Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
Andrés Manuel López Obrador no es el gran honesto como
presume. Hoy las filtraciones de documentos del Ejército en su gobierno y la
publicación de un libro lo exhiben como un personaje que ganó la presidencia
criticando la corrupción de otros, pero perfeccionando la propia para que no
quedara huella del saqueo.
Nadie exhibirá jamás un recibo, un vídeo o un audio en
que el hoy presidente sea sorprendido recibiéndolo simplemente porque mandó a
otros que se comprometieron a asumir la responsabilidad.
Hoy, gracias a las filtraciones y hackeos del
colectivo Guacamaya, podemos saber que el comandante supremo del Ejército no
sólo sabe dónde, cómo, a quién y cuándo se venden armas, se planea una
ejecución o un soborno sino que sabe qué organización la realiza y quiénes son
sus miembros y sus operadores. Y ¿cómo no saberlo si todos los días recibe los
partes en una reunión que él preside?
Pero los escandalosos documentos hechos públicos por
los hackers aparecieron exactamente antes de la publicación de un libro escrito
por una ex colaboradora del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal en
esos días, Elena Chávez, ex pareja del ex vocero de López Obrador César Yañez,
en la que narra las estrategias del ahora titular del Ejecutivo para lograr
cientos de millones de pesos en efectivo.
En el libro el Rey del Cash, la autora describe cómo
Marcelo Ebrard y Mario Delgado financiaron con dinero público del gobierno
capitalino, en efectivo, a Andrés Manuel López Obrador cuando buscaba la
Presidencia, publica hoy Reforma.
“En 2006 Marcelo Ebrard alcanzó su sueño
largamente anhelado de ser Jefe de Gobierno. Estaba en deuda con el tabasqueño,
así que el pago fue en efectivo y en cantidades inmensas ya en el poder, Ebrard
instruyó a su secretario de Finanzas, Mario Delgado, darle mensualmente a
Andrés Manuel millonadas para su campaña. Ebrard fue el autor intelectual del
fraude a las finanzas públicas, y Delgado, la mano ejecutora”, escribe la
autora.
Las descripciones que hace el libro, más los
documentos exhibidos por el hackeo, permiten ver que el ocultamiento de las
actividades oficiales es enorme e incluye viajes a París, a Londres, a Houston,
vacaciones protegidos por el ejército y en vehículos militares y hasta negocios
poco claros de gente del primer círculo presidencial.
Los documentos acreditan que el Ejercito no considera
poder terminar los tramos a su cargo del Tren Maya y en un estudio de la IATA,
la autoridad internacional de Aeropuertos, se describe lo inoperante y poco
atractivo que será la construcción de un aeródromo internacional en Tulum,
debido a que no hay hoteles ni turismo intensivo en esa zona.
“La potencial canibalización del mercado entre
los dos aeropuertos (Cancún y Tulum) es el principal riesgo considerado por las
aerolíneas. En este sentido, las aerolíneas creen que Tulum debe demostrar que
puede generar su propia demanda”, reza el documento de 95 páginas en el
que advierte de la cercanía que hay entre los dos es un factor negativo, de
acuerdo con datos de Reforma.
Los documentos exhibidos, acreditan que “la austeridad
republicana” no afecta al menos al General Secretario debido a que entrega
regalos caros de diseñador: lentes Cartier de $24 mil y corbatas Pineda Covalín
$1,700, de las que regaló 4 y tiene 171 en reserva para regalos.
Entre sus agasajados están Julio Scherer Ibarra, ex
consejero jurídico de la Presidencia; Omar García Harfuch, jefe policiaco
capitalino; Jorge Chávez Moran, fundador de Grupo Vidanta; Jorge Arganis, ex
titular de la SCT y Gerardo Arturo Martínez Santoyo, de Conagua.
Por su parte, en otra parte del libro “El Rey del
Cash” se detalla que el esquema de Moches organizado por el hoy presidente incluía
a su actual secretario particular, Alejandro Esquer, ante quien se presentaban
los diferentes funcionarios de la administración pública capitalina con una
copia de su organigrama y de la estructura
de la oficina a su cargo y en función del monto de la nómina y el número
de empleados se les instruía la cantidad mensual a entregar en efectivo.
Para cumplir con la cuota marcada por Esquer, los
funcionarios empezaron implementar un sistema de ‘moche voluntario’ en sus
oficinas. Este cobro fue institucionalizado por Octavio Romero Oropeza, el hoy
director de Petróleos Mexicanos y el entonces oficial mayor del Gobierno
central y operó igual en el ayuntamiento de Texcoco donde la entonces alcaldesa
Delfina Gómez obligó a sus empleados a entregar el 10 por ciento de sus
salarios.
En Yucatán, los delegados han renunciado ante la
exigencia del 50 por ciento de “colaboración” con base en sus sueldos.
La estrategia del hoy presidente no sólo queda
exhibida con las revelaciones del libro, ya a la venta, sino que los hackers de
Guacamaya Leaks abren una ventana que deja muy claro que al comandante supremo
de las fuerzas armadas no sólo no le interesa combatir la delincuencia sino que
en un listado de amenazas formales al aeropuerto Felipe Ángeles no sólo incluye
a organizaciones terroristas, cárteles de las drogas y de la delincuencia
organizada sino también a padre de niños con cáncer, madres a las que se dejó
sin guarderías, pero no al cártel de Sinaloa, de los hijos del Chapo Guzmán.
El libro documenta que no sólo López Obrador usó ese
esquema de financiamiento cuando fue jefe de Gobierno sino que Marcelo Ebrard
durante su gestión mandaba a Mario Delgado a entregar las maletas de dinero,
práctica que se suspendió cuando el hoy Senador Mancera se peleó con ellos empezando
su administración al frente de la capital del país.
La historia pareciera no tener fin y permite que vuele
la imaginación de lo que sucede hoy con
el presupuesto federal.
López Obrador se vendió como alguien diferente, decía
que él no era un vulgar ladrón y vaya que los descubrimientos y los testimonios
dejan claro que no, es uno muy inteligente y depredador.
