La Revista

Poder Oscurantista

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares. 

Atribuyen
a Jefferson el señalar que “incluso bajo las mejores formas de gobierno, los
encargados del poder, con el tiempo y por operaciones lentas, lo han pervertido
en tiranía”. Tiene sentido para quien mira desde una posición debajo del poder
y aún más para quien valora desde la oposición a quien lo ostenta o detenta.

El
actor de esa transición normalmente no se da por enterado de ella, aunque sea
capaz de expresar la posibilidad, e incluso lo perciba claramente en alguien
por encima o enfrente, pero no en su propio actuar. Una parte de la explicación
está en la autopercepción y la autoestima, que normalmente se benefician mucho
de nuestra tendencia natural a evitar la disonancia cognitiva, entre lo que
hacemos y lo que pensamos que hacemos.

Tendemos
a evaluarnos a favor y desear estar en lo correcto. Actuar de formas contrarias
al deber, en cualquiera de sus modalidades, sería lo contrario, y generaría la
consecuencia de devaluar nuestro actuar y con ello nuestra persona o
integridad. Así que parte de la solución es mantenernos en lo correcto hasta
donde la capacidad, condiciones y prioridades nos permitan y negar el resto;
rechazar activamente la posibilidad de que nuestros actos sean contrarios a
algo o alguien valioso.

Ejerciendo
poder, además, esto se acentúa con algunos elementos. Primero si ya se nos
concedió poder (como quiera que sea que lo obtuvimos): “por algo ha de ser”;
estar a cargo es una constante tentación de asumir que soy la persona correcta
para estarlo. Segundo porque me corresponden algunas acciones que tienen
impacto en recursos y personas y ello implica focalizar el pensamiento en ello,
más que en la valoración del impacto de mis decisiones y procedimientos;
incluso tengo a mi favor la tan conocida máxima “el fin justifica los medios”,
cuyo acento está claramente en justificar, y no en mirar alto a los fines, ni
en evaluar mi capacidad para disponer medios.

Tercero,
con poder estamos más a la vista, y se abre una vía para incrementar lo que se
llama el ascendiente (versión científica de lo que debería significar
auténticamente “ser influencer”). Ello hace que la deferencia que podemos
recibir por nuestro actuar sea mucho mayor y que las voces dispuestas a
halagarnos o congraciarse aumenten, mientras que las dispuestas a señalar
errores disminuyan, aunque su número sea menor que los rumores donde se dicen
las percepciones reales.

Y
cuarto, sólo quien ejerce el poder sabe la historia completa (no necesariamente
real) de todo el esfuerzo necesario para llegar allí, la circunstancia amplia
que enfrenta y las miras auténticas que tiene, junto con los temores y
limitaciones que de ellas le mantienen distante. Así que el líder, jefe o como
le llamemos, suele estar bastante más solo que todos los demás, en lo que al
ejercicio de poder se refiere, al menos.

Sumemos
a esto a) el poco tiempo que podemos estarle dedicando a los/as demás, aunque
tengan poder, b) la hipercrítica que genera pláticas más entretenidas o nos da
un aire de mayor inteligencia, c) la gentileza, buenos modales y tolerancia
(pariente pobre del respeto), d) las convencionalidades y lugares comunes, y e)
los intereses, ilusiones y afectos que nos acerquen a quien ejerce el poder… Es
poco probable que ayudemos mucho a que quien está en ejercicio del poder, perciba
si se equivoca, más allá de “nadie es perfecto”.

Eso,
partiendo de la idea de que la persona a la que le otorgamos poder, realmente
inicia a aplicarlo con intenciones loables y mediano compromiso de servir; con
valores consistentes con el grupo al que sirve y validando tanto sus motivos
con los que formal o informalmente dan sentido a que se le haya dado poder,
para un fin, por tiempo determinado.

Porque,
dicen, que también hay otros casos… Pero mi punto hoy es la reacción del líder
al recibir un señalamiento y la capacidad de su grupo de hacerlo. Tenemos líderes
en el espacio político, donde lo común es esperar el extremo más lamentable en
las intenciones y desempeño, a la vez que temer la reacción más maquiavélica o
decepcionante, y sólo eventualmente nos llevamos sorpresas. Tenemos líderes en
cualquier otro espacio, algunos muy nobles, como las creencias o el
conocimiento, donde la expectativa parte de bases que pronostican algo mejor,
pero también allí “hace aire”.

Y
ante los primeros, damos por entendido que es válido que todos “andan o acaban
chuecos”, mientras que en los segundos que “el poder atonta a los inteligentes
y a los tontos los enloquece”. Y menos probabilidad hay de hallar modos de
conectar la retroalimentación que el grupo puede darle para bien a quien hoy
tiene el poder.

Los
posmodernos, son tiempos de confusión y tenemos diversos ejemplos de líderes
que asumen que tener un cargo es tener un poder con el cual hacer su voluntad,
reformular la ley y la legalidad y usar los recursos en contra de quienes se
los proveen. Quisiéramos poder prevenir ser uno de ellos, pero es tan difícil
darnos cuenta y reconocer. Quisiéramos prevenir tenerlo enfrente o arriba, pero
la probabilidad es baja, a veces muy baja. Y vemos patrones repetidos,
tendencias y modelos, y lo único que llega a sorprendernos es la variedad de
ámbitos, no el comportamiento.

Siendo
parte del grupo, de ese grupo, ¿cómo y cuándo le hacemos saber al líder que nos
damos cuenta que algo anda mal? Una de las variables psicológicas y sociales
más complicadas de entender es la del conflicto. Y precisamente sus acepciones
nos dejan entender tal complicación; pues lo mismo significa la pelea, que la
dificultad de solucionar, que el problema en sí, que procede resolver.

Quizá
el mejor enfoque social (entre personas) es manejarlo desde el concepto psicológico
(personal). Cuando personas entran en conflicto es difícil saber cómo
reaccionar si cada cual tiene (y por eso el conflicto) necesidades,
perspectivas, habilidades, condiciones y pretensiones que se oponen a las de la
otra persona. En lo interno, son las tendencias y deseos propios los que
activan emociones y reacciones, por no encontrar un cauce satisfactorio y
equilibrante. Me refiero a que en lo interior podemos entender (o al menos
tratar) lo que se opone, porque todo es nuestro, aunque no nos guste, y podemos
ser comprensivos con cada parte. Mientras que en lo social, vemos sólo desde lo
interno y es poco común que sepamos asumir que lo otro (lo del otro/a) es
igualmente válido y necesario de entender y, con ello, atender.

Y
entonces el/la líder, que también funciona como una persona, aplica sus
capacidades y necesidades ante el llamado de atención, y reacciona. Y bloquea,
ignora, o enfrenta, y asume ese distanciamiento social de enemigo; o escucha,
pone en perspectiva o valora, lo que escucha sobre su propio comportamiento, y
procura esa cercanía psicológica de ser parte de lo mismo.

Dos
casos, para ilustrar y abrir “hilo”… El primero porque México es mío y soy de
México, y mi hijo e hijas seguirán siendo parte de él, aún cuando yo ya no; me refiero
a la Presidencia de la República. El segundo porque lo vi nacer y he sido
agente activo y leal integrante de sus ya 17 etapas, así como algunas veces me
ha tocado estar en ejercicio de algún poder dentro de su gremio; mi querido
Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán, A,C.

En
ambos hay tres elementos comunes y adicionales a lo ya dicho. Hay una historia
con la cual contrastar el desempeño actual, así como un futuro que proteger
para bien propio y de quienes allí estarán después. Hay normas que cumplir,
preestablecidas y que definen el pacto explícito para mantener unida a toda su
integración; que se pueden cambiar, pero deben seguirse mientras están
vigentes. Hay de por medio recursos que se aportan entre todos los integrantes,
que les otorgan derechos, y que son los que tiene a disposición quien hoy tiene
el poder para servir a los fines comunes, sin poder priorizar los propios en
ello.

 Eliminemos los extremos de la dependencia,
amor y veneración hacia nuestro actual empleado en el cargo de Presidente de la
República. Eliminemos también el otro extremo de oposición a ultranza,
descalificación inmediata u odio o desprecio hacia todo lo que haga o diga. Y
pensemos en quienes han intentado hacerle ver que en esto o aquello hay algo
que corregir. No tengo experiencia en más de cuatro años de que una sola
ocasión en que Andrés López Obrador haya aceptado una observación, valorado y
reconocido que debe corregir una decisión o acción de su ejercicio de gobierno.


ha dicho palabras que pueden sonar similares, pero en respuesta a nuevas
decisiones o acciones tomadas en las que acepta (tres veces) haber cambiado de
opinión, pero no es como reconocimiento de lo escuchado, sino como simple forma
de acabar el cuestionamiento y reiterar que lo que ahora hace es lo correcto. Y
puede ser que haya mucho bien hecho. Y puede ser que haya mucho mal hecho. El
punto es el acceso que podemos tener a que corrija si de él no nace escuchar o
retroalimentarse, y de quien lo vea y se atreva a decirle no escucha, minimiza,
cierra la puerta o le ataca. Es un caso del que he escrito ya bastante en este
amable espacio que nos brinda La Revista, y seguiremos conversando de ello.

Mi
Colegio, el de Psicólogos de Yucatán, se constituyó en 1989 por la adecuada
decisión de grandes colegas. Ha tenido una trayectoria que puedo considerar
positiva e influyente en nuestro Estado; menos de lo que deseo para él, más de
lo que otras agrupaciones han logrado. Ha habido periodos de destacada
presencia y efectiva organización y otros con no tanta.

Como
en cualquier colegio de profesionistas, y muchas otras organizaciones, un par
de fundadores permanecen, otros tenemos décadas de servir y participar y
bastantes se han integrado en años recientes. Algunos/as colegas han tenido
momentos protagónicos y luego dedicado su energía y quehacer a otras cosas,
todos/as somos parte de lo que ha sido y es. Y quienes sigan serán la
explicación de lo que venga. Por ello mi reconocimiento a Elizabeth Rubio
Contreras y Efrain Duarte Briceño, que hoy son las personas que desde su
fundación ahí estaban, han participado en una miríada de momentos relevantes y
son hoy pilar fundamental de lo que hay de bueno.

Como
en cualquier… también… hay dificultades, carencias y… sí, conflicto…

Que
como expertos en el comportamiento y las relaciones humanas, afrontamos cuando
ocurren y construimos sobre ello las bases de nuestra integración. En esta
etapa, la 17, ha estado depositado el poder en la persona de la admirada colega
Patricia Gili López, quien en octubre de 2023 se movió a ocupar la Presidencia
de la Federación de Colegios de Profesionales de Yucatán, A.C. Y aunque ya empiece
a sonar, afortunadamente, trillado, sí, es la primera mujer en ocupar ese rol
entre el gremio profesional.

Con
su salida, dejó a cargo a la colega Gabriela Quintal Morejón, quien ha
conducido a la organización desde ese mes, y está hoy frente al último y muy
relevante acto de su encargo: el proceso de renovación del Consejo Directivo;
cuyas bases están perfectamente delineadas en los estatutos de la asociación,
ya que con tino fueron precisadas hace más de 10 años, ante las lagunas
detectadas en una primera reflexión del colectivo. Cuenta en esta importante
labor con el respaldo de quien fue invitado a presidir el Consejo de Honor, una
de cuyas labores fundamentales radica precisamente en la validez y pulcritud de
este proceso electoral.

Eliminemos
los extremos de la amistad, cariño y fines comunes hacia nuestra actual
funcionaria principal en el Colegio. Eliminemos también el otro extremo de conflictividad,
descalificación inmediata o rencillas personales que puede haber en cualquier
colectivo formal. Hay, lo veo, mucho bien hecho. Y hay, también lo veo procesos
mal hechos.

Y
pensemos en quienes hemos intentado hacerle ver que, en esto o aquello, hay
algo que corregir. La experiencia ha sido fallida en varios intentos internos.
El día de hoy, de manera inexcusable cerró el medio de comunicación oficial,
por segunda vez, como una reacción a la crítica sobre su desempeño y de la
responsable anterior. Y varias personas estamos en el intento de que reflexione
y entienda que la comunicación es lo único a lo que nuestro gremio nunca
renuncia.

Existen
voces al interior que hoy cuestionan su manejo del proceso de renovación y
otras que señalan comportamientos ilegales o contrarios a la ética de cualquier
profesional. Como asunto interno se le ha comunicado y solicitado o exigido lo
que asegure que esas voces se equivocan o lo que suceda se termine. Su primera
reacción ha sido cerrar ese canal, violando un derecho te toda la membresía. Y
estaremos atentos a su segunda reacción, así como a la respuesta que dé a los
diversos llamados que le invitan a asegurar que no estamos ante la crónica de
un fraude anunciado.

Como
muchos saben, se ha usado repetidamente ese título del buen Gabo para referirse
a historias cuyo final se conoce desde el principio, y es tan lamentable en su
novela como la muerte de un joven, que todos sabían que moriría, menos él, y
que efectivamente muere y así se convierte en el último en enterarse.

Deseo
fervientemente que, en este caso, no lleguemos a la necesidad de compartir una
crónica del más lamentable acto de poder que puede ocurrir en un gremio de
profesionales. Hasta ahora, buena parte de la membresía estaba viendo y
comentando en los canales internos la evolución de esta posibilidad; cerrado el
canal oficial, se tendrá que abrir lo que se requiera para proteger a nuestro
Colegio, confiemos no sea la caja de pandora.

Nada
fortalece más a la autoridad que el silencio, dicen que dijo Da Vinci; y es en
el silencio y la oscuridad donde se articulan los fraudes que se consuman a la
vista de todos en una jornada electoral, decimos algunos que sabemos de
elecciones.

———————————
*Jorge
Valladares Sánchez

Papá, Ciudadano,
Consultor.
Doctor en Derechos
Humanos.
Doctor en Ciencias
Sociales.
Psicólogo y
Abogado.

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