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Pasado o futuro

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

México se debatirá 2018 entre una propuesta de futuro o una de pasado. México, como país, necesita mirar al futuro y no regresar en un pasado que sólo garantiza el regreso a un control político y económico que no le hizo bien.

Ese pasado encarnado por Andrés López Obrador implica un retroceso a las épocas de represión política, de la economía mixta y de una intolerancia de la que tenemos la peor experiencia en Tlatelolco, en el Jueves de Corpus o en los sexenios de Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo o De la Madrid donde el fraude patriótico era justificado como una salvación del México de los progresistas para evitar que los reaccionarios tomaran posesión.

El debate hoy es complejo. La alternancia política de México no sólo terminó por frustrar a los ciudadanos ante la falta de un cambio real y el exterminio de la corrupción y la impunidad, sino que también vimos cómo paulatinamente los partidos se han convertido en prácticamente lo mismo: el pragmatismo como patrón de conducta y la justificación y encubrimiento mutuo como acciones comunes.

La participación política de Andrés Manuel no sólo ha logrado mantenerlo en la preferencia electoral aún cuando no había candidatos definidos, sino que quizá precisamente por ello una buena parte de la ciudadanía escuchaba sus críticas y censuras y las hacían propias mientras el país y cada uno vivía días más que difíciles.

Los privilegiados ofendiendo a los más pobres con su presuntuosa forma de vida y todos ellos alineados al presupuesto. Es como si esa minoría no entendiera, no viese que esa mayoría que hoy sobrevive y no tiene tiempo de ver su futuro tratando de lograr sacar lo del día, son más y que envalentonados, molestos y frustrados son una caldo de cultivo peligroso que sólo necesitan una mecha para incendiarse.

Es la economía, estúpidos, habría dicho Bill Clinton a los escépticos que no entendían por qué la derrota de quienes detentaban el poder en Estados Unidos en esos años. En México, pasa lo mismo: cada día es más difícil vivir sin que haya una gran reforma salarial, una gran inversión en fuentes de empleo que no paguen salarios de esclavitud y que el gobierno se reduzca, sea menor y gaste menos dejándole a la empresa privada el margen suficiente para generar esa riqueza para repartir.

Sin embargo, en ese México idílico aparecen las voces de alerta cuando se proponen incongruencias económicas como las de la dieta universal a la que todos tienen derecho sólo por ser mexicano; cosas como la universidad abierta para que todos se inscriban sin presentar examen, sin compromiso de calidad educativa, sin compromiso de financiar una educación que rescate al país y dé opciones a los jóvenes.

Empero, lo que no explican es que el dinero con el que se financiará todo eso viene precisamente del mismo lado: nuestros impuestos. El argumento de que la corrupción y la impunidad se acabarán de inmediato es algo falaz cuando el gabinete del gran líder se conforma con la familia de varios de sus principales seguidores y consejeros: la política como patrimonio familia, otra vez, al más viejo estilo priista.

Las campañas electorales de este 2018 se escurren por una frágil ladera que da a un precipicio: la manipulación religiosa, la lucha de clases y el racismo. Llevarla por ese sendero puede generar no sólo violencia porque se mezcla religión, política y xenofobia sino que las expectativas sociales vaya que tendrán un falso objetivo que hoy se usa como argumento también: somos el pueblo bueno.

Las experiencias del pasado nos dice que cuando un candidato se asume vocero de sólo un segmento social suceden cosas por demás escalofriantes. Las tentaciones del poder absoluto nos ha llevado al México de hoy con sus matices y sus contrastes pero regresar a ese sendero nos llevará al absolutismo.

Además, la incongruencia y las contradicciones aparecen: alianza con un partido conservador, que irá con uno de “avanzada” y un candidato que lo mismo señala a un empresario por corrupto y beneficiario del sistema que termina pidiéndole que lo acompañe, igual hace con los empresarios de los medios y acepta al suegro de uno y al consuegro de otro para integrar sus programas. El candidato seduciendo a quienes están dispuestos a vender sus ideas al nuevo mesías a cambio de no padecerlo, de ser sus privilegiados, como lo son hasta ahora.

Es la más completa expresión del cambio para que todo siga igual sólo que ahora yo soy el presidente.

Andrés ha traicionado a todos: al PRI del que se salió por no hacerlo candidato a gobernador de Tabasco; al PRD que a pesar de que lo llevó a la dirigencia, lo hizo presidente y lo llevó a la jefatura de gobierno, lo registró candidato presidencial en dos ocasiones, lo dejó porque no se plegaron a sus exigencias y no le entregaron el partido para sus nuevas aspiraciones.

Andrés ha pactado con el Peña que hoy agrede: le concedió siendo presidente del PRD no armar coalición con el PAN para el triunfo de Eruviel Ávila a cambio de su propio partido: 650 millones de pesos anuales para sostener a sus hijos, dirigentes del partido en tres entidades distintas, y otros familiares que incluyó en el consejo de Morena.

Para enfrentarlo el PAN tomó al que quizá sea su clon más adelantado. Ricardo Anaya retomó el discurso del mesías del trópico y como él, ofreció darle una dieta universal a cada mexicano tan sólo por el hecho de serlo. La idea implica cerrar a todo el gobierno, hacer a un lado la operación de todas las secretarías y dependencias y aún así, sin ese gasto, le faltarían cientos de millones de pesos para cumplir la promesa. ¿Cómo gobernaría sin el aparato?
Anaya, como Andrés, ha traicionado a cada uno de los que lo han apoyado y ha dejado en el camino a sus más sólidos adversarios valiéndose de la dirigencia del partido y pareciera que no se detendrá hasta que sea, si le alcanza, presidente de la República.

Dividió al PAN para vencerlo y se alió con lo más ajeno al panismo para consolidar ese poder. Inspirados en el odio, en las afrentas y la sed de venganza expulsó a Margarita Zavala con lo que despreció una vida dedicada al partido y la convirtió en su adversaria y en una posible candidata independiente, si alcanza a reunir las firmas de apoyo.

En el PRD ven al frente como una tabla de salvación ante la desbandada a Morena y negociaron más de 100 distritos federales electorales en los que irán con candidatos a diputados federales.

En otro entrega, los demás partidos y sus candidatos.

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