empleados por los órganos judiciales y son escasos los profesores que dominan estas lenguas para ser capaces de impartir cátedra en las instituciones educativas. Sería trágico que esta generación sea testigo de un debilitamiento del arraigo indígena que debiera ser motivo de orgullo profundo. La solidaridad es una asignatura pendiente en este rubro y debemos trabajar para sobreponernos a esta coyuntura crítica.

Comprendamos que el verdadero patriotismo consiste en defender aquellos elementos que integran la esencia de nuestra nación. El respeto a los indígenas debe darse de modo cotidiano, y desde luego, debe ser inculcado desde las aulas a través de la educación. Valoremos la cultura de los pueblos autóctonos con todo lo que ello implica. Todos somos ciudadanos de México de valor.

Jordy R. Abraham Martínez
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