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Pecados hay muchos, los de omisión y encubrimiento son más graves

Ismael Méndez Camargo
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Por: Ismael Méndez Camargo.

A finales de noviembre pasado el vocero de la Arquidiócesis
de Yucatán, sacerdote Jorge Martínez Ruz informó que el sacerdote José Miguel
Medina Oramas, se encuentra impedido para continuar ejerciendo su labor
sacerdotal en la comunidad de nuestro estado. El presbítero Medina se
desempeñaba como titular de la parroquia Santa María Luisa de Marillac y quedó
sujeto a un proceso de derecho canónico, que lo inhabilita para administrar los
sacramentos de la iglesia católica, hasta terminar el mencionado proceso, que
trajo como consecuencia cierta incertidumbre y zozobra entre la comunidad
yucateca, pues es un presbítero muy apreciado y carismático por sus misas de
sanación.  

Sobra decir que el citado sacerdote, había tenido
muchas quejas en su contra, durante su ya larga carrera de cuarenta años que le
ha llevado por varios municipios y siempre se le criticaba que sus misas nunca empezaba
a la hora, y que gastaba mucho dinero en sus viajes, siendo dinero que no le
pertenecía y lo gastaba de manera disoluta en sus viajes, acompañado de
jovencitos, muchos de ellos miembros del grupo de monaguillos de la iglesia en
turno, principalmente de las parroquias de Halachó y Maxcanú, situación que no
era bien vista por las comunidades mencionadas, dando pie a habladurías con
tintes de homosexualismo.

Sin embargo, este es uno de tantos casos que se
presentan entre los sacerdotes de las iglesias católicas del mundo, pero el
meollo del asunto, es la falta de previsión de los jerarcas religiosos de armar
filtros o protocolos para frenar estos penosos asuntos, que no corresponden al
juramento que hicieron el día de su ordenación sacerdotal de respetar los
mandamientos de Dios y de seguir fielmente su celibato, en todos los aspectos,
razones por las que, entre otras, los feligreses y parroquianos se alejan de
las iglesias o cambian de religión; pero lo grave del asunto es que dichos
malos ministros religiosos no calculan el daño físico y emocional que hacen en
los adolescentes que han sido abusados por algún sacerdote y que los menores, nunca
se lo comunican a los padres o tutores.

En este mismo año la arquidiócesis de nuestro
estado, en menos de dos semanas, notificó este mismo proceso al sacerdote José
Viera Arruda, que optó por dejar la iglesia católica para formar parte de la
iglesia cristiana apostólica, pero los motivos por el cual fue separado de su
cargo, no fueron revelados dejando muchas dudas  y comentarios en cuanto a su comportamiento,
pero aún así se continúa el proceso canónico en su contra. No cabe duda que los
seminarios de formación de ninguna manera garantizan una buena y recta conducta
de los sacerdotes, pero en muchos casos los obispos y responsables de vigilar
las acciones de sus pastores hacen caso omiso, aún sabiendo de voz directa de
algunos fieles, de la conducta inadecuada de los religiosos.

Sabemos que los llamados
curas, son seres humanos con defectos y tentaciones, pero tomar los hábitos
religiosos es una cuestión mu delicada y en ningún momento se deben salir de su
promesa de guiar a la grey católica, pero es muy sabido que más del veinte por
ciento de estos ministros, cometen actos de abuso o bien tienen relaciones
íntimas con mujeres, aun con el conocimiento de las altas esferas del
catolicismo lo cual les está prohibido. Entonces, con tanta experiencia de la
vida los formadores de los futuros sacerdotes y de los actuales, muchos obispos
conociendo todo lo antes expuesto solo dicen: hagan oraciones por nuestros
presbíteros; entonces resulta muy cómodo quedarse en su zona de confort y dejar
a un lado sus obligaciones de coordinar y vigilar a sus subordinados,
cometiendo el pecado de omisión por no tomar cartas en asunto, dejando a la
deriva las murmuraciones y conjeturas que dañan no solo al sacerdote castigado,
sino también a sus familias y a su comunidad que pone sus ojos y esperanza en
su pastor. 

Ismael Méndez Camargo
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