SANTA ANA, México (AP) — En una pequeña comunidad enclavada en un valle del sureste de México, la música de la banda local anunció la celebración de una boda religiosa que esperó por décadas.
El grupo, que no podía tener un mejor nombre para la ocasión que el de “La Siempre Joven Banda Amigable”, fue contratado para celebrar al novio Pablo Ibarra, de 75 años, y a la novia Francisca Santiago, de 65, quienes finalmente se casaron por la iglesia después de casi cinco décadas de estar juntos.
La pareja se conoció en 1967 cuando cuidaban chivos en las afueras de Santa Ana, Oaxaca. Poco tiempo después Pablo le pidió a Francisco que se casaran, con una condición: Quería que lo acompañara a la Ciudad de México por tres años mientras trabajaba como guardia de seguridad en obras de construcción alrededor de la capital.
Pero Francisca, quien entonces tenía 16 años, rechazó la propuesta por “respeto” a su madre viuda. Su padre falleció cuando tenía ocho años y sentía una obligación de ayudar a traer comida a la casa para su mamá y sus tres hermanos, por lo menos hasta que se volviera una adulta.
Cuando regresó en 1970, Pablo se casó por el civil con Francisca. No podían casarse en la iglesia católica porque él era un divorciado. Los cuatro hijos que tuvo en su primer matrimonio murieron pequeños de enfermedad.
En sus 46 años de matrimonio, Pablo y Francisca han tenido ocho hijos y varios nietos. Pero hasta que el 8 de diciembre de 2015 entraron en vigor las reformas promovidas por el papa Francisco sobre el proceso de anulación, ellos nunca pensaron que podrían casarse en una ceremonia religiosa.
Las reformas aceleraron un proceso hasta entonces tedioso para los divorciados.
El año pasado, con la ayuda del padre Domingo García Martínez, el caso de su anulación fue llevado al obispo en Oaxaca. El prelado resolvió anular el primer matrimonio de Pablo porque él no había vivido con su anterior esposa por más de 40 años y ella no se opuso a la anulación.
El 23 de julio, el padre García celebró el matrimonio religioso de Pablo y Francisca frente a unos 250 familiares y amigos.
Después de recibir los sacramentos, su alivio era evidente. Francisca jaló al cura para darle un gran abrazo mientras aparecía una amplia sonrisa en su rostro.
“Fue hermosa, todo lo que esperaba”, dijo Francisca sobre la ceremonia. “Ahora estamos juntos con la bendición de Dios”.
Para celebrar hubo mole negro de pollo acompañado de tortillas recién hechas. Los meseros pasaban entre las mesas destapando botellas de cerveza. En el cielo, cohetones estallaban.
Y “La Siempre Joven Banda Amigable” tocó una y otra vez mientras la familia y sus amigos rodeaban a la pareja mientras bailaba.
“¡Se sintió como la primera vez que la vi!”, dijo Pablo. “Pero ahora finalmente se siente derecho. Con ella Dios ha bendecido mi vida mucho”.