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Presagios: la guerra entre el bien y el mal

Elda Clemente Reyes
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Sic Sac

Por: M.A. Elda Clemente Reyes

 

Cuando vemos los conflictos armados que
ocurren por el mundo rápidamente pensamos que el fin de los tiempos ha llegado
y el cumplimiento de las predicciones bíblicas escritas por los antiguos
profetas, se han consumado.

 

Los medios de comunicación dedican espacios a
los presagios y designios que, por millones de años, esperan en la palestra de
la modernidad para ser puestos en la mira de los principales temas que inundan
los encabezados de los principales diarios.

 

Versiones van y vienen respecto a las causas
de tanta destrucción mientras los hechos golpean fuerte la aparente
tranquilidad que se respira en los rincones del planeta asolados por la muerte.
Los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego, dejan sentir su furia sobre
la humanidad recordándonos que, así como son vitales para la vida también son
los principales artífices de nuestra extinción.

 

Y pensar que un día DIOS nos entregó la
potestad sobre el cosmos y todo lo que habita en él, según lo describe en
Génesis 1:24-31: La creación de los animales terrestres y el hombre.

 

Clamores y gritos desesperados se escuchan por
doquier. No es solo la tragedia por terremotos, la devastación de huracanes, la
matanza de gente inocente sino la pobreza y el hambre hacen estragos en los
países subdesarrollados donde un plato de comida tiene más valor que el
combustible.

 

Nos hemos metido en una encrucijada. Relegamos
que somos los únicos portadores de las decisiones desobedeciendo los siete
principios básicos: Diseño, autoridad, responsabilidad, sufrimiento, propiedad,
libertad y éxito.

 

Ahí, reside la fórmula perfecta para poner luz
en la penumbra. Si los gobernantes, reyes y príncipes, tomaran en cuenta estos
principios las secuelas negativas serian menos, en el entendido de que la
separación iglesia-estado marca la línea divisoria entre dos campos distintos
que finalmente se encuentran en un mismo plano físico.

 

Qué tipo de convivencia le estaríamos
heredando a los niños y jóvenes, si la maldad no se hubiera propagado como una enfermedad,
si la corrupción no se hubiera colado hasta la médula de las instituciones, si
más personas rechazáramos el camino fácil, si los adictos disfrutaran la
lucidez mental, si en la casa, los padres y los abuelos transmitieran a sus
hijos y nietos, los valores universales de honestidad, lealtad, respeto y justicia.

 

Hoy, el panorama general apunta a una pérdida
del rumbo. Los humanos, el modelo perfecto de la galaxia, los hijos de DIOS nos
salimos del plan divino y rompimos estereotipos que al momento de la creación
nos fueron entregados. Usamos el libre albedrío de acuerdo con nuestros
intereses, pasiones y conveniencia a pesar de saber que a la larga terminaremos
pagando los errores.

 

¡Sálvese quien pueda! Grita el pensamiento.

 

Cuando ese grito trascienda a la realidad, la
vida cotidiana cambie y como las cucarachas busquemos el agujero más inaccesible
para escondernos, ojalá seamos capaces de unirnos, así como en la política y en
las votaciones, unísonos, parejitos, castigando a los indeseables. Pero, es
mucho pedir, cada quien ve por cada cual. Le llaman egoísmo.

 

¿Pagaremos caro ese atrevimiento? Todo apunta
a que sí. Diversos personajes, en acuerdo con fuerzas oscuras, planean lastimar
a la humanidad. No todos estamos listos para enfrentar otra epidemia, ni los
tres días de oscuridad y tampoco los demonios que, a partir de experimentos,
preparan en la sombra.

 

El mundo se puede acabar de un plumazo y la
mayoría siguen en sus prioridades, en sus ambiciones y en sus propias
necesidades. Los políticos piensan en sus próximos cargos para seguir
enriqueciéndose; los empresarios en sus proyectos innovadores; y el pueblo
ocupados en cómo sobrevivir.

 

Por eso, ante cualquier catástrofe no le
preguntemos a DIOS por qué, curioseemos en nosotros mismos, cómo y en qué
momento dejamos de pensar en la madre tierra, la hermandad y nos enseñoreamos
hasta creer que somos los únicos herederos superiores a la divinidad.

 

La iglesia nos dice ALERTA ante el exceso de chamanes,
brujos, hechiceros y adoradores de satanás. ATENTOS que el enemigo avanza a
paso sigiloso y nuestro cuerpo, nuestra mente y espíritu deben estar listos
para afrontar los ataques.

 

En todos los ámbitos sin ninguna excepción, la
guerra entre el bien y el mal, se recrudece es real.

 

¿Y tú, de qué lado estás?

Elda Clemente Reyes
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