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Perder el tiempo

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

Dice mi amigo Milo Ramos Herrera que discutir con personas que están identificadas con algún partido político es una pérdida de tiempo. Sin embargo, quienes nos dedicamos al periodismo tenemos la obligación de ver una realidad sin apasionarnos, evaluar la actitud, la propuesta, la intención del voto, y, como todo ciudadano, también podemos y debemos advertir de los que pretenden engañar, o de quienes son malas personas, o de quienes se contradicen y mienten, y de quienes cobijan lo peor.

En esta elección, como nunca se votará con el hígado, con un deseo de revancha porque la corrupción no alcanzó para beneficiarlos a todos o porque les negó acceder a mejores servicios y mejores niveles de vida, pero también porque hay un personaje que exacerba esos sentimientos pregonando a diario su nueva realidad.

Ese sentimiento de que todos llegan a hacer lo mismo, tampoco nos beneficia porque quienes al fin pueden acceder al poder ven como normal robar e incluso hay quienes justifican con el argumento de que robaron poquito.

Otros, ese sentimiento los convierte en apáticos. En quienes creen que su voto poco importa y de que poco servirá cuando se elija a quien debe representarnos.
Cambiar un estado o al país es un trabajo de todos. Si uno señala errores de algún candidato pues somos textoservidores del otro, si lo hacemos con el otro, pues la respuesta es la misma.

El caso es que los medios y quienes nos dedicamos a ellos nos toca el papel de emisarios de las malas noticias, de corregir las equivocadas o falsas y de despejar las dudas y de exponer las encuestas aunque no seamos responsables de ellas pero sí de su análisis y de sus lecturas y definiciones apegados a los datos.

A los que nos creen parciales, a los que nos exigen objetividad sólo puedo decirles que, como ellos, nosotros, los periodistas, no todos somos vendidos, no todos estamos por el cochupo, pero al igual que ellos somos seres humanos falibles y deseamos lo mejor para este estado y que decir del país porque en el vivimos nosotros y nuestras familias.

Eso, si les sirve de algo, debería basta para tratarnos como les gustaría que les tratemos. Esa máxima nunca debe olvidarse y debe ser la guía de la vida.
Obrar así y con mucho respeto, ese que cada día se olvida más, debería ser la norma.

Incongruentes

Más rápido cae un hablador que un cojo, dice el refrán popular y eso quedó de manifiesto en el evento en que Morena inscribió a Layda Sansores como su candidata a la gubernatura, el pasado fin de semana en la capital campechana.

Como ha quedado claro, Sansores, al menos para quien escribe, es una persona que trae en su ADN los vicios de la política del PRI más antiguo e impositivo.

He contado muchas veces como la conocí, en su primera campaña, cuando se me acercó para preguntarme mi edad porque, me dijo, tenía mucha información de su familia, de su padre y ponía ejemplos en mis artículos de cosas que, no lo dijo entonces, eran verídicas de cuando su padre fue gobierno. Entonces, publicaba en El Sur, periódico del que salí por serias diferencias con el socio principal.

Sin conocerme más que por la charla que tuvimos unos minutos en Palacio Federal de Campeche, seguí a la entonces –como ahora- candidata y en los patios de lo que hoy es SCT, en los rumbos de la estación antigua; volvimos a platicar.

Rápida como suele ser, me pasó el brazo por los hombros y me dijo seductora: ¿por qué no somos amigos, señor López? Yo con mis amigos haga buenos negocios…

Años antes, en Mérida donde estaba mi sede como corresponsal del semanario Proceso, la hoy diputada federal, entonces gobernadora interina, Dulce María Sauri Riancho de Sierra me invitó a tomar un café a las pocas semanas de su toma de posesión ese 14 de febrero de 1991.

-¿Sr. López, me dijo esa gobernadora, cuando empieza a funcionar la agencia APRO?

-En eso estamos, en las pruebas, le respondí.

-Mire, me interesa mucho suscribirme con uds para esos servicios de información…

Extendiéndole una tarjeta de presentación le subrayé los números de la oficia de Proceso donde podría hablar para suscribirse.

-Jajaja, se rió al recibirla. Me interesa suscribirme con usted. Que la información de la agencia sea favorable a mi gobierno. Que usted. destaque lo mejor de esta nueva administración, detalló. ¿Cómo nos entendemos?, preguntó frotando los dedos índice y pulgar derechos.

-Mire, la realidad es que tengo una curva de empleo muy volátil. Sólo duro seis años como máximo en los trabajos. No me gusta quedarme demasiado en ellos.

-Por eso, ¿cuánto considera que sería lo correcto?, insistió.

Y haciendo cuentas le dije que $200 millones de pesos…

-Está ud. bromeando, me dijo con sonrisa sarcástica.

-No, prestarme a lo que usted quiere me hará perder mi trabajo y mi nombre. Por eso, creo que es una broma lo que me está usted. proponiendo, le respondí dándole una salida decorosa.

-Tiene ud. razón, es una broma, me dijo para intentar enseguida hacer una plática de tópicos de ese momento como válvula para aliviar lo tenso del momento.

Nos despedimos y al día siguiente todos los acceso a su gobierno se habían cerrado: no había boletines, ni invitaciones a sus giras, menos a los eventos oficiales. Ella no terminó su gobierno, renunció alegando un conflicto de intereses y yo seguí siendo periodista, como hasta ahora.

En 1997 enfrenté a López Obrador y le pregunté cómo su partido, entonces el PRD, estaba reciclando a priistas con negros antecedentes y más a quien desde esos días vi como el regreso de ese viejo PRI al gobierno local.

No logré respuesta, López Obrador me miró con coraje quizá porque no entendía que él provenía de lo mismo…

Hoy, cuando de nuevo vemos una campaña política y a Layda Sansores, por cuarta ocasión, contender por la gubernatura me queda claro que sólo querían regresar al poder.

Si ella, en verdad, deseara el cambio para Campeche no habría sido el ariete que dejó que Jorge Carlos Hurtado llegara al gobierno por sólo 3,800 votos cuando ella pudo aliarse con la oposición y lograr esa alternancia de la que habla. Prefirió negociar, como lo hizo seis años antes con quien era el títere de los hermanos González Curi.

Seis años después, frente a Fernando Ortega, Layda ni siquiera contendió para no quitarle votos al PRI y tratar de derrotar al PAN, cuyo poder presidencial se sentía aún en Campeche por la cercanía de la familia Mouriño con Felipe Calderón. Tampoco optó por la alternancia.

Contra Alejandro Moreno, Layda volvió a competir por tercera ocasión y en ella perdió con 65,490 votos contra 148,659 que logró el primer lugar y 114,457 que se llevó el segundo sitio. Sus votos hubieran hecho la diferencia para derrotar a Alejandro Moreno, pero tampoco optó por esa opción.

Escuchar a Sansores hablar de transición no sólo es poco creíble sino que en esta elección ella representa al poder presidencial. Ella es la candidata oficial y a ella es a la que le servirá el fraude electoral que ya se organiza desde la presidencia con la movilización de los siervos de la nación.

Ella no es igual a los que dice detesta, es peor no sólo por incongruente sino porque hace lo mismo de lo que se queja. Habla de violencia y es ella la única que la convoca y promueve.

Habla de traer a Campeche la Cuarta Transformación: esa cuyos números sólo acreditan la incapacidad de quien tenía soluciones para todo, pero sólo en su cabeza.

José Francisco Lopez Vargas
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