La indignación estalló en las calles de Valencia el pasado sábado, cuando decenas de miles de personas se congregaron para protestar contra la gestión de las autoridades durante las devastadoras inundaciones que afectaron a la región a finales de octubre, dejando un saldo de más de 200 muertos y grandes daños a la infraestructura. Los manifestantes, que exigían la dimisión del presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, denunciaron la tardanza en las alertas de emergencia y la falta de acción durante la crisis.
El descontento se originó luego de que se revelara que, cuando la emergencia comenzó, Mazón estaba en un almuerzo con una periodista y no asistió a una reunión de coordinación con las autoridades hasta pasadas varias horas, a las 19:00 (hora local), cuando las lluvias ya habían causado estragos. A pesar de que fuentes gubernamentales minimizaron la situación y defendieron que el presidente fue informado de forma constante sobre los hechos, la respuesta tardía generó aún más enojo entre la población.
Mientras recorrían las principales calles de la ciudad, los manifestantes coreaban consignas como “estamos manchados de barro, ustedes están manchados de sangre”, haciendo referencia a las víctimas y a la gestión fallida de las autoridades. Además de los más de 200 muertos causados por las lluvias torrenciales del fenómeno Dana, alrededor de 80 personas aún permanecen desaparecidas.
La protesta fue convocada por unas 40 asociaciones, y, además de las manifestaciones en Valencia, también se registraron protestas en Alicante, Elche y Madrid, donde se cuestionó tanto la gestión local como la del presidente del gobierno central, Pedro Sánchez. La ciudadanía denunció las alertas de inundaciones tardías emitidas por las autoridades locales, lo que impidió que muchos pudieran tomar precauciones a tiempo.
El fenómeno meteorológico de la Dana, que azotó las provincias de Valencia y sus alrededores el 29 de octubre, ocurre cuando el aire cálido y húmedo colisiona con aire frío en la atmósfera, generando inestabilidad y fuertes lluvias. Sin embargo, lo que más ha indignado a la población es la falta de una respuesta rápida por parte de las autoridades regionales, que no enviaron alertas a los teléfonos móviles hasta después de que las lluvias ya habían comenzado a inundar varias zonas.
La protesta, que inicialmente transcurrió de manera pacífica, terminó con algunos enfrentamientos entre los manifestantes y la policía. En un momento de la manifestación, un grupo de personas arrojó sillas y otros objetos contra el Ayuntamiento de Valencia, que resultó parcialmente dañado. La alcaldesa, María José Catalá, condenó los actos de vandalismo, calificándolos de inaceptables, y publicó en redes sociales imágenes de las ventanas rotas y un video que aparentemente mostraba un incendio en el edificio.
“No es la solución”, dijo Catalá, en referencia a los daños causados en el ayuntamiento. Sin embargo, los manifestantes insistieron en que su rabia era producto de la “mala gestión” y que las autoridades deben asumir responsabilidades por la tragedia.
El malestar en Valencia también tuvo repercusiones en la localidad de Paiporta, donde más de 60 personas murieron durante el desastre. En un acto simbólico, un grupo de manifestantes arrojó barro y otros objetos a los reyes de España, al presidente Sánchez y al propio Mazón durante una visita a la zona afectada, como muestra de su frustración por la gestión de la crisis.
Carlos Mazón, quien pertenece al Partido Popular, ha defendido su actuación, señalando que el gobierno central no proporcionó información suficiente con antelación para prever la magnitud del desastre. Además, argumentó que las autoridades locales no pudieron actuar con la rapidez que la situación requería, ya que las alertas de tormenta no llegaron a tiempo a los ciudadanos.
Las autoridades locales también fueron criticadas por no utilizar un sistema de alertas telefónicas, del cual la concejala de emergencias admitió no haber tenido conocimiento. La falta de una preparación adecuada para este tipo de fenómenos meteorológicos ha dejado a muchos con un sentimiento de abandono y desesperación.
Las inundaciones en Valencia han dejado no solo muertes y daños materiales, sino también una profunda crisis de confianza entre la población y sus gobernantes, quienes ahora enfrentan un creciente llamado a la rendición de cuentas.