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José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

Hace unos días, un pasajero de un vuelo en el que viajaba el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió, “por seguridad de mi familia”, argumentó, bajarse del avión para evitar el viaje hasta Villahermosa, destino de la aeronave.

Hace unas semanas, cuando caminaba por el aeropuerto, Andrés Manuel López Obrador escuchó quejas de pasajeros que se toparon con él, que lo instaban a retomar la construcción del aeropuerto de Texcoco ante las demoras y demás problemas que ya presenta el actual aeródromo rebasado en sus capacidades.

Para terminar, el pasado fin de semana, el presidente llegó apenas minutos antes del despegue del avión que lo llevaría a una gira, lo que representó una violación a las normas internacionales que indican que los vuelos se cierran 15 minutos antes del despegue.

Los mexicanos somos los empleadores del presidente de la República. Él, muy astuto, alude al pueblo bueno en cada oportunidad para justificar sus decisiones, para validarlas y hasta para decidir si se hace o no la obra, como pasó con el aeropuerto de Texcoco.

Esos mismos mexicanos que le pagamos el salario al presidente también merecemos ese respeto que él exige y por el que él cuida la “investidura” presidencial para no recibir a las víctimas de la violencia que marcharon a palacio nacional en enero pasado para “evitar un show”, por lo que no se atiende a los niños con cáncer, a las madres que se dejó sin guarderías…

El presidente ve a dos tipos de ciudadanos: los que él considera parte del pueblo bueno y quienes no tienen derecho no sólo al respeto sino que merecen la crítica, la censura y hasta la ofensa.

Lo que no queda claro es por qué si al ejército lo usa para todo, permite que a los militares de la guardia nacional los humillen, los vejen como se ha repetido constantemente cuando la turba los cerca.

Ha pasado un año desde que el presidente tomó posesión y hay evidencias diarias de que no estaba preparado para el cargo, evidencias de que las ocurrencias siguen siendo el común denominador como lo vemos en el tema de salud cuyo Insabi echaron a andar sin tener reglas de operación ni siquiera un proyecto integral para resolver el tema presupuestal. Esta semana, anunció, que ya había decidido enviarle a los institutos de salud fondos para que la gente no pague por la atención.

Esos afectados, parecieran que no son del mismo pueblo que él refiere como validadores de sus prácticas.

Las cifras y las opiniones de expertos han sido incapaces de hacer valer lo que representan: cero crecimiento, pérdidas de empleo, pérdida de confianza de inversionistas, reducción de inversión extranjera, violaciones constantes a la ley y amagos de reformas y modificaciones legales que son auténticas regresiones no sólo económicas sino políticas.

Lo peor, lo más cínico es el tema de la rifa del avión presidencial que no sólo no es del gobierno mexicano, sino que lo utiliza como un distractor para desviar la atención a toda esa gama de errores y de ineptitudes que se evidencian por sí mismas.

El presidente, como nunca, no sólo es insensible, de eso acusábamos a Peña Nieto, hoy el presidente es mala persona: hace víctimas a sus gobernados, hasta a esos que no pueden defenderse los agrede y los maltrata en aras de un ahorro mezquino que sólo servirá para comprar votos en las elecciones que vienen.

El presidente no sólo está minando la fortaleza institucional sino que también está apedreando el presupuesto y muchos de los fondos de contingencia que sirven para hacer frente a las grandes crisis que el país puede padecer.

La falta de visión social del presidente no le permite ver que en aras de sostener su proyecto hay mexicanos que están pagando con su salud, con su desempleo, con sus inversiones perdidas. Triste que sea así, sobre todo porque es el presidente que más aprobación social tiene y más legitimidad electoral.
Dice Raymundo Riva Palacio en su columna en El Financiero: ¿Se puede afirmar que el presidente Andrés Manuel López Obrador ejerce un poder mezquino? Definitivamente sí. La definición de mezquino, de la Real Academia Española, incluye ser “falto de generosidad y nobleza de espíritu”. El Presidente lo ha sido de manera clara y sistemática. No es generoso, salvo con sus fieles y sus clientelas electorales, por lo que ha polarizado el país como lo hizo en Tabasco en los 90, en la Ciudad de México a principio de siglo, y en 2006 a nivel nacional, tras perder la elección presidencial, derrota que nunca admitió.
Riva Palacio tiene razón: el presidente es rencoroso y va por venganza, aunque diga lo contrario.

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