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Jorge Fernández Menéndez
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Por Jorge Fernández Menéndez

Es el Blue Parrot uno de los bares-discotecas más antiguos y concurridos de Playa del Carmen. Un festival internacional de música electrónica que lleva más de diez años realizándose en ese centro turístico. A las 2:32 de la noche un sujeto trata de entrar armado al lugar, la seguridad del bar intenta impedirlo y el hombre comienza a disparar a mansalva. Pero hay más armas y disparos. Saldo: cinco muertos, tres son turistas extranjeros, y quince heridos, algunos de gravedad. Muchas horas después, el gobernador de Quintana Roo, Carlos Joaquín González, declara que todo está bajo control, y que el enfrentamiento se debió a un pleito personal, entre dos particulares.

No era verdad. En el lugar, en un supuesto pleito personal entre dos individuos, ha habido demasiadas víctimas, se han encontrado casquillos de cuatro armas y calibres diferentes y el tiroteo, según testigos, duró entre diez y 15 minutos. Dos días después, cuando ya aparecieron mantas de Los Zetas en toda la zona, dicen que fue un enfrentamiento entre dos bandas por cobro de derecho de piso.

Al día siguiente le toca a Cancún. En plena avenida Xcaret a las 15:30 de la tarde, diez individuos en motocicletas atacan la sede del control y comando, el C4, y las oficinas de la fiscalía. Hay varios muertos, un policía y, por lo menos, tres de los atacantes; los enfrentamientos se suceden en distintos puntos del centro de la ciudad, en gasolinerías y centros comerciales; se cierra la comunicación entre el centro y la zona hotelera; hay sicosis en la población, nadie sale de sus casas. Se anuncia la llegada de 500 elementos de la Policía Federal.

Esa noche el gobernador, que tarda, otra vez, horas en entrar en escena, envía un tuit asegurando que “el estado (está) bajo control y orden” y no explica lo sucedido, mientras que por todo tipo de vías llegan a los medios las más diversas versiones. Lo desconcertante es que no existe una versión oficial: se habla de dos grupos enfrentados, Los Pelones y Los Talibanes; de lucha por la plaza entre Los Zetas (que colocaron mantas en el estado) y el Cártel del Pacífico; de la entrada del Cártel Jalisco Nueva Generación que intentaría ser impedida por el Cártel del Golfo y los de Sinaloa, otros hablan de alianzas donde gente del Golfo y del Cártel Jalisco Nueva Generación se unen; se dijo que el tiroteo al C4 fue para tratar de liberar a una mujer narcotraficante, aunque los delincuentes nunca intentaron ingresar al inmueble, simplemente lo atacaron. El procurador del estado habla de un nuevo cártel independiente en la entidad sin identificarlo. Y más tarde el gobernador reaparece, diciendo que la violencia se debe a que ahora sí se ataca a los grupos criminales, aunque pareciera que, en realidad, las autoridades locales no saben, siquiera, cuáles son los grupos criminales a los que se enfrentan.

No se trata de responsabilizar a Carlos Joaquín y a su gobierno de lo que está sucediendo en el estado. Ayer mismo contábamos cómo esta historia se remonta hasta los tiempos de Mario Villanueva (que, vaya símbolo, ayer regresó a México). Los Zetas y el Cártel del Pacífico siempre han operado en toda la zona del sureste. Ésa no es la novedad. La novedad es que ahora se ha perdido el control y que las autoridades locales no parecían ni siquiera tener ese desafío en su radar.

Y no es un dato menor en una plaza que generó ocho mil 600 millones de dólares por ingresos de turismo el año pasado (casi lo mismo que los petroleros) y que es visitada por millones de turistas de todo el mundo. Para muchos de ellos, Cancún y la Riviera Maya no son sólo la puerta, sino también la ventana de México. Nadie puede darse el lujo de ignorarlo.

El turismo es el único sector que puede seguir en franco crecimiento, como en los últimos años y aún hay mucho por avanzar y explorar. Es un sector al que, incluso, la tormenta perfecta de Trump afecta sólo marginalmente. Que crea millones de fuentes de empleo a muy bajo costo, con mejores remuneraciones y que se inscribe en lo más dinámico que tiene el mundo de hoy que es la economía de servicios. Pero el turismo exige seguridad y regiones clave como Cancún, la Riviera Maya, Tulum, Los Cabos, Punta Mita, entre muchos otros lugares, no pueden convertirse en un nuevo Acapulco.

Tampoco se le debe subestimar políticamente. En la buena propuesta de ajuste que presentaron los senadores Roberto Gil, Ernesto Cordero y Jorge Luis Lavalle se habla de desaparecer o fusionar varias secretarías de Estado, incluyendo la de turismo. Desaparecer Turismo sería un grave error político y económico. La secretaría debe potenciarse aún más, debe tener mayor peso e influencia, porque de esa actividad viven millones de mexicanos y desde allí se abonan las finanzas del país. Ha habido buenos secretarios de Turismo y Enrique de la Madrid lo es en forma destacada: lo que se necesita es fortalecer aún más la actividad y, sobre todo, garantizar la seguridad para los que viven y disfrutan de la misma. Con muertos, ataques y sicosis nada está “bajo control y en orden”.

Jorge Fernández Menéndez
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