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¿Qué Pasará con Mis Hijos/as?

Jorge Valladares Sánchez
Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.* 

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares. 

¿Qué Pasará con Mis Hijos/as?
Club de Padres

Imagina que te ofrecen esta oportunidad: ocuparte de
un proyecto que requiere toda tu disposición, tiempo, recursos, emociones y
pericia. Para el cual no estudiaste, ni hay manuales estandarizados y lo que
hay no te dan tiempo para revisarlo, pues entras al cargo en unos pocos días, o
máximo meses. Lo que tienes que hacer no está claro, te toca decidirlo,
intentarlo y lograrlo, pero en ningún contrato, libro o ley dice lo que tienes
que lograr, pero sí en miles de escritos y frases te dictan metas, logros,
deberes y exigencias diversas apenas tomes el rol.

Vas a ser evaluado/a principalmente por la/s persona/s
a la/s que sirvas, quizás por la entidad que te ofrece el puesto (si le
conoces) y también por toda persona que te rodee o que se entere que estás en
el puesto. Salario, comisiones o ganancias: no hay; si acaso y con suerte
financiamiento, pero normalmente a interés muy alto, pues implica que te
mantengas dependiendo de tu financiera. Por cierto, para poder funcionar en el
puesto suele ser necesario que tengas ingresos propios por otra vía, y generalmente
los destines mayoritaria o totalmente a este rol.

Eso sí, una vez que entres al puesto, no hay forma de
salirte de él, puedes no hacer la chamba, fallar o esconderte, pero el puesto
será tuyo para siempre. ¿Lo tomas?

Sin entrar a los detalles de horarios, riesgos
laborales y potencial de desfallecer en el cumplimiento del deber que implica
la solicitud, es probable que ante esta descripción general de lo esencial del
puesto pocas personas acudirían al llamado. Si en algo no es objetiva la descripción,
por favor, escríbeme y corrígeme. Pero creo que la explicación para que tantas
personas se conviertan en mamá o papá en el mundo tiene que ver con una
publicidad sesgada, incompleta o francamente engañosa.

No sé si ocurre antes de tomar el rol, o al empezar a
vivirlo o lo acaban diciendo como consuelo tras el desgaste, pero la publicidad
que atrae a tantas mujeres a convertirse en mamás probablemente tiene más que
ver con frases publicitarias como:

– Madre sólo hay una.

– Ningún regalo a una madre se puede igualar a su
regalo hacia ti: la vida.

– El amor incondicional no es un mito: lo puedes
observar todos los días en las madres.

– No hay trabajo más valioso en el mundo que el que
desempeña mi madre.

– Madre: la palabra más hermosa en labios de la humanidad.

        Que,
aunque contengan elementos en los que creo, no cubren ni describen la labor y
condiciones de desempeño. Y similar hacia los papás, aunque siga habiendo
distancia:

– Papá: el primer héroe de un hijo, el primer amor de
una hija.

– Un buen padre es uno de los activos más
desconocidos, ignorados, desapercibidos y, sin embargo, uno de los más valiosos
de nuestra sociedad.

– Nunca conocerás la alegría más allá de la alegría,
el amor más allá del sentimiento que resuena en el corazón de un padre cuando
mira a su hijo.

– Padre: es el título más noble que se le puede dar a
un hombre. Es más que un papel biológico. Significa un patriarca, un líder, un
ejemplar, un confidente, un maestro, un héroe, un amigo.

        En el
cálido espacio que hemos creado en Club de Padres estamos compartiendo
vivencias y deseos de lo que aspiramos a lograr con nuestros hijos/as. Muy
pronto volveremos a invitarte a que te integres si consideras útil para tu
familia una asesoría y acompañamiento psicológico y quieres compartir con papás
y mamás en un espacio sano, de respeto y alegría por haber tomado el puesto.
Para tenerte en cuenta e integrarte cuando llegue ese momento, escríbeme al
correo dr.jorge.valladares@gmail.com.

 Entonces, ¿es
hermoso o es complicado? Es ambas cosas. Y en estas primeras conversaciones les
he advertido, a quienes ya están en el Club, que a veces me toca ser el
Psicólogo del Diablo. Sí, a similitud del Abogado del mismo caballero, que
cuestiona a su cliente sobre lo que le puede intentar la contraparte, me toca
hacerles reflexionar sobre situaciones que llegamos a dar por obvias o formas
de actuar que a veces no están suficientemente conscientes o dirigidas a lo que
realmente desean para sus hijos.

Y vamos avanzando, primero en visualizar nuestra forma
de amar la ocupación, a pesar de todos los bemoles que señalé al principio.
Inmediatamente después poder identificar el objetivo que tenemos al ejercerla.
Y entonces pensar juntos/as si hay un camino o modo de avanzar en una línea más
cierta hacia donde desean y, con ello, formas más accesibles de estar día a día
en familia construyendo para todos/as.

Hay una constante de la que es fundamental hablar
cuando realmente queremos y disfrutamos de ser padres. No suena bonita, pero es
real y a lo largo de estas décadas de servir a familias cada vez me queda más
clara y atendible. Y digo bonita porque conversando vuelvo a notar que muchas
personas suplen su falta de claridad o preocupaciones con un hato de poesía o
culpas, que son entendibles, pero sólo distraen de lo que realmente es útil y
positivo hacer.

Sí, cuando le pregunto a estas personas maravillosas
¿qué es ser papá o mamá?, ¿qué es lo que les toca hacer? y ¿qué desean lograr?,
la respuesta suele venir cargada de más culpas y/o poesía que de objetividad,
claridad o al menos dudas precisas. Quizás ayude a ello la propaganda que antes
mencioné. “Madre sólo hay una” o “Papá: el primer héroe de un hijo, el primer
amor de una hija” es claramente poético e inspirador, a la vez que alcanza para
culparse muy fuerte y ser jueces hiper severos cuando el trajín, la dificultad
y/o la carga nos llevan a renegar, gritar o sentir ganas de pedir “tiempo para
mí”.

Esta constante a la que me refiero es la
INCERTIDUMBRE. Que es parte de la condición humana, pero en este rol se acentúan
sus efectos por una lógica y motivos que hoy quiero compartir.

Como muchas otras palabras, se presta para entenderla
de varias maneras y en más de un caso usarla sin haberla entendido. Además ya
confesé mi manía con los significados y mi oferta de sus bondades, así que va.

Obvio: sí implica la ausencia de certidumbre o
certeza. Pero con frecuencia se confunde con otras maneras que tenemos de
referirnos a la valoración de lo que sabemos. Vamos al punto: la verdad es la
correspondencia de la realidad con el pensamiento o la palabra, opuesto a
falsedad o a mentira (respectivamente); lo correcto es la adecuación a las
formas, reglas o los preceptos y es opuesto a incorrecto. Mientras que la
certeza es una disposición de la mente, ya sea por el conocimiento seguro y/o
claro de algo o por la firme adhesión a algo conocible, sin temor de errar; y
sí, su opuesto es el error o su ausencia la incertidumbre.

Si yo tengo certeza de que tú, Juan o María, estás
leyendo esto, significa que mi mente lo da por hecho. Si así está sucediendo,
es verdad, además, pero si no, es falso (si no es así) o mentira (si lo dije y
no lo pienso). Por ilustrar solamente, si en efecto lo estás leyendo, pero no
te llamas Juan ni María, es incorrecto ese dato, con lo cual puede seguir
siendo verdad que lees; o falso que seas Juan, si ese fuera el acento de la
afirmación.

Pero mi certeza se puede mantener, aunque sea falso
que lees y aunque sea incorrecto que te llames Juan, pues yo doy por hecho que
así es. Si resulta que estoy en un error o una incorrección, eso no afectará mi
certeza hasta que yo le dé cabida a ese cambio en mi mente, e incluso, antes,
puedo darme un margen de duda, al cual correspondería llamar incertidumbre. Una
vez que yo dé por firme el cambio de información en mi mente, volveré a estar
cierto, ahora de que NO lees y/o de que no eres Juan.

Hasta allí de filosofía aplicada, je. El caso es que
ser humano tiene una variedad de características y condiciones que hacen que la
incertidumbre sea una compañera de vida. Algunas de las siguientes ideas son
sintetizadas de Macario Schettino, a quien me gusta escuchar y con quien
coincido en varias visiones. Así que vamos viviendo usando ciertas formas de
mantener alejada a la incertidumbre, ya que no saber lo que va a pasar genera
angustia, porque en alguna medida nos gusta planear, no nos gusta perder y
usualmente lo desconocido nos genera miedo. Sabemos que hay riesgos en vivir y
en las acciones que ejecutamos a diario, pero la incertidumbre es más fuerte
que eso, y necesitamos mecanismos para atenderla.

La incertidumbre puede provenir de cuatro fuentes, al
menos:

– Dos de ellas tienen que ver con el conocimiento y se
resuelven con información. Se refieren a no saber lo que existe o no entender
algo. En este sector aplica la razón, y conociendo se puede adquirir certeza de
lo que en un momento no sabíamos e ir incrementando nuestro conocimiento y con
ello la seguridad de saber.

– Las otras dos se vinculan más directamente con la
emoción. Incluyen no saber lo que es
bueno y no saber lo que debemos hacer. En ellas no funciona el conocimiento
como satisfactor, sino que requerimos de creencias, historias, reglas o cuentos
para apaciguar la inquietud que puedan generarnos.

Es por ello que las creencias son tan fuertes, ni la
evidencia puede destruirlas, porque funcionan en un canal distinto. Este sector
emocional es más natural a nuestro funcionamiento cotidiano, a nuestra
humanidad; ello pese a que nuestra vanidad nos hace definirnos como seres
racionales. Pero, pues, razonar es más complicado, cuesta esfuerzo y tiene
condiciones. Y cada vez que sentimos temor, cada vez que algo inesperado se nos
presenta o las cosas no funcionan como habitualmente, funcionamos en ese canal;
incluso con todas nuestra información y comprensión previa.

MI forma más directa de explicar que en la función
parental vivamos más incertidumbre que en muchos otros roles es la lógica de su
funcionamiento. Ser papá o ser mamá, verdaderamente convencidos de que queremos
o tenemos que serlo (para esto cuenta igual) es ejercer una enorme tarea en un
presente continuo, demasiado amplio (generalmente décadas) y que se actualiza
mucho más rápido que nuestra capacidad de entender y actuar; cuando ya creemos
entender o hemos decidido qué hacer, la realidad de nuestros hijos/as y ellos
mismos/as, ya cambiaron; y seguimos a cargo.

Los instrumentos y conocimientos con los que contamos
para la labor necesariamente provienen del pasado. Generalmente es lo que vimos
que hicieron nuestros padres, hace décadas; o lo que leemos (quienes lo hacen),
que se refiere a estudios que tardaron años para llegar a resultados o a
experiencias de personas que escriben años más tarde lo que les pasó. O en el
más cercano de los casos lo que vemos a otros papás hacer, o nosotros/as mismos
hicimos, en situaciones similares, pero pasadas.

Y el resultado que buscamos, el fin de todo nuestro
hacer se ubica en el futuro; un futuro generalmente lejano, que a veces ni
alcanzamos a vivir; a la vez que acentuadamente incierto, pues el mundo cambia
también y lo que vaya a pasar pasará en un medio diferente al que actualmente
vivimos y pondrá a prueba nuestros logros en contextos que desconocemos. Aun
cuando vemos las reacciones de nuestros hijos/as a nuestras acciones
educativas, formativas, amorosas, de guía o lo que sea que creamos que hacemos,
no vemos el resultado definitivo sino días, semanas, meses o años después.

Cuando premio, ayudo, doy mucho, halago, abrazo,
aconsejo, etc… y noto indiferencia de mi adolescente, no parece que años más
tarde eso pueda constituir fortalezas; o si lo que recibo son besos y cartitas
de mi niño/a no tengo certeza de que eso indique seguridad duradera o acabe
siendo debilidad de carácter o falta de auto motivación. Cuando limito, exijo,
pido reciprocidad, niego, grito, insisto o condiciono no sé si la reacción de
mi niño hoy, mañana será un sentimiento de adaptabilidad o una carga emocional
inmanejable; y en el mismo caso, con mi adolescente, las frases de conformismo,
rebeldía o franco reto me anuncian poco de la disciplina, conflicto o
infelicidad sistemática que pueden venir con el tiempo.

Es por ello que asumo que hay una hora de cada día,
máximo cada dos o tres, en la que el ejercicio de la “papacidad” o “mamacidad”
tiene unos minutos de ver cara a cara a nuestra incertidumbre; en la que nos
preguntamos si estamos cumpliendo, si lo que hicimos fue lo adecuado, los
efectos que estamos generando y a dónde estamos conduciendo a esas personas a
las que amamos tanto.

Entonces la constante y fuerte incertidumbre responde
en parte a esta lógica: es una labor que realizamos en un presente muy largo,
con recursos insuficientes de un pasado distinto y cuyos resultados no se ven
sino hasta un futuro que se nos hace demasiado distante y, claro, incierto.

Sumemos eso a nuestros motivos para tomar esta labor a
pesar de todo lo dicho y queda a la vista la naturaleza de esta experiencia.
Siempre seremos papá o mamá de ese hijo/a; siempre, aun si nos alejamos, aun si
les perdemos, aun al partir. Generalmente amamos a esas personas antes de conocerlas
y prácticamente en todos los casos las amamos más que a cualquier otro ser. Y
para muchos papás y sobre todo mamás son el punto que nos conecta con la
historia, nuestra vía de trascender; ya que nos hacen revalorar nuestra
experiencia como hijos y son la certeza de que al partir, algo nuestro seguirá
viviendo. Y suma toda la lista adicional de vivencias que a ti te motivan a
sentir que ser papá/mamá es la responsabilidad mayor y mejor de tu vida.

De esto iniciamos hablando en Club de Padres. Y sobre
ello vamos construyendo conocimiento y comprensión para definir lo que queremos
hacer (combinando lo que consideramos bueno para nuestra familia con lo que en
consecuencia debemos hacer). En esta maravillosa oportunidad de coincidir
nuestra incertidumbre no se va; pero el miedo deja de limitarnos de hacer
nuestra función con alegría, atención, dedicación, armonía y algunos logros
adicionales a los que íbamos a tener cada cual por su lado.

Escríbeme y únete, si quieres…

—————————————————
*Jorge Valladares Sánchez
Papá,
Ciudadano, Consultor.

Especialista,
Maestro y Licenciado en Psicología

Doctor
en Ciencias Sociales.

Doctor
en Derechos Humanos.

Creador
del Club de Padres.

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