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Jorge Fernández Menéndez
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Por Jorge Fernández Menéndez

Una investigación exhibe los negocios realizados en el estado con la empresa para agenciarse obras públicas.

En la larga entrevista que mantuvimos con Miguel Ángel Yunes, el gobernador de Veracruz habla de cifras millonarias malversadas durante el gobierno de Javier Duarte, que superan los 60 mil millones de pesos. Obviamente no todo ese dinero, para decirlo gráficamente, terminó en los bolsillos del gobernador, pero muchas de esas sumas se manejaron irregularmente o sirvieron para hacer negocios de todo tipo, desde la compra de medicinas a punto de caducar hasta la no aplicación para ese fin de casi el 93 por ciento de los recursos federales destinados a la seguridad. Desde la creación de empresas fantasma para canalizar recursos hasta el establecimiento de esquemas internacionales de lavado de dinero, a través de tuberías que, dice Yunes que le dijo quien diseñó esa estrategia financiera, reventaron y se terminaron exhibiendo de tanto dinero que le metieron.

La organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, que encabeza María Amparo Casar, acaba de dar a conocer una investigación de los reporteros Raúl Olmos y Daniel Lizárraga que exhibe los negocios realizados en Veracruz con la empresa brasileña Odebrecht, para agenciarse distintas obras públicas. En México, según la información existente, Odebrecht pagó 10 millones de dólares en sobornos. Según la investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, Eduardo de Melo Pinto, involucrado en el pago de sobornos por tres millones de dólares a un político brasileño, es fundador, director y apoderado en tres empresas en Xalapa, que se asociaron desde 2013 con el gobierno de Duarte para generar energía eléctrica.

Dice la investigación que Duarte jugó un papel clave para que se concesionara por 30 años el servicio de agua de Veracruz a una filial de Odebrecht, cuyo actual director, Javier Chuman Rojas, también está acusado de lavado de dinero en obras ejecutadas en Angola.

Dos proyectos durante la administración Duarte quedaron en manos de asociados de Odebrecht: el sistema de agua potable del puerto de Veracruz, que le otorgó durante 30 años el servicio para los municipios de Veracruz, Boca del Río y Medellín, y un proyecto de generación de energía eléctrica, en la que su gobierno aportaría 355 millones de pesos en alianza con Odebrecht.

En esas operaciones, dice la investigación basada en documentos oficiales del caso que se sigue en Brasil, los socios de Duarte fueron Javier Chuman Rojas y Eduardo de Melo Pinto, quienes están procesados en el sumario de Lava Jato. Allí aparecen las acusaciones contra Chuman Rojas, actual directivo del Grupo Metropolitano de Agua y Saneamiento (MAS) de Veracruz, y De Melo Pinto, fundador y consejero de las tres empresas que Odebrecht creó en Xalapa en 2013 para aliarse con el entonces gobernador Duarte, según la investigación. El caso está en manos del procurador Raúl Cervantes.

En febrero pasado, contábamos aquí que conocí a Marcelo Odebrecht, el más importante empresario brasileño durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, en una de esas magníficas reuniones que organizaba un grupo de empresarios latinoamericanos, entre ellos en forma destacada Carlos Slim, llamada de padres e hijos.

Los empresarios y sus descendientes, algunos muy jóvenes, otros ya con grandes responsabilidades en sus empresas, se juntaban regularmente en algún país de la región durante dos o tres días, había conferencias, encuentros, comidas y música. Me invitaron a ir a Brasil como conferenciante sobre seguridad hace unos seis años, apenas comenzaba el gobierno de Dilma Rousseff, pero la figura del encuentro fue, sin duda, Lula.

En la apertura, Odebrecht (el encuentro se realizaba en una isla del noreste que entendí era de su propiedad) lanzó un discurso que me llamó profundamente la atención: presumió el momento que vivía Brasil, el auge de sus empresas y obras, cantó loas al gobierno de Lula, pero lo que más destacó fue que, gracias a ese crecimiento, lograría lo que más deseaba: en uno o dos años, dijo, sería más rico que Carlos Slim.

Odebrecht nunca lo logró: tres años después terminó en la cárcel, aunque aceptó, para reducir la condena, pagar una multa global de tres mil 500 millones de dólares, impuesta por Estados Unidos y Suiza (dos mil 600 millones de dólares impuso esta semana Estados Unidos, falta lo de Suiza y lo de Brasil), y se convirtió en testigo colaborador: él y sus principales funcionarios delataron toda la red de sobornos en la región.

En México, lo documentado por la confesión de Odebrecht es un soborno de diez millones de dólares pagados a funcionarios gubernamentales. Todavía existe secreto de sumario, pero muy pronto se sabrá quién o quiénes fueron los beneficiarios. Es el caso de corrupción más amplio y documentado de la historia de la región. Ahora sabemos que el gobierno de Duarte tampoco estuvo ajeno a él.

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