La Revista

Razones

Jorge Fernández Menéndez
Jorge Fernández Menéndez
Sígueme en redes sociales:

Por Jorge Fernández Menéndez

Hubo una lejana época en la que la izquierda defendía las causas democráticas y los derechos humanos. Pero esa defensa se daba, exclusivamente, contra quienes eran considerados, con razón, sus enemigos y adversarios. Hubo una época en la que un presidente de Estados Unidos podía asegurar que Anastasio Somoza, un terrible dictador en Nicaragua, era un hijo de perra, pero era “nuestro” hijo de perra y por lo tanto le seguía brindando apoyo. Fue la época de la Guerra Fría, pero pareciera que entre nosotros ese espíritu sigue vivo.

El gobierno de Nicolás Maduro, aislado internacionalmente y sofocado por la oposición interna, decidió volver a encarcelar al principal líder opositor, Leopoldo López, Maduro aseguró, horas después de que se realizó la votación para la Asamblea Constituyente (votación que fue un fracaso tal que apenas votó, según cifras oficiales, el 41 por ciento de los electores), que desaparecían la fiscalía de la nación y la asamblea nacional, ambas controladas por las fuerzas de oposición. Interrogado sobre los medios de comunicación opositores, dijo que sus periodistas irían “unos a la cárcel y otros al siquiátrico”. Todos los grandes países de América, sin excepción, han condenado al régimen de Maduro, desde el de Estados Unidos de Trump hasta el Chile socialista de Bachelet, pasando por México, Canadá, Colombia y Brasil. Los únicos países que respaldan al régimen venezolano son Cuba (que es en realidad la que le da el soporte de seguridad, incluso personal, a Maduro), Nicaragua, con la conversión de la familia Ortega del sandinismo a una dictadura católico-integrista, Ecuador y Bolivia.

Pero en México, la dictadura de Maduro tiene apoyos, incluso incondicionales: el domingo, cuando un grupo de ciudadanos venezolanos residentes en México se manifestaba contra la elección de la Constituyente, llegaron camiones con acarreados de varios grupos de “izquierda”, que se identificaban como del SME y de otros grupos, para cercarlos, golpearlos y correrlos, al mejor estilo de los grupos de choque de Maduro. En la izquierda partidaria, Dolores Padierna y Yeidckol Polevnsky (lideresa del PRD en el senado una y segunda de a bordo de López Obrador en Morena, la otra) se han deshecho en halagos al dictador venezolano y su régimen. Y como ellas, muchos otros. No dicen, por supuesto, una palabra de la violencia, las irregularidades, y mucho menos de que el sistema electoral venezolano es tan poco confiable que cuando el propio Maduro quiso votar, resultó que el sistema aseguró que ese elector “no existía” (Luis Miranda puede respirar tranquilo, Maduro hizo un oso mayor que el suyo cuando no pudo votar en los comicios del Estado de México).

López Obrador, que en los próximos días va a visitar el muy chavista Ecuador, dice que él no tiene ningún vínculo con Maduro y exige que se lo demuestren. ¿Qué mejor demostración que la plana mayor de su partido, defendiendo y alabando al régimen venezolano? Esos apoyos recíprocos son, por cierto, públicos. No olvidemos que para López Obrador, el fallecido Fidel Castro fue “un gigante que estuvo a la altura de Nelson Mandela”… en fin.

Pero lo peor no son los defensores del modelo venezolano. Lo peor son los que callan. ¿Dónde están las declaraciones de la izquierda más racional, la frentista, que presume de ser socialdemócrata? ¿Dónde está la batalla contra el populismo de Andrés Manuel paralelo al de Maduro? No puede ser que no tengamos de esa izquierda partidista una sola declaración de apoyo a los verdaderos demócratas venezolanos. Es una lástima, porque es con estas acciones como se puede y debe diferenciar a las opciones de izquierda unas de otras. Es la distancia que impone el PSOE, o la mayoría de éste, con Podemos en España, o la de la izquierda chilena o uruguaya, que están en el poder y condenan a Maduro, con esa cosa extraña que son los gobiernos de Evo Morales o Daniel Ortega.

El país necesita una izquierda democrática fuerte, sólida, coherente y con capacidad de gobierno. Con casos como el de Venezuela es como debe demostrar que está preparada para hacerlo.

MARTÍN DÍAZ, INOCENTE

Hace tres años, cuando estalló el escándalo de Oceanografía y se intentó mostrar como responsable del mismo al financiero Martín Díaz, dijimos en este mismo espacio que no era verdad, que la responsabilidad era de Amado Yáñez, quien para tratar de librar la cárcel realizó una maniobra mediática para responsabilizar de lo sucedido a su asesor financiero.

Ahora, el Séptimo Tribunal Colegiado Penal canceló de forma definitiva la orden de aprehensión en contra de Martín Díaz. Los magistrados concluyeron que Díaz Álvarez no tenía ningún nombramiento en la empresa de Amado Yáñez Osuna, y que las acusaciones sobre ser el cerebro detrás de la estafa a Banamex no tenían fundamento porque no existe documento alguno firmado por Martín (como dijimos cuando estalló el escándalo) que se emplease para tramitar los créditos fraudulentos.

Martín Díaz fue exonerado definitivamente de ese fraude cometido en forma directa por el principal propietario de Oceanografía, Amado Yáñez, como estaba demostrado desde el momento en que inició la investigación por la propia Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

Jorge Fernández Menéndez
Jorge Fernández Menéndez
Sígueme en redes sociales:

No quedes sin leer...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo último