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¡PUFF! EL HORIZONTE

Bernardo Graue Toussaint
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El mundo, queda claro, no andaba bien desde antes de la actual pandemia del COVID19. No podemos ser ingenuos en ese sentido. Sin embargo, el brutal golpe que esta crisis sanitaria ha producido en la humanidad tiene aún pendiente la evaluación total de daños:

-el número real de muertos;
-el número de enfermos y sus secuelas;
-el monto de pérdidas económicas por el freno de actividades productivas;
-el número de empresas grandes, medianas y pequeñas que cerraron;
-el número de seres humanos que perdieron su empleo.

Estoy seguro que cuando conozcamos esa revisión de los daños globales (si es que algún día se llega a una aproximada evaluación) tal vez nos horroricemos del nivel de destrucción producido y del alto grado de sufrimiento humano global.

Por otra parte, el deterioro en el ánimo de la sociedad es palpable y ello puede incidir, sin lugar a dudas, en el desarrollo de la democracia. Una sociedad harta y cansada es capaz de agarrarse a un clavo ardiente con tal de que le prometan un futuro mejor. En varios países del mundo ya se observaba, desde antes de la pandemia, una creciente desconfianza ciudadana en la democracia; en los partidos políticos y en la clase gobernante. Ello está produciendo apetitos antidemocráticos en los cuales se promueve “acabar con el pasado”, sin decir qué lo sustituirá. Esta práctica es promovida por demagogos y aprendices de dictador que pretenden alcanzar o perpetuarse en el poder político al presentarse como quien puede producir el paraíso prometido.

Repito. Me preocupa el horizonte al cual nos dirigimos, es decir, el futuro. Me importa un carajo que se me pueda acusar de “pesimista” o de “agorero”, pero por más discursos políticos que nos receten, las cosas no pintan bien.

Es claro que el mundo no será igual que antes de la pandemia. Tal vez ni siquiera se parezca en nada. Pero lo que me queda claro es que muchas cosas, prácticas y condiciones de nuestra vida cambiarán sin que sepamos aún qué las sustituirá. Veo -y me resisto a aceptarlo como normal- que nos estamos acostumbrando a ver el desastre con absoluta indolencia, como si una vez que concluya el proceso de vacunación, regresaremos a las condiciones de nuestra vida antes de la pandemia, como si nada hubiera sucedido. Nada más falso.

Cada día es más frecuente la reiteración de diversos economistas y sociólogos en el sentido de que la actual generación de jóvenes vivirán peor que sus padres. El deterioro de las condiciones laborales globales y la pauperización del salario derivados de esta crisis sanitaria pueden convertirse en la pesadilla para esta generación de jóvenes que ven con incertidumbre el horizonte para sus vidas.

Tengo hipermetropía y astigmatismo. Sin mis gafas o anteojos no veo un carajo. Gracias a ellos puedo ver perfectamente y, sin embargo, el horizonte que veo no me gusta nada, nada, nada.  Me resisto a conformarme. Ni modo.

graue.cap@gmail.com

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