Georgina Rosado R
¿De quién fue el triunfo de este dos de junio? del aun Presidente de la república que hizo campaña abiertamente por su partido abusando de su investidura, de su corcholata que violo las leyes electorales al realizar una campaña anticipada con recursos públicos, del narco, de los operadores de los programas sociales, de aquellos que invirtieron millones en la compra y coacción del voto los días previos a la jornada electoral. Al menos en Yucatán y en todo el sureste lo fue del PRI, sí del ex partido oficial, del otrora partido verde que por casi una centuria dominó y obtuvo el voto en las zonas ruralescon la garantía de que los programas clientelares de los que dependían y aun dependen millones de personas, junto a los apoyos financieros de las oligarquías, garantizaban y garantizan triunfos arrolladores. Es decir, no hubo piso parejo, fue una elección de estado al viejo estilo priista y a eso no puede llamársele democracia. Triunfo entonces el PRI renovado, pintando de guinda, que se ha legitimado con discursos que se asemejan a los de la izquierda del pasado pero que en la práctica sigue siendo tan neoliberal como lo fue en los sexenios anteriores.
Y como en aquellos tiempos, las capitales del surestedonde se concentran las clases medias: Mérida, Campeche y Chetumal (aunque en este último le pretendan arrebatar su triunfo a MC) ganó la oposición. Es decir, regresamos al viejo estado de las cosas donde el voto clientelar se concentró en la población con menos recursos y el voto ciudadano por la oposición en los sectores medios y en las ciudades, que dependen menos de los programas sociales. El otrora voto verde se pintó de guinda y el azul, de rosa y naranja.
Nada nuevo bajo el sol, lo único que cambio de apariencia fue el ex partido oficial, que por tanto desprestigio acumulado requería un nuevo ropaje, nombre y color. Los mismos personajes corruptos que tanto daño le hicieron a México seguirán ocupandosenadurías, diputaciones y también próximamente tendrán cargos en el gabinete ya que nadie puede ser tan ingenuo y pensar que “se arrepintieron y ahora serán funcionarios ejemplares” o que se pasaron a Morena sin pedir nada a cambio.
Usaron los mismos programas clientelares que inventaron con las siglas del PRI, pero que como MORENA masificaron para hacerlos más eficientes, las mismas prerrogativas a la oligarquía que triplicósus ganancias en este sexenio, los mismos proyectos faraónicos que iniciaron o proyectaron antes de cambiar de fisonomía y que hoy inauguran con el aplauso de aquellos que marchaban para impugnarlos.
Así que ¡festejen!, mófense en las redes de los y las que de manera heroica se enfrentaron a esa enorme maquinaria y no ganaron, pero al menos mantuvieron un 40 por ciento de la votación (29 de la alianzaopositora y un 11 del MC). Pero no se atrevan a decir que ganó la democracia y mucho menos la izquierda porque eso sí que ofende y demuestra la suprema ignorancia de quienes lo afirman sin importar que tan numerosos sean.
¿Y por qué afirmo que no ganó el voto ciudadano y aún menos la izquierda? Porque la ciudadanía se construye, es decir, para ser ciudadano o ciudadana en el sentido cabal de la palabra se requiere reconocer las bases de la democracia. Reconocer no solo el poder de las mayorías, sino los derechos de las minorías, la importancia trascendental del equilibrio de poderes y de la autonomía de las instituciones, la libertad para expresarse sin coacción, entre otrascosas. Y la gran mayoría que votó por la candidata oficial, lo hizo por diversas razones, un buen porcentaje por el temor de perder los programas sociales, pero definitivamente no lo hizo por valorar los elementos propios de una verdadera democracia, que en muchos casos desconoce o le importan poco.
Por su puesto, esta falta de formación ciudadana se la debemos a los gobiernos neoliberales anteriores que se ocuparon de cambiar los programas de estudio para que aquellas materias como ética, filosofía o historia desaparecieran o valieran muy poco en los programas escolares. Es decir, allanaron el camino para que cuando fuera necesario y se cambiaran de nombre y color, pocas personas notaran que eran los mismos, para usufructuar esa falta de ciudadanía bajo su nuevo ropaje.
La izquierda perdió hace décadas la brújula, desde que permitió se suprimiera el marxismo en las facultades de ciencias sociales y desde que sus partidos optaron por el pragmatismo para ganar elecciones, al dejar de preocuparse por la formación política de sus militantes, abandonando la mística, la ética y la ideología para priorizar la lucha del poder por el poder.
Les recuerdo a aquellos que insisten en afirmar que Morena es de izquierda, que la izquierda histórica no solo luchó por demandas concretas ligadas a la justicia social, sino también por la democracia. Fue la izquierda histórica la que dio batallas y las ganó obteniendo los derechos de las minorías y su representación en el poder legislativo a través de los plurinominales. Para que esa minoría, que hoy representa un 40 por ciento de la población y por lo tanto millones de personas, tuviera voz en las cámaras y que hoy Morena pretende acabar para tener el poder absoluto.
Fue esa izquierda histórica la que luchó por la autonomía de los poderes, esa que hoy peligra gracias a la mayoría morenista que se pretende imponer en el Congreso. Aquella izquierda marchó defendiendo la libertad de las personas para expresarse y hoy observa impávida el asesinato de defensores de derechos humanos, del medio ambiente, de periodistas y la persecución de quienes piensan diferente o se atreven a argumentar en contra de este PRI renovado.
Por lo tanto, hay que fijarse bien en esas bases del nuevo PRI, ahora pintado de guinda, para que no se perpetúe en el poder como el anterior, pero también es importante realizar una profunda autocritica, tanto la oposición panista, como la naranja o la que aún se pueda llamar de izquierda. Curarse las heridas, suspirar hondo y empezar a trabajar, porque algunos meses antes de un proceso electoral no son suficientes para ganarle al partido de estado, al PRI guinda. Estamos en el día 11 y corre el tiempo.