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Jorge Fernández Menéndez
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Por Jorge Fernández Menéndez

La chiquillada va a jugar un papel y si no que le pregunten a Morena: el “declinado” Óscar González, tuvo uno por ciento de votos que le hubieran venido muy bien a Delfina.

Si una cosa ha quedado clara con las elecciones estatales del domingo es que nadie gana sin alianzas. Morena, en una demostración más de soberbia política, decidió que no iría coaligado con nadie, rechazó una y otra vez las alianzas con el PRD y cuando descubrió que la necesitaba, en lugar de un proponer un acuerdo, demandó una “declinación sin condiciones”, una rendición pues.

Le costó no sólo la elección del Edomex, sino que puso de manifiesto dentro del perredismo que puede competir solo y que, además, no tendría que tener ningún complejo de inferioridad ante Morena. Será difícil verlos juntos en el 2018.

Pero la misma lección sirvió para el perredismo: en el Estado de México no fueron aliados con el PAN porque no encontraron ni un candidato común ni existió voluntad de fondo para ello. Juntos, PAN y PRD estarían, por lo menos, empatados con Del Mazo y Delfina, y hasta por encima de ellos si hubieran acordado un buen candidato común. En Coahuila, donde sí se había acordado esa alianza, dirigentes locales del PRD decidieron romperla y al final fueron solos, con una candidata que logró menos del dos por ciento de los votos… el dos por ciento que, según el PREP local, le faltan al panista Guillermo Anaya para ganar las elecciones. También se conformó la alianza en Nayarit y Veracruz y en los dos estados obtuvieron amplias victorias.

El PRI sin Nueva Alianza, el Verde y el PES no hubiera ganado casi nada, solo algunos pocos municipios en Veracruz. En el Estado de México, los votos priistas fueron el 29 por ciento: Nueva Alianza, el Verde y el PES aportaron el margen que le dio la victoria. Según los números de Nueva Alianza, ellos le aportaron un 2.67 por ciento en el Estado de México, 2.66 por ciento para gobernador en Coahuila y 3.31 por ciento para el Congreso local. En Nayarit aseguran que sumaron un 5.15 por ciento a la coalición priista para gobernador y 3.54 por ciento para el Congreso. Sus mejores números estuvieron en Veracruz, donde obtuvieron casi 210 mil votos y ganaron en 18 ayuntamientos. Con un capítulo adicional: Nueva Alianza se jugaba en estas elecciones buena parte de su futuro político interno, sobre todo, en el Estado de México y Coahuila.

En la entidad mexiquense, derrotaron el fantasma que crearon exdirigentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y Fernando González, el yerno de Elba Esther Gordillo, cuando se sumaron a Morena y Delfina Gómez. No sólo no le dieron votos esos aliados a Morena para ganar, sino que tampoco garantizaron, como decía la gente de López Obrador, tener representantes en todas las casillas electorales. Cuando López Obrador afirmaba el domingo que tenía todas las actas no era verdad: hubo un alto porcentaje de casillas en el estado que su partido no pudo cubrir y, por ende, no podía tener aún las actas.

El otro fantasma para la Nueva Alianza de Luis Castro y el SNTE de Juan Díaz de la Torre, era Humberto Moreira, en Coahuila, exgobernador y expresidente nacional del PRI que proviene del SNTE y que rompió con su expartido, con el sindicato y con su hermano y sucesor, Rubén Moreira, y compitió por el llamado Partido Joven: perdió escandalosamente. Por eso ahora en NA saben que tienen un peso específico para sumar en el 2018 y, seguramente, lo harán valer. Lo mismo sucede con el Partido Verde que tiene que consolidarse internamente para hacer valer, aún más, esos puntos que representa y que valdrán mucho en el 2018. La chiquillada, como les llamaría el Jefe Diego, va a jugar un papel y si no que le pregunten a Morena: el “declinado” Óscar González, tuvo uno por ciento de votos que le hubieran venido muy bien a Delfina.

Más allá de eso, las alianzas, también, certifican que una segunda vuelta con gobierno de coalición le puede dar a las mismas un sentido mucho mayor a una simple conjunción electoral, coyuntural. Pueden hacerlas más amplias, hacer más estable el sistema político y otorgar una gobernabilidad mucho mayor. No parece que los partidos, por lo menos los principales, hayan aprendido esa lección en estos comicios.

Voto por voto

Me parece muy bien que los partidos reclamen hasta las últimas instancias legales la validez de sus votos y de todo el proceso electoral. Hoy comienza el recuento definitivo y ante elecciones cerradas se deben revisar todas las actas y cuando sea necesario abrir los paquetes electorales, hacer el voto por voto. Y que gane quien tenga más electores.

Lo que resulta inexplicable es declararse ganador cuando no se tienen en la mano ni siquiera todas las actas de una elección o convocar a una marcha para desconocer resultados que todavía no se tienen en forma definitiva o descalificar instrumentos técnicos como el conteo rápido o el PREP sólo con base en los resultados que arrojen, sean agradables o no para una determinada fuerza política. Es otra demostración más de que nuestros partidos y sus dirigentes siguen sin alcanzar la madurez que la sociedad les demanda.

Jorge Fernández Menéndez
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