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Poco ortodoxa

David Moreno
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En la pantalla, por: David Moreno.

Abandonar un sistema de creencias es un proceso complejo, muy personal. No es sencillo especialmente cuando desde niño a la persona se le inculcan en el cerebro conceptos que se enseñan como verdades absolutas, inmutables, eternas. El deshacerse de tales ideas implica una confrontación con un mundo diverso, siempre cambiante, y con el hecho, a veces doloroso otras realmente gozoso, de separarse del sentido de pertenencia a algo que solamente sostiene por la tradición o por un concepto poco cimentado en la realidad como lo es la fe. Y claro, ese abandono implica un viaje, una travesía personal en la que el cambio que se va produciendo en diferentes paradas está lleno de aprendizajes que se pondrán en práctica una vez que se alcanza el destino.

Creo que precisamente uno de los grandes aciertos de Poco Ortodoxa (Unorthodox), la miniserie de Netflix que se ha convertido en un gran éxito, es que refleja todo lo anterior. Y lo hace a partir de entrar a un grupo desconocido grupo, místico, y cuya escala de valores está cimentada en tradiciones que parecen extraídas de otros tiempos: los judíos jasídicos. Esther “Esty” Shapiro (Shira Haas, monumental en el personaje) es una chica de 19 años que – como todas las mujeres de su comunidad está destinada a solo dos cosas: contraer matrimonio y tener hijos. Vive en Willamsburg Nueva York, y su única relación es con los miembros de su comunidad. Ha crecido toda su vida bajo los preceptos de una de las ramas del judaísmo más ortodoxas y conservadores. Su matrimonio es arreglado con Yanky Shapiro (Amit Rahav) un chico que vive bajo la sombra de su familia, lo que le genera un carácter inseguro y con pocas ambiciones en el futuro. La pareja irá complicando su situación especialmente por la dificultad que tienen para concebir un hijo. Las cosas se irán complicando y ello llevarán a Esty a tomar la decisión de abandonar el hogar matrimonial, a sus abuelos y todo lo que conocía para emprender una nueva vida al otro lado del Atlántico en Berlín, ciudad en la que vive su madre con quien no mantiene una buena relación precisamente porque ella en su momento tomó el mismo camino.

La serie seguirá dos líneas narrativas. Por un lado mostrará todo el proceso de cambio de Esty en Nueva York. El espectador podrá adentrarse en las tradiciones de los jasídicos, en su idiosincrasia, su cultura y su manera de entender al mundo. Una manera completamente reñida con los avances que en materia de derechos tiene la sociedad, pero que muchos podrían justificar bajo el argumento de que se trata de “usos y costumbres” que deben respetarse. Probablemente, pero no por ello uno no puede dejar de sentir empatía por un personaje como Esty que irá entendiendo que el futuro es más de lo que esos usos y costumbres pueden ofrecerle. Para ello contribuirá una relación matrimonial con un tipo como Yanky, un sujeto con buenas intenciones y que desde un principio siente un sincero afecto por la chica pero que por la cultura en la que ha crecido, es completamente incapaz de comunicar dichos sentimientos a la chica. Sus inseguridades le convierten en un tipo huraño y convencido de que su única misión es la de tener un heredero que garantice la continuidad de su comunidad. La segunda línea – contada de manera paralela a la primera – narra la llegada de Esty a Berlín. Una ciudad en la que se esconden los escombros del doloroso pasado del pueblo judío, pero que al mismo tiempo se ha convertido en un oasis de diversidad que le atrapa irremediablemente y le confronta de una manera brutal con todo lo que ella daba como cierto. En la ciudad alemana conocerá de manera fortuita a un grupo de estudiantes de música procedentes de los más diversos bagajes y tradiciones culturales. Ese encuentro será determinante para el proceso de transformación del personaje y para hacer aún más contundente su deseo de renunciar al sistema de creencias y valores en el que nació y que le impide desarrollar todos sus sueños y todo su potencial como persona, como individuo único, como alguien que busca ante todo la felicidad y los desafíos que ésta representa.

Sustentada en el libro autobiográfico de Deborah Feldman, Poco Ortodoxa representa el conflicto de una vida que es sacudida por el encuentro con otra realidad, con el otro representado por la diversidad y la modernidad. Es un honesto retrato de un cambio radical y la valentía requerida para conseguirlo. Es un alegato por la libertad y por la oportunidad que todos deberían tener para que la travesía de la vida los lleve al destino que se libremente se elija. Uno que no esté atado a viejas costumbres y creencias que le limitan, le restringen y lo convierten en algo completamente imposible.

David Moreno
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