Los días han pasado desde aquel 1 de julio de este año en que los yucatecos junto al resto del país fuimos convocados a las urnas; estuvimos entre los nueve estados que renovaron gubernatura, congreso local y alcaldías, junto con las tres elecciones federales de Presidente de la República, Senadores y Diputados. Así a los habitantes de esta calurosa tierra del venado y del faisán nos entregaron seis boletas y con cada una de ellas quedó demostrado una nueva forma de entender y aplicar la política, así como los derechos cívicos y electorales de los yucatecos. Los conteos llegaron, luego los recuentos y así los cómputos y entregas de constancias de mayoría que al final arrojaron un balance de alguna forma atípico del comportamiento histórico de nuestra población al elegir a sus gobernantes y representantes, ya que en muy pocos procesos claramente el voto había sido tan claramente dividido en todo el Estado. Pareciera que quedó atrás aquello del “voto parejo” por un partido y que claramente los yucatecos no hicieron caso a los llamados del “voto masivo” para un partido que desde la capital del país las cúpulas quisieron instruir para los estados, ahí Yucatán no se cuadró y prefirió descuadrarse en una retadora pluralidad que debe tener muchas lecturas y reflexiones, pero sobre todo entendimientos claros del mandato de los ciudadanos por parte de los candidatos y partidos tanto ganadores como perdedores.
En resumen de triunfos, los yucatecos votaron en su mayoría por Morena para la Presidencia de la República, por el PAN para el Gobierno del Estado, por el PRI para las Senadurías y optaron por un Congreso del Estado dividido, así lo mismo con las Alcaldías y Diputaciones Federales donde todos se llevaron algo y todos perdieron algo. A diferencia de otras entidades donde le entregaron a un sólo partido la mayoría o casi todo, en Yucatán se optó por el llamado “voto cruzado” sepultando así por ahora al famoso “carro completo”. Las causas las deberán analizar los actores del proceso donde posiblemente salgan a relucir premios, castigos y hasta traiciones dentro de las mismas cúpulas y líderes; lo cierto es que en los hechos el reto es grande para todos, los yucatecos dieron lección de civismo al acudir en gran porcentaje a las urnas (como ya es tradición) y permanecieron ajenos en algunos casos a lo que el resto del país decidió. Seguimos siendo un Estado no sólo alejado (si así se quiere entender) territorialmente hablando, sino también en costumbres, visiones y decisiones, pero sí con una profunda capacidad para actuar y esperemos en lo próximo para exigir a nuestras nuevas autoridades y representantes el cumplimiento de lo que en campaña propusieron y un comportamiento a la altura de los tiempos que se viven.
No creo que la decisión expresada en las urnas sea un cheque en blanco para nadie, por el contrario, será factor de profunda evaluación y vigilancia constante. Con los errores (normales si así se quiere entender) que las autoridades electorales pudieron cometer y algunos puntos negativos en ciertos municipios donde se implementaron prácticas de los partidos políticos que creímos superadas para ganar por ganar, la elección tiene un saldo positivo y la amplia mayoría de la población e instituciones califican al proceso electoral como satisfactorio, lo que llena de legitimidad los resultados y le otorga a los ciudadanos el legítimo poder de examinar lo que en los próximos tres y seis años esté por ocurrir y en ese tenor volver a premiar o castigar en las benditas urnas con el sagrado y poderoso sufragio.
Ahora nos queda como Yucatecos desear lo mejor a nuestras siguientes autoridades y representantes, comportarnos como ciudadanos de verdad y estar a la altura para no sólo poder criticar, también para apoyar y colaborar en lo que debamos para tener un Yucatán y un México mejor.
