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¿Por qué López Obrador defiende a López-Gatell? Maquiavelo responde

Aída López Sosa
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Por: Aída López Sosa.

“Un príncipe que no es sabio no puede ser bien aconsejado”. Nicolás Maquiavelo

Hacia el
año de 1532, Nicolás Maquiavelo regaló a Lorenzo de Medicis -El Magnífico-, lo
que consideró lo más caro que poseía: el conocimiento de las acciones del
hombre, adquirido de sus observaciones y estudio de la modernidad. Siendo de
cuna humilde justificó su atrevimiento comparándose a un pintor que para
dibujar un paisaje se coloca en un llano para apreciar mejor lo que le rodea y
para apreciar el llano, escala el monte: “para
conocer bien la naturaleza de los pueblos hay que ser príncipe, y para conocer
la de los príncipes hay que pertenecer al pueblo”.

Los
ciudadanos cuestionan las decisiones de sus gobernantes al momento de nombrar a
tal o cuál persona para ocupar el primer círculo; posterior, para perpetrarlo
en el cargo a pesar de su mal desempeño. En días pasados una encuesta arrojó
que seis de cada diez ciudadanos desaprueban la gestión del subsecretario de
Salud Hugo López-Gatell respecto al manejo de la pandemia del COVID 19.

A pesar
de que el país rayana los doscientos mil fallecimientos -uno de los más altos a
nivel global-, Andrés Manuel López Obrador insiste en ponderar las credenciales
del servidor público, así como su capacidad para contener la enfermedad dadas
las condiciones en infraestructura y de salud que padece México, esto derivado
de décadas de corrupción de sus antecesores en el poder. “Un ministro que piensa más en él y busca su provecho, nunca será un
ministro bueno y el príncipe nunca podrá confiar”.

Lo que
en una primera lectura pareciera necedad del mandatario de la nación, Maquiavelo
en su libro “El Príncipe”, lo justifica cabalmente. Entre los tópicos que aborda
y que consideró un obsequio preciado para El Magnífico, apunta la importancia
de la elección de los secretarios –ministros- para generar una percepción
favorable de quien los nombra: “La
primera opinión que se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres
que lo rodean”.
Valores apreciados para tal elección son: capacidad y
fidelidad. Si las dos condiciones están presentes, se considerará al gobernante
hombre sabio y prudente.

Maquiavelo
diferencia tres tipos de cerebro: el que discierne por sí mismo; el que
comprende lo que otros disciernen y los que no disciernen ni entienden,
aspiración que va en el mismo orden de deseabilidad, desde lo excelente, lo
bueno, hasta lo inútil. En este sentido se espera que el presidente se percate
de lo bueno o lo malo del decir y actuar de su subalterno, a fin de elogiar los
aciertos y corregir los errores. El primer y el segundo tipo de cerebro
garantizan que el subalterno no intente engañarlo y por ende conserve su honestidad
y fidelidad. El presidente para mantener la fidelidad del subsecretario lo “honra, enriquece y llena de cargos al punto
de que tema los cambios políticos”.
La mejor manera para conocer a un
subalterno es observar si este siempre está en busca de su beneficio, siendo
así, nunca será bueno, “porque quien
tiene en sus manos el Estado de otro no debe buscar su provecho”
.

Así
mismo recomienda evitar a los aduladores que abundan en todas las cortes, “Pues no hay otra manera de evitar la
adulación que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la
verdad”.
El Príncipe prudente se rodea de hombres de buen juicio, aunque
finalmente decida por su libre albedrío. Pedir consejo cuando lo considere y no
cuando lo consideren los demás. “Un
príncipe que no es sabio, no puede ser bien aconsejado y, por ende, no puede
gobernar, a menos que se ponga bajo la tutela de un hombre que lo guíe en
todo”.
Los buenos consejos son producto de la prudencia del gobernante y no
la prudencia del gobernante de los buenos consejos.

Las
acciones y discursos son proyectivos. Lo que se hace o dice de los demás,
refleja lo que se quiere que se diga o se piense de uno. Los errores en la
designación evidencian incapacidad: “ved sus
elecciones y juzgad”.
Lo indefendible es terreno donde se libran las batallas
con los adversarios políticos. Ante las equivocaciones se insistirá en el alto
perfil del elegido: estudios, reconocimientos, diplomas, premios. En
complicidad tácita o no se protegerán; si le va bien a uno, le va bien al otro.
¿Acaso existe otra fórmula para mantener al príncipe arriba en las encuestas?

Aída López Sosa
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