La Revista

Persiguiéndose la cola

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas. 

Cuando el PAN sucedió al PRI en el 2000, muchos
mexicanos se limpiaron la frente porque se percataron que la sociedad había
logrado ganar una batalla a la hegemonía tricolor que llevaba desde 1946
gobernando al país como hoy se le conoce, aunque el PNR nació en 1929 y
evolucionó a PRM en 1938.

Durante 70 años, el PRI mantuvo la presidencia de la
República bajo la égida de un presidente que podía elegir a su sucesor en una
facultad metaconstitucional que lo hacía líder absoluto del partido en el
gobierno al que no se le discutía.

Desde entonces, el gobierno de partido tuvo la
facultad de abrir las válvulas para reducir la presión social y los deseos de
muchos ciudadanos de participar en política.

Hoy, ante la crisis que vivimos precisamente porque
los partidos políticos han privilegiado los beneficios a sus dirigentes más que
a sus militantes y a la sociedad, urge su reconversión y la alianza con la
sociedad, esa que se equivocó al votar por López Obrador en 2018.

El error no sólo debe revertirse porque hoy en México
se discuten temas que ya creíamos superados. El más reciente tiene que ver con
el aborto, derecho de las mujeres que el presidente ya cabildea en la Suprema
Corte para revertir los beneficios que la sociedad había logrado en ese tema
crucial que él evitó reconocer cuando fue jefe de gobierno y que se logró tan
pronto dejó ese cargo, en 2007.

El tema no es menor. En el México de la 4T los
mexicanos debemos de luchar porque hay intentos, no han logrado pasar, de
acabar con la propiedad privada, se está proponiendo una militarización
absoluta al convertir a la Guardia Nacional en un apéndice militar, se quiere
desconocer al INE y convertir los procesos electorales en temas de control del
gobierno y una serie de medidas atrabiliarias que ya habíamos logrado superar
desde que la oposición le quitó la mayoría legislativa al PRI en 1997.

El hartazgo ciudadano está tomando forma en una
alianza opositora que, si la sociedad no se activa, dejará que los liderazgos
partidistas sigan quedándose para ellos las candidaturas sin voltear a ver a
una sociedad que los ve muy lejanos y que esa distancia se ha convertido en la
crisis de partidos que llevó a Morena a ganar las elecciones.

Los temas son cruciales. El mundo está despidiéndose,
gracias a las nuevas generaciones, de los partidos tradicionales que han
sufrido derrota tras derrota en el mundo, dándole vida a nuevas expresiones
políticas de reciente creación.

El pasado fin de semana, nació como Asociación Civil
el Frente Cívico Nacional que pretende coordinarse con los partidos políticos para
sacar candidatos que se sometan al escrutinio ciudadano en pro de campañas y
elecciones primarias previas a la constitucional, que permitan encontrar a
quienes la sociedad vea como mejor opción para competir contra las corcholatas
que López Obrador puso en campaña.

La realidad es que la precampaña de Morena obedece más
a la necesidad de desviar la atención del accidente de la línea 12 del metro,
que golpea directamente a Claudia Sheinbaum por no darle mantenimiento que a
una necesidad real de poner a sus aspirantes a recorrer el país en espera de
que la “dedo-encuesta” se decida por Claudia, ya placeada como la favorita, o
Adán Augusto, el hombre de la confianza plena del presidente.

Los intentos de desviar la atención a la falta de
resultados del actual gobierno no sólo lo han llevado a exponer su juego con
sus “corcholatas” sino a inaugurar obras inconclusas como el Aeropuerto Felipe
Ángeles o la refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco.

Con los resultados adversos en la Ciudad de México y
la pérdida de posiciones en el Congreso después de las elección del año pasado,
el presidente tiene claro que si se le puede ganar a su partido y precisamente
por ello ha elaborado un entramado de eventos y de discursos que intentan
desviar el tema de los resultados de su gobierno. Un buen gobierno no
necesariamente da votos, pero uno malo si los quita.

Desesperado y del humor, López Obrador ha emprendido
una campaña de desprestigio contra los presidente de los partidos opositores al
extremo de reabrir en lo local, en el gobierno de Layda Sansores, un expediente
contra Alejandro Moreno que ya había sido exonerado por la Fiscalía General de
la República luego de las denuncias por enriquecimiento inexplicable de Ulises
Ruiz, ex gobernador de Oaxaca.

Las explicaciones son endebles, porque si bien el
delito existe a nivel local, el enriquecimiento inexplicable tiene ámbito tanto
local como federal, pero es un delito más bien para generar escándalo porque ya
en el proceso se caen los argumentos porque es técnicamente muy difícil de
acreditar. Las acusaciones sirven más para amedrentar y enlodar que para hacer
justicia.

Si la Alianza no hubiera dañado a la 4T en sus
expectativas electorales ¿para qué visibilizar a Moreno si lo que más les
interesaría es disminuirlo y hasta ignorarlo?

Los ataques de Osorio tienen más que ver con el pacto
de López Obrador con Peña Nieto que con la legitimidad del senador de querer
ser dirigente del partido.

El hartazgo social está latente y por ello la andanada
de una gobernadora que hace apología del delito y lo promociona todos los
martes para desviar la atención ante los resultados inexistentes a una decena
de meses de su toma de posesión y a un mes de su primer informe.

¿Hasta dónde llegarán Layda y López Obrador con sus
artificios para evitar que se les cuestione? Al tiempo…

José Francisco Lopez Vargas
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